TRAVESÍA

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Lay vagaba por las calles de lo que podría ser Calcuta en la India, aunque no había forma de saberlo con certeza cuando él se negaba a hablar con la humanidad y no prestaba atención a las señales o a la dirección que sus pies seguían.

Había sido un largo camino y había visto cosas que estaba seguro de no haber visto antes, cosas que nunca hubiera imaginado; una mujer de piel morena había puesto frente a él a una niña y se la había ofrecido a cambio de dinero, vio a un hombre matar a otro estrangulándolo con sus propias manos, niños sucios corriendo de aquí para allá por lugares en los que no había carreteras, pieles de animales muertos por todas partes, un hombre que golpeaba a una mujer hasta dejarla inconsciente... podría seguir enumerando, pero realmente no le importaba. Aunque una pequeña chispa de entendimiento floreció en su cabeza luego del primer terremoto que sacudió el suelo bajo sus pies; la misma naturaleza estaba sacándose de encima a su plaga. Era justo y además necesario.

Sin duda, aquel era un lugar peligroso, pero no sentía miedo. De hecho, fueron los muchos asaltantes, vándalos, estafadores, asesinos o violadores quienes temieron al verlo pasar. Tal vez supieron reconocer la falta de humanidad en aquel extraño que caminaba entre ellos sin mirar atrás.

De pronto, el guardián del elemento de energía notó una presencia cercana, se preguntó quién era el valiente que le seguía arriesgándose a perder la vida. Se detuvo y se giró con tranquilidad. Había esperado ver a un hombre, pero no había nadie a su alrededor. Estuvo a punto de continuar con su travesía, cuando un maullido llamó su atención. Un gato bastante grande, pero en los huesos, estaba sentado frente a él. 

Movido únicamente por la curiosidad, el guardián se acuclillo y lo observó. Un ser en un estado deplorable le devolvió la mirada. Una mancha blanca interrumpía el iris verde en uno de sus ojos, faltaban mechones en su pelaje marrón, encogía una pata hinchada y tenía un corte demasiado grande en su cuello. 

El animal se acercó cojeando a la mano extendida del ser sobrehumano y frotó su delgaducho cuerpo sobre ella, sintiéndose atraído por el extraño personaje que andaba en dos patas, como si supiera que este podía devolverle su salud.

Lay lo miró por unos segundos, había algo en su interior que parecía querer salir pero se atoraba a medio camino. Frunció el ceño y le dio vuelta a la palma de su mano, acariciando levemente el lomo del felino. Siguió mirándolo unos segundos más, algo desconocido dentro de su ser lo empujó a coger al gato para ayudarlo, pero no lo hizo. Se levantó y habló por primera vez en varios días.

—Debo irme —dijo y gato pareció comprender aquel idioma que en la Tierra no había sido hablado antes. 

El guardián se levantó, se giró y se alejó. Luego de haber avanzado unos diez pasos sintió esa presencia otra vez, el gato lo seguía de nuevo.

—Vete, no me sigas. No tengo nada para ti.

Siguió caminando, sintiéndose observado, y se giró por tercera vez; el gato caminaba cerca de él. Se detuvo y lo observó con los ojos entrecerrados. La necedad del animal lo irritaba. No es que hubiera estado de muy buen humor en los últimos días de todas maneras. 

—Está bien, si quieres seguirme es tu problema —el gato lo miró y maulló, Lay no comprendía bien su idioma pero supo que el animal se quejaba del dolor en su pata—. No te cargaré —le advirtió.

El sobrehumano se giró pero no caminó, un dolor de cabeza descomunal lo atacó en ese momento, dejándolo ciego por un instante. Recuerdos intentaron abrirse paso por su mente, pero no pudo ver más que imágenes borrosas. 

Una sonrisa en un rostro que no podía distinguir. Una mano, agua y una sustancia grisácea que se unían... y de pronto sintió alivio. 

Jadeó y se dejó caer al suelo. Era una zona rural; frente a sus ojos, todo era un camino de tierra, pero se sentó ahí, en medio de la nada y el gato se apresuró hacia él y se acurrucó sobre sus piernas. 

HUMANO ~EXO~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora