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Regresaba a mi casa pasado el mediodía. En recepción me habían entregado el famoso sobre más unos duplicados de los papeles que acababa de firmar, Samuel me había solicitado mi correo para enviar algunas ideas e insistió en que abandonara el proyecto si no me sentía cómoda. Eso me había dado más coraje del que él hubiera pretendido.

Al llegar a mi departamento me quité los diabólicos tacones (sí, son hermosos, pero también tortuosos) y descargué mi bolso en la mesa. Saqué los papeles y tomé el sobre para abrirlo. Había demasiados billetes y me sorprendí al ver la totalidad de la suma que tenía en mis manos, era lo que ganaba en tres meses. Bien, había sido una excelente idea renunciar.

Me desmaquillé y me cambié de ropa por algo más placentero, preparé algo rápido de comer y me entretuve en mi cuarto de dibujo. Templé el papel y comencé a dibujar trazos con el lápiz, al final tuve como resultado el bosquejo de una mujer desnuda, la cual me daba la espalda y me miraba por encima del hombro.

Tomé el carboncillo y remarqué las líneas principales del cabello y el rostro, proseguí con los brazos y la espalda hasta las nalgas que estaban descansadas sobre los pies. Si había algo que detestaba era el no poder difuminar las zonas más delicadas del dibujo con mis dedos. Agarré el difumino y desvanecí las sombras de los ojos, la nariz, el arco de cupido y el hueso de la ceja. Sombreé el cuello y el lóbulo de la oreja con mis dedos, y pasé al torso donde dibujé los brazos y le di profundidad a los huesos y músculos de la espalda. Ahora solo quedaba remarcar algunos detalles y dar iluminación con la goma de borrar.

Estaba demasiado cansada para continuar, ya eran las seis de la tarde cuando salí de allí para comer algo. Hice un poco de pasta y la bañé en salsa de tomate, cogí mi plato y lo llevé a mi habitación, saqué mi laptop de la mesa de noche para ver si ya había recibido el mensaje que esperaba. Efectivamente, ya estaba en mi bandeja de entrada.

 Efectivamente, ya estaba en mi bandeja de entrada

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Había olvidado por completo el mensaje. Fui a la cocina por mi móvil y regresé a mi cuarto de dibujo. Prendí la bombilla, tomé un papel y empecé a anotar todo lo que requería para el trabajo, miraba a mi alrededor esperanzada de no olvidar nada. Observé mi dibujo en proceso y supe que ella era la indicada. La mirada de mi chica era intrépida, pero la curvatura de sus labios me daba confianza y, sin duda, me enseñaba que era estaba feliz.

Recordé el mensaje y terminé la lista. Buscaba la tarjeta que me había dado cuando mi teléfono comenzó a vibrar de forma escandalosa. "Tiene 4 mensajes nuevos", se leía en la pantalla. La desbloqueé y entré a la bandeja, un número desconocido me había bombardeado de mensajes. Abrí el chat y, en cuanto leí la primera línea, supe que se trataba de Samuel.

Desconocido

-Le recuerdo la lista de materiales.

-Ya le envíe un correo con mis primeras apreciaciones.

-No olvide que, si no se siente cómoda, puede renunciar

de inmediato.

-Gracias.

Y seguía con la misma historia. Al parecer, no podía entender que no pensaba dar un solo paso atrás. Tomé una foto de la lista y se la envíe. Regresé al caballete para iluminar lo que faltaba del dibujo y sombreé un poco el suelo donde se apoyaban los pies. Puse mi firma en la parte inferior y retiré la hoja para ponerla sobre mi escritorio y tomar una en blanco. La templé y me quedé en blanco pensando en el hombre que Samuel había pedido. Mi teléfono sonó de nuevo, era él otra vez.

Desconocido

-Ya recibí la lista.

-La espero mañana a las 9:00 a.m.

-No olvide llegar temprano.

-Pensé que no trabajaríamos los fines de semana.

Desconocido

-Esa es la idea. Será solo por esta vez.

-Recuerde lo que le dije.

-Empiece el trabajo.

-Hasta mañana.

-Por favor, cuando me escriba, procure enviar

todo en un solo mensaje. Buena noche.

Apagué el celular para ponerlo a cargar en mi habitación, regresé de nuevo ante el caballete con una clara idea de qué debía dibujar. Realicé una versión más joven de Samuel, con su cabello ondulado y sus gruesas cejas color negro; sin embargo, había un detalle que no pasaba desapercibido y lo transformaba totalmente del real, un detalle que aún no lograba descubrir. Estaba sentado en una silla, con los brazos apoyados en las piernas, llevaba un pantalón arrugado y una camisa holgada. A diferencia de Samuel, esperaba que mi personificación caminara. Puse mi firma en una esquina de la hoja antes de limpiarme las manos con un paño húmedo.

Eran casi las dos de la mañana cuando me metí en la cama Ya había desconectado mi móvil y guardado el computador en la mesa de noche, así que cerré los ojos dispuesta a afrontar lo que viniera.

Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora