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—¿A Santiago? —pregunté volviendo al comedor para tomar mi móvil.

—Sí, a él —respondió guardando la carta, mientras Francisco se sentaba en sofá—. En estos momentos es la persona idónea.

—Creí que no trabajaba... —murmuré buscando el numero.

—Es verdad —asintió girando la silla un poco hacia mí—. Tengo entendido que lleva casi diez años sin trabajar de lleno en el medio, pero un abogado nunca deja de serlo.

Le di la razón marcando el numero de Santiago. Esperaba en verdad que pudiera ayudarnos, en especial a Francisco, quien no podía arriesgarse a perder al único ser que lo conectaba directamente con Anna. Samuel habló con su compañero y acordaron que vendría antes del medio día, por lo que le pedí a Irene que prepara suficiente comida para un almuerzo de cinco personas.

Mientras esperábamos a Santiago, hablamos sobre Eva y de como llevaba Francisco llevaba la partenidad. De paso, Samuel aprendió a cambiar pañales, pues cuando llego la hora, mi doctor le delegó toda la responsabilidad al futuro padre. Me causaba ternura ver la dedicación que ponía al hacerlo, recordándome una vez más que no estaría sola en eso que llaman paternidad.

Unas cuantas horas después, exactamente al medio día, Santiago llegó vestido de una forma informal y un tanto despreocupada. Me era extraño verlo así, en especial por tratarse de un asunto tan importante como lo era la hija de Francisco, y es que, a esas alturas, ya todos sabían que Eva era lo único que le quedaba de Anna.

Nos sentamos en la mesa cuando Irene sirvió el almuerzo, entretanto Santiago seguía escuchando a Francisco y todo lo que había pasado con Annie. Esa mujer estaba loca, antes de intentarlo por los medios jurídicos, apareció en la casa con la excusa de visitar a la bebé, por suerte la sobrina de Francisco sabía que ella no era una buena persona y no la dejo pasar. Del mismo modo, gracias al circuito de vigilancia que había en la manzana supieron que Annie pasaba algunas veces para merodear e incluso cruzaba el antejardín con la intención de ver cómo entrar a la casa.

—Siempre escuché comentarios poco agradables sobre ella, pero nunca esperé oír esto. 

—Yo también me siento bastante sorprendido —dijo Santiago, apoyando las palabras de Samuel—. Pensé que sería un caso simple de cuestiones familiares.

—¿En serio creíste que era una cuestión simple? —fruncí el ceño al mirarlo.

—Sí —afirmó bebiendo lo que quedaba de agua en su vaso—. Por lo regular, las cuestiones familiares van a los juzgados de conciliación, luego de unas citas y algunos estudios, se llega a un acuerdo. Nada del otro mundo. Incluso, dadas las circunstancias y por lo que me explican, se podría acordar que la madre de Anna pueda tener horarios de visita, mas que por el asunto legal, se hace en consideración de que ya es una señora mayor y que ha perdido a su hija; pero esto es muy diferente a lo que venia preparado.

—¿Qué quiere decir con eso? —preguntó Francisco aterrado, cubriendo a Eva con sus brazos de forma instintiva.— ¿Se refiere a una patria de potestad compartida?

—Para nada, eso solo es para los padres —contestó Santiago como si notara el cambio de su actitud— . En este caso seria una custodia por consideración y no es más que un acuerdo que amerita de su consentimiento. Ahora, lo que sí noté es que no solo tratamos con un caso familiar, sino con una invasión a la propiedad privada.

 —Agregando la agresión a Laila —le recordó Samuel.

—Por eso mismo me pregunto si ella no es una desequilibrada mental —suspiró—. Podríamos solicitar un examen para perfilación psicológica y psiquiátrica de ella. También debo revisar los acuerdos de ley de los ultimo cinco años, para ponerme al día en la materia.

Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora