Aquella mañana desperté feliz. Después de mucho tiempo había podido descansar en forma, me sentía renovada y un poco tranquila.
Eran las seis y media cuando abrí los ojos. Fui a la cocina a preparar algo de cereal con yogurt, regresé a la cama, prendí el televisor y vi las noticias matutinas. El mundo seguía igual de caótico con una que otra noticia buena.
Un par de horas más tarde me bañé, me cepillé el cabello, me pinté las uñas y me maquillé un poco. Elegí usar uno de mis hermosos y acampanados vestidos pin-up color blanco con cerezas, unos zapatos de tacón pequeño color negro y un bolso negro. Tomé mi folio y me fui a la calle Lido, a donde llegué faltando diez minutos para la cita.
El edificio era gigante, se veía mucho más alto que uno que ya conocía, era de color gris con vidrios polarizados. Las puertas se abrieron ante mí y entré a la sala de recepción, era pequeña y de color blanco, había un sofá y un sillón negro con una mesa de cristal en el centro. Tras un elegante escritorio estaba sentada una muchacha muy linda.
—Buenos días, ¿en qué le puedo ayudar? —me preguntó al acercarme.
—Vengo a una cita con Martina Torre, piso 24, oficina 302—respondí.
—¿Quién solicita?
—Laila Haggard.
—Un momento por favor —dijo tomando el interfono.
Mientras esperaba las puertas se abrieron, volteé a mirar y me pasmé al ver a Samuel, quien me observaba de arriba abajo. Llevaba un pantalón pardo, unos zapatos negros, una camisa blanca y un blazer negro.
—Señorita Laila, use esta llave para abrir los ascensores y las puertas de los módulos —dijo la joven entregándome una tarjeta plástica—. La editora la está esperando.
—Gracias —respondí al tomarla.
Me di media vuelta y caminé hacia uno de los ascensores, puse la tarjeta en un lector y mientras esperaba que bajara escuché a Samuel hablar con la recepcionista, al parecer se conocían muy bien. La campanilla del ascensor sonó anunciando su llegada. Me subí en él y al girarme, vi a Samuel entrando tras de mí. Las puertas se cerraron y quedamos en completo silencio.
—Te aseguro que esto no se moverá si no oprimes un número —dijo, oprimiendo el botón del piso 24.
—No hay necesidad —dije—, ya está hecho.
—¿Vas a ver Martina? —me preguntó.
—¿Por qué otra razón estaría aquí? —indagué sin mirarlo.
—Así que seleccionaron tu pintura —dijo con desgana—. Felicidades.
—Gracias —dije, siendo más tajante de lo que pretendía.
Subimos de prisa sin parar en ningún piso, tampoco hablamos de nuevo, aunque cruzamos nuestras miradas al sentir el incómodo silencio. Él bajó primero y, suponiendo hacia donde iba, lo seguí. Usó su tarjeta y abrió el cubículo de cristal que daba al pasillo del piso. Había varias oficinas en el lugar, todas de cristal dejando ver quienes estaban en ellas, fuimos hacia la oficina 302 que tenía sus puertas abiertas de par en par y estaba vacía, Samuel ingresó primero y yo lo hice después. Me senté frente al escritorio, por su parte, él se ubicó cerca de una inmensa ventana contemplando el colosal panorama de la ciudad.
—¡Hola! —dijo una expresiva mujer al entrar a la oficina. Usaba el cabello corto, las pestañas llenas de mascara y los labios escarlatas, tenía un vestido negro ceñido al cuerpo y unos tacones rojos punta de aguja. Llevaba entre sus manos una taza llena de café caliente—. Laila, ¿no? —dijo acercándose a mí.
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Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)
RomanceCuando Laila Haggard, guiada por un sueño, conoce a Samuel Gross, descubre que éste no solo es el famoso escritor Sam Sly, sino que también es un poco diferente a ella; sin embargo, eso no es impedimento para que la atracción haga de las suyas y naz...