RAIMUNDO XIII

199 12 2
                                    

Otra vez la misma sensación. En apenas un mes había recibido dos palizas que le habían dejado al lado de la muerte. Al menos esta vez sabía donde estaba y qué había ocurrido.

Recordaba como Salvador le apaleó como a un perro hasta perder el conocimiento. Recordaba como unos hombres le encontraron, le cargaron en la calesa de los Montenegro y le llevaron al hospital.

Su padre había sido avisado por los mimsos hombres que le encontraron, asegurándose que le vieron de casualidad mientras se dirigían a coger leña al bosque.

Había recibido la visita de Don Enrique Montenegro, en la que le explicó que Francisca estaba bien. Y le pidió que si decidía denunciar a Salvador, que no expusiera la verdad de lo que había sucedido. Que mintiera en los motivos para proteger a Francisca.

Ambos acordaron que, ante todos, Salvador le pegó por lo acontecido en la fiesta. En ese instante llegó Ramón Ulloa.

- ¿Qué haces aquí?

- Simplemente me interesaba por la salud de tu hijo, mis hombres me contaron lo ocurrido. Se llama cordialidad, no si sabes qué es eso.

- Puedes ahorrate esa cordidalidad, Montenegro. Y más si ha sido tu yerno el que casi mata a mi hijo. Va fanfarroneando por el pueblo su hazaña.

- ¿Es eso cierto Raimundo? ¿Recuerdas si ha sido él? - Preguntó fingiendo Don Enrique.

- , Señor. Fue él. Estaba paseando por la zona tras hacer unos encargos en la Puebla, aprovechando la buena tarde que hacía, y me salió al encuentro con varios hombres. Me redujeron y me aseguró que pagaría por la deshorna que le había hecho en la fiesta de la Casona. - Raimundo no titubeó en ningún momento. Lo principal era mantener al margen a Francisca y para ello debía mostrar desprecio hacia ella ante su padre. - Ya ve la joya de marido que se ha buscado su hija: pobre, rencoroso y cobarde.

Don Ramón sonrió al escuchar ese último comentario, Don Enrique fingió ofenderse con Raimundo y se marchó sin decir nada.

- Padre, quiero pedirle un favor.

- Dime hijo, lo que quieras.

- Quiero que denuncie a Salvador. Tenemos mi testimonio así como su confesión, según lo que ha dicho antes. Quiero que ese malnacido pase un tiempo en la cárcel. - Dijo Raimundo totalmente serio. Ahora sabía que Salvador era realmente peligroso, y lo más sensato era apartarlo del lado de Francisca el máximo tiempo posible.

Raimundo y FranciscaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora