El joven se adentró nuevamente y Laila se puso de pie para seguirle los pasos. Tomé la pañalera y la puse en mis piernas, no sin antes decirle a Laura que ya regresaba para recibirle el formato de pago; no obstante, en cuanto logré acomodar la silla frente a la puerta, el médico me detuvo informándome que allí solo podía ingresar el paciente y, dicho esto, la cerró en mis narices. Exhalé molesto, pensando que aquello no habría sucedido en una clínica privada.
Me ubiqué nuevamente junto a Laura, quien me entregó el papel, insistiendo en preguntarme si estaba seguro de lo que iba a hacer. No me quedaba duda de ello, pero, para que estuviera más tranquila, le pedí que me acompañara a entregar la relación; sin embargo, al verse víctima de una contracción, decidí ir por mi cuenta a terminar el procedimiento, el cual demoró bastante.
Recibí mi tarjeta y, una vez procesaron la información de ambos formatos, volví a ubicarme frente a la puerta del consultorio al cual Laila había entrado. Laura tuvo otra contracción en ese mismo momento, por lo que se aferró a mi brazo derecho, tratando de buscar un apoyo.
—Disculpe.
—No se preocupe —respondí con la mirada fija en la puerta, imaginando que después la situación sería igual con Laila.
—¿Por qué lo hizo? —Se atrevió a hablar, tras quedarse callada por varios minutos.
—¿Qué cosa? —La miré.— ¿Lo suyo?
—Sí...
—Mi esposa está atravesando por lo mismo, sé que podríamos estar en un lugar... diferente, pero esta fue su decisión y trato de respetarla; aun así, si las circunstancias fueran contrarias, me atrevería a decir que agradecería el que alguien le ayudara —le extendí la tirilla del pago, la cual tomó titubeante.
—Lo recibo porque ahora en verdad lo necesito, pero no tengo cómo pagarle... O no por lo pronto.
—No le he pedido en ningún momento que lo haga.
—Si el costo sube, tal vez necesite ayuda para...
—No tiene que hacerlo —dije, mirando la hora en mi celular—. Yo asumo lo que corresponda a su estancia en el hospital.
—¿Samuel, ¿verdad? —Preguntó, a lo que afirmé con la cabeza, volviendo a verla.— Muchas gracias. Estoy segura de que tiene ganado el cielo.
Solté una risa inaudible, que seguro, de ser oída, sería desagradable.
—Tómelo como una ayuda divina si así lo desea.
—Prefiero creer que Dios le hizo un corazón gigante que está lleno de compasión.
—Como usted quiera, por mí está bien.
Me quedé en silencio, esperando que alguien me diera señales de Laila; sin embargo, lo único que me sorprendió tras la puerta, fue una doctora llamando a otro paciente, quien pasó por mi lado y entró al consultorio. Miré la hora en el reloj de pared, extrañado al notar que habían pasado más de quince minutos desde que Laila había entrado a consulta y aún seguía sin salir.
—¿Acaso atienden a dos personas por consultorio? —pregunté al aire, frunciendo el ceño.
—No don Samuel, los consultorios están detrás de esta puerta. ¿Nunca había venido?
—No de esta manera —respondí buscando mi móvil al recordar las pocas veces en la que había hecho presencia en aquel lugar.
El mismo doctor que me había impedido el paso, apareció en la puerta llamando esta vez a Laura, quien, sobresaltada, se puso de pie, tomando su bolso.
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Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)
Roman d'amourCuando Laila Haggard, guiada por un sueño, conoce a Samuel Gross, descubre que éste no solo es el famoso escritor Sam Sly, sino que también es un poco diferente a ella; sin embargo, eso no es impedimento para que la atracción haga de las suyas y naz...