Desperté cuando el agua, ya fría, se coló tras mi cuello, me estaba hundiendo y no me había dado ni cuenta. Me desperecé y puse la bañera a desaguar antes de tomar la toalla para medio secarme y envolverme en ella. Abrí la puertecita y me encaminé al lavabo en busca mi teléfono, tenía 2% de batería, eran las 10 de la noche y aún sonaba. Lo tomé y volví a la habitación para tirarlo sobre la cama e ir rumbo a mi estudio mientras canturreaba el coro de la canción que sonaba.
—But you didn't have to cut me off... Make out like it never happened and that we were nothing... And I don't even need your love... But you treat me like a stranger and that feels so rough...
Agarré el conjunto de ropa interior que encontré en mi armario y me acerqué al caballete que tenía armado, pensando en lo que había planeado. Mis compañeros de la universidad vendrían a la semana siguiente, y aún debía contactarme con Ramiro, porque no había respondido a mi llamado; por lo pronto, debía decidir con Santiago donde pondríamos el estudio para los cuatro y si eso sería suficiente.
Me asomé al pasillo al escuchar como Samuel discutía de nuevo, eso no era normal, comenzando porque muy rara vez él se enojaba. Apagué la luz del estudio y me fui a buscarlo a su oficina, en cuanto me vio entrar, detuvo la conversación y colgó su teléfono.
—¿Qué pasa?
—Eso es lo que te pregunto —contesté acercándome a si escritorio—, ¿estás molesto por lo de anoche? —la mirada fría me regaló una respuesta más que obvia.— Lo siento, últimamente he estado muy estresada y...
—Supongo que tú desajuste hormonal es lo que te tiene así —interrumpió—. No te preocupes, no solo es por ti. Estoy ocupado con el trabajo y no he podido presentarle mi nuevo manuscrito a Martina. Yo también ando estresado. ¿Bien?
—Vale... —lo mejor era salir de allí.
—¿Te puedo pedir un favor?
—Claro —me viré para verlo—, ¿qué cosa?
—El sábado es el BabyShower de Anna —respondió, buscando algo en uno de los cajones—. Es una niña, entonces quería...
—El sobre es azul —murmuré cuando lo puso sobre su escritorio.
—Sí, pero la carta dice que es una niña —refutó—. El caso: tú eres mujer, es obvio que tienes más sentido de la moda y un dormido instinto maternal, por eso quería saber si podrías comprarle algo.
—¿Ropa... para bebé? —me sentí alarmada sin saber bien la razón, y tuve el movimiento reflejo de llevarme la mano al abdomen.
—No lo sé —frunció el ceño—. Quizás una carriola o una bañera, no sé. Solo que sea lindo para una niña.
—O que sea útil... —agregué en medio de un susurro.
—Lo que sea. Entonces, ¿lo harás?
—Obvio —respondí rodeando los ojos—. Mañana saldré con Santiago, así que podríamos ir a buscar el regalo para la bebé. ¿Nos acompañas?
—No —dijo de inmediato—. Tengo mucho trabajo.
—¿Y el viernes? —insistí, pensando que, con suerte, en un par de semanas, nosotros estaríamos buscando lo mismo.— Así podemos ir juntos.
—No. Hay una reunión en presidencia.
—Entiendo. Ya miraré que encuentro entonces.
—Muy bien —su teléfono comenzó a sonar, pero él solo rechazó la llamada—. Ya te puedes ir.
—¿No vendrás a dormir conmigo? Ya casi es media noche y deberíamos ir a dormir.
—No.
—¿Qué? —no entendía porqué decía eso.— ¿Por qué?
—Porque no.
—¿Qué no tienes otra palabra que no sea no? —me miró fijamente haciéndome explotar.— ¡Dame una valida y jodida razón, Samuel!
—¡Porque no se me da la regalada gana, Laila! —gritó, golpeando su escritorio con sus manos y dejándome de una sola pieza.— ¿Contenta?
Lo observé fijamente con los ojos cristalizados, me sorprendía lo que acababa de hacer y me pregunté qué pasaría si él caminara. ¿Le habría bastado con solo golpear la mesa?
—No se te ocurra venir a la cama esta noche —sentencié, las lágrimas corrieron por mi rostro y la voz se me hizo aguda.
—Ni tenía ganas de ir —dijo a modo de respuesta, ignorando las goteras que me caían del mentón—. Vete a dormir, Laila. No hablemos más por hoy.
—Levantarme con una rosa no será válido —di media vuelta, recordando lo que había ocurrido tras nuestra discusión sobre David—, así que ni lo intentes.
—Créeme que no lo voy a hacer.
La frialdad con la respondió me hizo salir de prisa. No había terminado de cerrar la puerta y el llanto ya estaba haciendo estragos en mí. No entendía como podíamos haber pasado del cielo al infierno en tan poco tiempo.
Corrí a la habitación para encerrarme con pasador, tirarme a la cama y llorar. Pensaba quedarme dormida así, pero se me cruzó por la mentes que quizás Samuel necesitaría usar el baño o querría venir a dormir conmigo, por lo que me puse de pie y quité el pasador antes de meterme bajo las mantas y sucumbir en medio de mis lágrimas.
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Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)
RomanceCuando Laila Haggard, guiada por un sueño, conoce a Samuel Gross, descubre que éste no solo es el famoso escritor Sam Sly, sino que también es un poco diferente a ella; sin embargo, eso no es impedimento para que la atracción haga de las suyas y naz...