'Estoy embarazada'. No era posible. Francisca iba a ser madre. Notó como las piernas comenzaban a flaquearle de nuevo, pero quería mantenerse firme.
- Enhorabuena. Felicita también a tu marido. - Dijo con un tono frío procurando evitar que miles de lágrimas le abordaran. - Veo que no has perdido el tiempo. - Pronunció fruto de la rabia que sentía en ese instante.
Francisca sintió un puñal en el pecho cuando oyó esas palabras. ¿Cómo osaba a tratarle así? ¡Él la había dejado abandonada y embarazada, no tenía derecho alguno a reprocharle nada!
- ¿Acaso no tengo derecho a rehacer mi vida y ser feliz con mi marido? - Le preguntó irónicamente sin poder evitar resaltar las palabras 'mi marido'.
Raimundo agachó la mirada. Tenía razón. Él la dejó, poco importaban los motivos ahora si ella había rehecho su vida. Necesitaba contarle porqué lo había hecho pero ahora ¿eso qué más daba si ella era feliz e iba a ser madre?
- Por supuesto. - Le contestó con la voz entrecortada. Sólo de pensar que otro hombre la había besado, acariciado, amado... Se le retorcía el corazón. Ella había dejado de ser suya para siempre.
Francisca notó el dolor de Raimundo y, por primera vez, dudó de él. ¿De verdad que no la amaba? Eso no eran lo que le decían sus ojos. Ese dolor no lo siente un hombre si no ama a una mujer. Tal vez debería escucharle, tanto Leonor como su padre insistieron en que lo hiciera... Pero hoy ya no iba a ser posible, Raimundo acababa de irse con el rostro desencajado, sin ni siquiera despedirse de ella.
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Cogió su maletín, su abrigo y el bombín que llevaba y tomó camino hacia la puerta. Antes de lograr bajar las escaleras no pudo evitarlo y estalló en un llanto demoledor. Francisca, su Francisca estaba embarazada de otro hombre, de su marido. Era la puntilla que había acabado de hundirle.
Se sentó al final de la escalera, no tenía fuerzas para seguir andando. ¿Qué sentido tenía ahora su vida?
- Raimundo... - Pronunció Don Enrique al verle sentado llorando. - ¿Cómo estás? - No sabía qué decirle. Cierto es que estos días atrás le había detestado como a nadie, pero tras las palabras que dijo el otro día y verle así ahora... Sabía que aún seguía amando a su hija.
- Bien... - Respondió Raimundo mientras se enjuagaba las lágrimas y trataba de ponerse en pié. - Enhorabuena a usted también. - Le felicitó mirándole a los ojos de una forma sincera mientras se disponía a salir.
- Raimundo espera. Debes ssber que Francisca sufrió muchísimo tu marcha. - Trató de justificar a su hija.
- No debe explicarme nada Señor. Yo la dejé y ella ha rehecho su vida.
- Cierto. Pero deberías contarle la verdad, aquello que trataste de explicarnos a Leonor y a mi.
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Raimundo y Francisca
Roman d'amourRaimundo, con 24 años, acaba de terminar la carrera de Medicina y ha vuelto a Puente Viejo para quedarse. Francisca, de 22, se dedica a administrar sus tierras junto a su padre, Enrique Montenegro. Ambos se conocen desde niños y la amistad inicial s...