AMENAZA

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Kris estaba sentado en el suelo apoyando su espalda en la de Jimin. El humano parecía a punto de caer desmayado y el guardián no se veía mejor. Sus rostros estaban sucios, también sus ropas, incluso el vendaje en el pie del agente. Todo el camino de desde Belice hasta la Gran isla lo habían hecho volando, pero aún así había sido agotador. Especialmente para el humano, que no tenía superfuerza.

—¿Crees que vuelva por nosotros? —Jimin preguntó con temor después de un rato.

—Volverá —Kris aseguró con una pequeña sonrisa—. Descansa, yo cuidaré tus espaldas.

Las mejillas de Jimin se calentaron. De verdad agradeció que el extraterrestre no pudiera verlo.

—Se supone que yo debo cuidarte a ti —murmuró.

—Y lo haces, pero puedes tomarte un tiempo libre cada veinte horas.

Kris escuchó un ronquido y rió suavemente. El tiempo transcurría lentamente y tenía la sensación de no solo estarlo imaginando. Estaba a punto de quedarse dormido cuando notó que alguien caminaba hacia ellos tranquilamente. Aunque quiso saltar para tomar a su compañero entre sus brazos y besarlo hasta el amanecer, no se movió, incapaz de despertar a Jimin.

—¿Qué hiciste con ella? —preguntó sin moverse de su lugar.

—La puse en libertad —Tao respondió encogiéndose de hombros.

Kris sonrió con cierto orgullo.

—Debería haber más seres de buen corazón como tú por aquí.

Las mejillas de Tao se tiñeron de un suave rosa.

—Vamos, llevemos a este niño a descansar a otro lugar. Tu espalda no debe ser tan cómoda.

Kris sonrió con malicia. —Eso lo dices eso porque estás celoso.

Tao lo miró con severidad. Se acuclilló frente a él y besó sus labios por un instante. —No estoy celoso —gruñó.

Al final tuvieron que despertar a Jimin para volar a algún lugar en donde pudieran descansar. Pero el humano se quedó dormido instantáneamente en cuanto su cuerpo se acomodó en una de las dos camas. Ni siquiera quiso acompañarlos a cenar la pizza que habían comprado de camino al motel.

Tao tomó una toalla y se metió al cuarto de baño para asearse. Su rostro se veía mucho más moreno de lo que era y estaba seguro que no era culpa del sol sino de la tierra que se quedaba pegada a su cuerpo. Suspiró y tomó un cepillo dental. Escuchó unos suaves golpes en la puerta de madera mientras se cepillaba, segundos después vio por el espejo como su compañero asomaba la cabeza.

Kris entró y abrazó la cintura de Tao que cepillaba sus dientes frente al espejo. Lo observó detenidamente y se pegó más a él casi impidiéndole que se enjuagara la boca. Puede que estuviera siendo demasiado pegajoso pero tenía la sensación de que el tiempo se les acababa.

—¿Por qué no alargas el tiempo? —Kris preguntó de pronto. —Como hiciste en Belice. Quisiera quedarme así contigo por una eternidad.

Tao secó sus labios y negó, apartando su mirada del reflejo en el espejo. 

—Es muy peligroso —susurró—. No debí hacerlo.

Kris le besó el cabello y asintió.

—Lo sé. Pero te lo agradezco, de verdad se sintieron como días de descanso.

Tao forzó una sonrisa y se giró para mirarlo sin la ayuda del espejo. Kris le devolvió la mirada con sus dulces ojos como la miel y le acarició una de sus sucias mejillas.

HUMANO ~EXO~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora