—Puedo viajar en tus piernas como esa vez —murmuré, mientras bajábamos en el ascensor.
—No, Laila. Ahora sí no podemos. Había pensado que nos fuéramos en una de las camionetas, pero Diego tiene razón, debemos llegar con el esquema de seguridad. Como nadie más a parte de ellos puede ir adelante, solicité un auto blindado en el que te irás con Jorge.
—¿Por qué no vienes conmigo entonces?
—Por la silla —contestó mirándome fijamente—. Sabes que quisiera, pero esto no me deja. Ellos ya están abajo, así que nos veremos de nuevo en la casa presidencial. Iré tras de ti, no te preocupes —sonrió tomando mi mano—. Estás deslumbrante, todo saldrá bien.
—No quiero llegar sola a un ambiente que no conozco.
—Tranquila, llegaremos al tiempo, lo prometo.
Bajamos del ascensor para encontrarnos con la camioneta blanca adaptada para Samuel y un auto diferente al que había usado aquella semana y aquel día para ir a la peluquería de "José Antonio". Me subí al vehículo negro, en donde Jorge me saludó de nuevo, notaba mi rostro molesto y me pidió que me tranquilizara. Él tenía razón, solo era un cambio de último minuto para mí. El vehículo de Samuel encendió su motor, dándole entender a Jorge que era hora de ponernos en marcha.
Era muy extraño, porque dos patrullas motorizadas nos escoltaron al dar vuelta en la esquina. Nunca, en mis 24 años de vida, me había imaginado algo así.
—¿Se encuentra bien? —preguntó Jorge mirándome por el retrovisor.
—No. Me siento abrumada. Realmente no sé si quiera ir —contesté mirándome la nueva manicura.
—Ya está hecha y derecha para asistir, no creo que deba echarse para atrás —dijo prendiendo el estero a bajo volumen—. No será mucho tiempo el que estará allí, el ministro se queda por cinco horas si a mucho, así que no se preocupe. Piense que solo será unas cuantas veces y todo habrá acabado.
—¿Unas cuantas veces?
—Sí señorita. Este banquete, el de los próximos dos años. También está el almuerzo de navidad de este y el próximo año, de igual forma el almuerzo de Año Nuevo. ¡Ah! Y no podemos olvidar la despedida del actual presidente y la toma de posesión del sucesor. Si lo mira bien, son pocas actividades de carácter obligatorio.
—¿Obligatorio? —pregunté, a lo que él asintió.— ¿Y si quieren viajar en navidad o están en otras actividades u otros planes?
—Tienen todo el año para hacer lo que guste —rió—, esa es una de las ventajas de tener un cronograma planeado año a año con los diversos eventos. Es por eso que el ministro pudo ir con su familia cuando vino, porque él domina su tiempo siempre y cuando respete el calendario. Las fechas que le mencioné deben ser respetadas; es por ello que se realizan almuerzos, para respetar las cenas y el tiempo en familia.
—No sé si pueda soportar todo eso... —susurré llevándome las manos al vientre.
—Tranquila. Debería saber que usted no está obligada a asistir, pero hágalo esta vez para que descubra otra cara de lo que hace el ministro, ya verá que después de todo no...
—Jorge, para —dije intentando abrir la puerta, aúnque el auto siguiera en estando en moviento. Estaba a punto de vomitar y él no se detenía—. ¡Para!
Mi grito pareció alertarlo, detuvo el auto en seco y desaseguró las puertas para que yo pudiera abrir la mía. Saqué el torso del vehículo, llevándome un mechón de cabello tras la oreja, tratando de no ensuciarme.
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Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)
RomanceCuando Laila Haggard, guiada por un sueño, conoce a Samuel Gross, descubre que éste no solo es el famoso escritor Sam Sly, sino que también es un poco diferente a ella; sin embargo, eso no es impedimento para que la atracción haga de las suyas y naz...