OLVIDAR

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Seúl, Corea del Sur.


Lo tenía sobre la encimera, su cuerpo y la pared atrapaban el cuerpo más pequeño de Dyo.

Habían aparecido en la cocina, tomados de la mano, solo unos segundos atrás. Todo había fluído con tranquilidad hasta que el humor del teletransportador había cambiado repentinamente, oscureciendo sus ojos y sus sentidos a la vez.

Kai tenía sus manos sobre la pared, justo a la altura de la cabeza de su acompañante. Sus labios se negaban a abandonar los del guardián contra la pared, a pesar de que el oxígeno escaseaba y las respiraciones de los dos eran demasiado ruidosas para no ser escuchadas por quien estuviera del otro lado de la pared.

Kai bajó lentamente, creando un camino de besos mojados que recorrían mandíbula, cuello, hombro, clavícula... De pronto la camisa estorbaba y fue lanzada al suelo. Cuando el camino que llegaría muy al sur, recorriendo pecho, pezón, estómago, ombligo, se vio interrumpido por el pantalón, este también se volvió un obstáculo para los dos.

El suelo dio cabida a las prendas que caían sobre las frías baldosas; primero en la cocina, unos segundos después habían sido teletransportados a la mitad de las escaleras, porque no había suficiente concentración para teletransportarse al lugar correcto. Siempre con Dyo contra la pared, Kai siguió besando con violencia el cuerpo humano del ser más fuerte conocido en la infinidad. Un par de prendas más quedaron ahí, dando testimonio de la pasionaria impaciencia.

En medio de la oscuridad, era el brillo en los ojos negros de Kai el que guiaba en la dirección correcta hacia la habitación y la fuerza de Dyo se encargó de sostenerlos en pie las muchas veces que tropezaron entre besos, escalones, jadeos, alfombras y desnudez.

En algún momento, ya dentro de la habitación, ambos padecían de ceguera, ya sea por la falta de luz o porque en algún punto ambos habían cerrado sus ojos para entregarse completamente a las sensaciones que recorrían sus pieles.

En la mente de Kai solo había una cosa: someter al guardián de la fuerza. Quería marcar toda su piel con sus labios y delinear cada curva con su lengua.

Dyo sentía su cuerpo como un caos de terminaciones nerviosas encendidas y chispeando, no podía hacer otra cosa que hundir sus uñas en la espalda del teletransportador y suplicar porque ese placer no terminará jamás. Kai era muy poco delicado en ese momento, tenía sus dientes en el cuello de Dyo, era un dolor tan fuerte y placentero a la vez que el guardián de la fuerza empezó a cuestionarse la fidelidad de las palabras con su significado. La espalda amplia de Kai estaba húmeda y sus dedos se deslizaban en ella al intentar sostenerse. Kai gemía pesadamente cerca de su oído y Dyo sentía que no lo soportaría más; contradictoriamente, empezó a pedir más, porque no importaba cuán rápido fuera Kai, él necesitaba más; el guardián de la fuerza sentía que cada estocada lo llevaba al cielo, pero necesitaba más, más fuerza, más rapidez, más de Kai fundiéndose con él.

Kai acariciaba todo el cuerpo que acorralaba y sentía suyo; piernas, muslos, abdomen... como si tuviera manos de sobra. Estrujaba la delicada piel blanquecina y volvía a gemir, tan cerca del oído de su compañero, que el sonido se grababa en la mente del más bajo y su cerebro reprodujo el incitador sonido una y otra vez, y otra vez, y otra más, hasta que Dyo se encontró a sí mismo copiando el sonido solo para recibir una mirada intensa de Kai, esa misma mirada que lo desnudaba, esa mirada fija y penetrante que acababa con su cordura a paso lento. Kai lo veía a los ojos sin dejar de moverse y era tan excitante verlo moverse, verlo ondear su abdomen y mover sus caderas hacia adelante, adentrándose cada vez más en su cuerpo, que en ese momento olvidó todo, olvidó causas y razones. Olvidó que había sido desterrado. Olvidó para qué lo habían enviado a la Tierra. Olvidó sus inseguridades y olvidó completamente lo que era sentirse solo y aislado.

HUMANO ~EXO~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora