FRANCISCA XI

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Acababa de despertarse de la siesta, la noche anterior no había pegado ojo por culpa de Salvador. Había llegado ebrio como siempre hacía últimamente y hubo de satisfacer sus deseos.

Después de cada encuentro con él, no era capaz de conciliar el sueño. Le dolía cada parte de su cuerpo y las moladuras se agolpaban unas sobre otras. Por eso solía aprovechar la hora de la siesta para descansar, mientras Salvador y su padre se iban a la finca a trabajar.

Se había despertado con un hambre voraz y decidió bajar a la cocina a merendar. Allí estaban Leonor y Rosario, está última con una radiante sonrisa y una enorme barriga.

Durante los últimos días, había aprovechado cada ocasión que tenía para acribillarla a preguntas sobre el embarazo: síntomas, dolores...

- Buenas tardes Señora, ¿desea algo?

- Buenas tardes a ambas. , he bajado a merendar, el olor de ese pastel recién hecho me está volviendo loca. - Dijo mientras cogía un trozo y le daba un mordisco. - ¿Cómo estás Rosario?

- Bien Señora. Bueno, siempre que este bribón me lo permite. - Dijo mientras se acariciaba el vientre. - Hoy está revoltoso y no ha cesado de darme pataditas.

- Deberías dejar de trabajar ya, en pocos días vas a salir de cuentas. - Le sugirió Francisca realmente preocupada por su salud. - Anda, sentaos conmigo y merendad.

Tanto Leonor como Rosario le agradecieron el gesto. Francisca les ofreció un poco de pastel pero ni Leonor ni Rosario lo quisieron probar.

- No será que lo habéis envenenado y por eso no queréis probarlo ¿verdad? - Dijo mientras una amplia sonrisa le cubría el rostro. Podría decirse que en estos instantes en los que se evadía de todo lograba ser feliz.

Tanto Leonor como Rosario rieron, Leonor le explicó que tenía el estómago un tsnto revuelto.

- Y a mi Señora, Don Raimundo me ha prohibido comer dulce hasta que a luz. - Dijo Rosario fingiendo un mohín en su rostro.

Raimundo. Desde que le contó que estaba embarazada no había vuelto a verle ni a saber de él. Tras las palabras de Leonor explicándole lo que vino a decirle, ansiaba poder conversar con él.

- ¿Y eso por qué? ¿A caso es nocivo el dulce para el feto? - Preguntó Francisca dejando el trozo que había cogido sobre el plato.

- Si Señora, pero usted no se preocupe, es a partir de los dos últimos meses antes de dar a luz. - Dijo Rosario mientras cogía el trozo que había dejado Francisca en el plato y se lo colocaba otra vez en frente de ella mientras le guiñaba el ojo. - De todas formas, debería hacerle una dieta. A mi, tras visitarme, me hizo una lista de alimentos prohibidos y también me regaló unos ungüentos para rebajar la hinchazón de las piernas.

Raimundo y FranciscaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora