—Un poco —contestó, por lo que me volví hacia él para mirarlo—. Sabes, sé que Anna y él ya no tienen nada, así que ambos podemos estar tranquilos con ello —acercó su vaso al mío, invitándome a brindar en medio de risas—; sin embargo, su familia sí que puede ser molesta.
—¿Ah sí?
—Sí —dijo en medio de un suspiro—. La señor que está allá sentada, es la madre de Anna —observé a una mujer mayor, que estaba sentada en el amplio sofá, hablar con otras mujeres más jóvenes—; ella se interpuso a nuestro matrimonio porque quería que siguiera casada con Eriberto, su anterior esposo. La verdad, era una relación muy tormentosa para ella, pero la señora decía que él le convenía más.
—Supongo que Annie tiene la misma la obsesión con Samuel...
—No te equivocas. Ella cree que yo soy muy poca cosa, aún cuando soy mayor que tu pareja; pero también piensa que no hay mujer para él que Anna.
—¿Y Anna qué piensa de todo esto? Perdón que me meta, pero no puedo evitar sentirme celosa cuando se habla de ella.
—A mí a veces se me despiertan los celos al ver la relación que llevan, en especial desde que Anna me contó toda su historia...
—¿Toda?
—Toda. Desde las prácticas hasta después de su divorcio. Incluso sé que cuando empezamos a salir, ella continuaba viéndolo.
—¡¿Qué?! ¿Él lo sabía?
—Creo que sabía que salía con alguien, pero no creo que sepa que era conmigo —respondió.
—¿Y se lo perdonaste?
—Después de que lo supe tuvimos una fuerte discusión, me sentía ultrajado. Ella me prometió solo tener una relación paciente-médico con él y me pidió matrimonio —escuchar aquello me sorprendió bastante, expresión que Francisco vio y no pudo contener la risa—. La primera vez, denegué la oferta y me fui dejándola plantada, después supe que no podía vivir sin ella y fui yo quien solo propuso. Siendo honesto, la amo demasiado como para no hacerlo. Me crucé por su camino en una convención de deontología hace diez u once años y ya llevamos ocho de casados y nueve de ser pareja.
—¿Cuántos años tienes? —pregunté, tras beber por el popote.
—Cincuenta y dos. Anna es mi primera esposa y Eva mi única hija... Uy —se sobresaltó cubriéndose la boca—, el nombre se va a decir al final de la tarde, así que tú no sabes nada.
—Entendido —reí—. Entonces... confías en ella.
—Sí, es una esposa devota y mi familia la quiere mucho, el único inconveniente son su madre y su hermana, pero entre más pasa el tiempo, he aprendido a ignorarlas y ya no me importan como antes.
—Yo no sabría cómo sería mi relación con la familia de Samuel —murmuré viendo a mi novio—. Solo está él, creo que no tiene más parientes por lo poco que dice y sé que sus padres murieron en un accidente al igual que... —no pude continuar la oración, pensando en lo solo que estaba.
—Anna me ha contado un poco de su caso. Son buenos amigos, así que no te preocupes. Más bien cuéntame cómo vas con tu embarazo.
—Samuel no lo sabe —miré a Francisco.
—Eso explica tu cara de pánico cuando me viste —rió.
—¡Es que no esperaba verlo aquí! —exclamé en medio de risas.— Si supiera cómo el destino se las ha arreglado para unirme con Samuel, no me creería.
—¿A qué te refieres, Laila?
—Samuel es mayor que por más de una década —reí—. Cuando tuvo su accidente, el carro con el que colisionaron, tenía dentro a los padres de mi primer novio y a su hermano mayor. El chico murió y mi primer novio nació muchísimos años después, en el mismo día en el que ocurrió el accidente.
—Eso no lo vi venir...
—Yo tampoco —musité—. Mi primer novio murió después de entrar en coma. Sus papás lo desconectaron y mis planes de viajar con él a Estados Unidos se fueron al trasté, por lo que después de graduarme, me quedé en el país. El año pasado conocí a Samuel y cuando se lo presente a mi hermana, resultó que Elsa y él se conocían por medio de Anna.
—¿Mi Anna?
—Esa Anna —señalé a su esposa, quien hablaba con otras chicas.
—No conozco a ninguna Elsa.
—Creo que solo vieron una materia o algo así. Ni conozco muy bien la historia, pero mi hermana se molestó bastante cuando conoció a Samuel —me encogí de hombros—. Y ahora tú. Cuando entré a tu consultorio, la mujer de la foto se me hizo muy familiar a alguien que había visto, pero, con el cabello rojo y el flequillo, me costaba mucho identificarla.
—Cada vez me sorprendes más con lo que dices.
—Pues fíjate que ahora te voy a poner una cereza en el pastel.
—¿Una cereza?
—Sí —parecía expectante a mi respuesta—. Samuel y yo nos conocimos antes de conocernos.
—¿Qué quieres decir?
—Él soñó conmigo hace dos años, dice que se enamoró de mí en su sueño sin saber que yo existía. Yo soñé con él un par de semanas antes de entregarle la pintura para su libro, pero no pensé que existiera.
—En pocas palabras, por un sueño empezó todo.
—Así es —giré la silla para ver a Samuel, ¿cómo era que las cosas comenzaban a ir tan mal de un momento a otro?—. ¿Sabes si mi bebé estará bien?
—Laila —suspiró—, no puedo decirte nada ahora. En este instante solo soy un amigo más y también soy imparcial. Si te digo que no, te preocuparía y si te digo que sí, podríamos tener un resultado inesperado el jueves —puso su mano en mi hombro—. Esperemos, ya verás que todo sucede como tiene que suceder.
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Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)
RomanceCuando Laila Haggard, guiada por un sueño, conoce a Samuel Gross, descubre que éste no solo es el famoso escritor Sam Sly, sino que también es un poco diferente a ella; sin embargo, eso no es impedimento para que la atracción haga de las suyas y naz...