EMBAJADOR

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Aeropuerto de Marsella Provenza.
Marsella, Francia.
Día  16,   13:21  hrs.


Varias explosiones en cadena a lo largo de la sala de abordaje causaron un caos total en tan solo cuarenta segundos. Los humanos más cercanos a los explosivos tuvieron muertes instantáneas, tres de esos humanos eran niños, que volaron en irreconocibles trozos de carne humeante, manchando el prevaleciente blanco del aeropuerto de un desagradable color rojo mezclado con gris. 

Lay lo vio todo en primera fila, protegido por el campo de  fuerza que Dyo no tardó en levantar al inicio de las explosiones justo antes de que Kai se lo llevara, y aunque inicialmente cerró sus ojos esperando borrar de su mente lo que había presenciado, rápidamente corrió al herido más cercano. Fue inútil. Ya no había nada que sanar si el cuerpo no tenía vida. Asustado, retrocedió varios pasos para tropezar con otro cuerpo, uno aún con vida que suplicaba en francés por ayuda. Llegó a gatas hasta el rostro de la mujer. Cabello negro, ojos oscuros, piel oscura, y un trozo de metal que sobresalía de su pecho, un enorme charco de sangre la rodeaba y el sanador manchó su ropa hasta quedar casi igual que la mujer en su intento por ayudar, cuando puso sus manos sobre el cuerpo de la mujer el último hilo de vida estaba siendo cortado. Las lágrimas comenzaron a escapar de sus ojos en un gran torrente de impotencia y sintió que unos fuertes brazos lo separaban del cuerpo sin vida de la inocente. Con la agilidad de un gato, se soltó del agarre de Suho y corrió hacia un niño herido a unos metros, lo tocó y los diversos cortes en el cuerpo del niño se cerraron con rapidez. Lay corrió hacia el siguiente herido sintiéndose un poco más débil y sanó el golpe en la cabeza que este había recibido. Suho lo seguía y lo apartaba de la gente, pero el sanador volvía a escapar para ayudar a los humanos. El siguiente tenía fracturadas algunas costillas y Lay cayó al suelo sintiéndose vacío y mortalmente débil cuando todos los huesos del hombre estuvieron en su lugar. El guardián líder levantó el cuerpo de su compañero y lo llevó a un espacio un poco apartado del tumulto de gente enloquecida.

El sanador tenía la mirada perdida, el círculo dorado en sus ojos delataba a su poder trabajando sobre él mismo para regenerar su energía lentamente. Suho estaba preocupado también por los otros dos guardianes que también eran parte de su equipo. No los veía por ninguna parte y solo podía esperar y desear con todas sus fuerzas que se hubieran desaparecido del lugar, no quiso pensar en otras opciones. Los sollozos a su lado lo hicieron volver su atención al guardián de la sanación, Suho lo atrapó antes de que corriera, o se arrastrara, para ayudar a más heridos, a ese paso iba a terminar con su propia vida con el siguiente humano herido.

Lay gritaba una negativa, intentando zafarse del fuerte agarre de Suho, no podía irse sin salvar a esa gente del dolor, de la muerte. No pudo curarlos. No había tiempo, debían huir, lo entendía. Pero no lo hicieron, estaban atrapados en el aeropuerto. En tan solo unos minutos ya habían puestos médicos regados por las salas de abordaje.

—¿Por qué mueren así? —Lay casi gritó y cubrió sus ojos con el dorso de sus manos. —No ... yo... Quiero irme. ¡Quiero regresar a mi hogar! Ya no... ya no quiero verlo —sollozaba mientras un caudaloso río de lágrimas corría desde sus ojos. Suho lo abrazó con más fuerza, pero el cuerpo de Lay se debilitaba cada vez más hasta que cayó de rodillas al suelo, llevándose al líder con él. Los diversos sentimientos que se enredaban en las entrañas del sanador lo hacían doblegarse.

Vamos a morir todos... —Lay no paraba de murmurar cosas poco audibles entre llantos y sollozos — vas a morir y yo no quiero verlo... Yo no puedo salvarte —Suho empezó a sospechar que Lay sabía mucho más de lo que aparentaba. —Déjame regresar por favor. 

HUMANO ~EXO~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora