DOS VIDAS

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JungMin encontró una casa vacía y una nota de agradecimiento en la mesa del comedor. A punto de girar sobre sus talones para salir de la guarida vio algo más  en la mesa; galletas recién hechas. Tenían caritas felices dibujadas con crema batida, los decorados eran muy precisos, casi profesionales, excepto por la última galleta que tenía el decorado bastante chueco y además estaba mordida.


* * *

Londres, Reino Unido.
Día   45   14:12  hrs.


Cuatro de los guardianes aparecieron en Londres, en un húmedo callejón desierto de peatones. El sanador contuvo las arcadas con dificultad, tapó su boca con sus dos manos y se dobló sobre su cintura. Suho tenía su rostro arrugado por el asco y paseaba su palma sobre la espalda de Lay en un intento por ayudarlo a calmar sus náuseas. Dyo parecía a punto de desmayarse y terminó deslizándose sobre la pared a sus espaldas hasta quedar sentado en el suelo, apoyando su cabeza en sus manos.

Kai estuvo a punto de desvanecerse de nuevo, pero una mano rápida y muy fuerte tomó su tobillo y el teletransportador volvió a su materia sólida quedándose junto a sus compañeros. Pero se sentía muy cansado de pronto. Se apoyó en la sucia pared de ladrillo y cerró sus ojos un instante. Al abrirlos de nuevo se encontró en una calle distinta. Había dejado atrás a los otros guardianes sin intención. 

Intentó volver con sus compañeros, pero no hubo forma de regresar exactamente al mismo lugar. Desapareció y reapareció numerosas, veces sin importarle la gran cantidad de humanos que testificaron su poder. Solo le importaba encontrarlos. Avanzó entre apariciones hasta que su poder lo abandonó. Entonces se dedicó a caminar a buen paso entre calles húmedas hasta llegar  un callejón muy parecido al que dejó en primer lugar, pero a diferencia del primero este era un callejón sin salida. Observó el gran muro que le impedía el avance y soltó una maldición exasperada entre dientes.

Al girarse para regresar en sus pasos se dio cuenta de que no estaba solo; había un grupo de jóvenes que se reunían entorno a alguien de olor familiar.

Luego de un rato, Dyo, Suho y Lay se separaron para buscar a Kai, suponiendo que estaría cerca. 

Por ello el guardián de la fuerza se encontraba en ese momento caminando solo entre las calles menos transitadas de Londres. Su instinto le informó que estaba siendo acechado, pero realmente no le importaba, cualquier humano que se atreviera a acercarse con malas intenciones no suponía una gran amenaza para él, que no estaba de humor para ser compasivo. A la preocupación que sentía había que sumarle que se sentía cansado y que un extraño dolor le recorría la espalda enredándose entre sus vértebras humanas.

El pequeño grupo de delincuentes de arma blanca lo había seguido suponiendo que era algún infortunado turista extraviado, ya que era exactamente lo que parecía.

Dyo divisó a Kai entrando en un callejón y lo siguió, aún al darse cuenta de que los asaltantes ya le pisaban los talones. Antes de alcanzar a su compañero los humanos lo rodearon contra una pared y empezaron a pedirle sus pertenencias. El guardián los miró, como si quisiera memorizar sus rostros. Una sonrisa muy poco humana y carente de gracia o alegría asomó en un costado de sus labios y uno de los asaltantes tuvo el impulso de echar a correr. En ese momento el alto y delgado  cuerpo de Kai se interpuso entre los humanos y Dyo.

Cuando la espalda de su compañero cubrió su visión, el guardián de la fuerza torció su gesto con disgusto. Le habría gustado darles una lección. Inesperadamente, Kai se giró hacia él, sosteniéndose de la pared con sus manos, encerrándolo entre el muro y sus brazos de forma protectora, un rojo intenso bañaba su camiseta en el área del abdomen. 

HUMANO ~EXO~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora