—¿Laila? —preguntó el hombre con evidente confusión.
—Así es, Jero. Es mi novia.
—Un gusto —dijo a la nada. Observé detalladamente como movía su cabeza intentando saber dónde me encontraba.
—Me gustaría poder decir lo mismo —dije en un susurro. Jerónimo se movió bruscamente al oírme, por lo que me sobresalté dando un paso atrás.
—Ve y ponte algo de ropa, amor.
¿Amor? Corrí por el pasillo a toda prisa, saliendo del lugar. Entré a la habitación principal y tomé una de las camisetas blancas que Samuel solía usar bajo las camisas, notando de nuevo que me quedaba extremadamente grande.
Con curiosidad regresé a la sala, Samuel me invitó al pasar con un amplio guiño. Era extraño pero la presencia de Jerónimo me inquietaba. Me senté junto a mi novio, quedando de frente al invitado; mientras ellos hablaban de proyectos con la comunidad en condición de discapacidad, yo me dediqué a ver detalladamente Jerónimo.
Se veía alto, pero supuse que no era tan alto como Samuel. Su piel morena se me asemejaba al color de un café con un poco de leche, era bellísima. Me encantaba su cabello largo, parecía rebelde pero le quedaba de maravilla. Tenía una nariz pulida y unos labios medianos, o sea, ni tan gruesos, ni tan delgados. Sus manos tenían dedos largos y unas uñas mucho más cuidadas que las mías; en una de ellas sostenía algo envuelto en un pequeño bolso, mientras que usaba su otra mano para expresar su lenguaje corporal. Era un adonis.
La conversación se puso interesante de manera repentina. Samuel recibió una llamada de repente, hablo con la persona al otro lado de la linea y después de muchos agradecimientos, colgó.
—Natalí dice que no alcanza a venir...
—¿Iba a venir? —pregunté sonando molesta, cuando eso no era lo que pretendía.
—Sí, venía a traer los documentos para Jerónimo, pero no alcanza —dejó de mirarme para ver al chico, aun sabiendo que este no podía verlo—. Entonces, Jero, ella me los enviará esta noche, en cuanto lo haga, yo te los enviaré a ti.
—Perfecto Samuel, le diré a Héctor que los imprima. Muchas gracias.
—Con todo el gusto del mundo.
El chico se puso de pie sacando lo que tenía en sus manos de la mochilita, caí en cuenta que era un bastón al verlo desplegado. Por primera vez descubrí que habían personas en peor situación que Samuel. Debía ser muy duro para alguien oír un mundo que no podía ver; entonces agradecí que Samuel sí podía verme, oírme y sentirme, aunque fuese parcialmente.
Me quedé sentada mientras veía como mi novio despachaba a su amigo. Al regresar, se ubicó frente a mí detallándome seriamente. Mi ser estaba inundado por un sentimiento de tristeza y dolor, e inevitablemente comencé a llorar.
—¿Qué pasa? ¿Todo bien? —preguntó tomándome las manos.
—No. Me cuesta mucho ver personas así —murmuré.
—¿Así cómo? —limpió mis mejillas con su mano, mientras sostenía las mías con la otra.
—Como él...
—Como yo —me miró fijamente y supe que esa charla estaba en contra de nuestras nuevas políticas de "aceptación".
—No es justo —sorbí por la nariz—. Tú eres bueno y él parece un buen hombre. Entonces ¿por qué están así?
—Pensé que no te afectaba...
—Claro que lo hace. Disculpa, yo sé que esto no debería decirlo, pero no puedo contenerme. Los últimos meses han sido maravillosos para mí, y he de admitir que te has convertido en el centro de mi mundo —reí inquieta, tratando de entender las palabras que mi boca articulaba—. No sé qué me pasa. No sé por qué lloro o porque digo esto, parecen salir de mí sin detenerse un segundo para dejarme pensar. No podría irme, Samuel —apreté con fuerza sus manos—. Y detesto estar llorando cuando no quiero preocuparte, Elsa me dijo que no lo hiciera, no delante de ti, pero me dueles.
Él me observó como si tratara de vulnerar mis códigos e ingresar a mi mente. Apreté de nuevo sus manos y le respondí mirándolo fijamente, pero al final tuve que bajar la mirada porque las lágrimas no me dejaban ver más allá que un par de formas borrosas. Una gota rebelde se deslizó y pude ver como caía sobre la mano de Samuel. Levanté el rostro y me encontré con el suyo lleno de agonía. Estaba haciendo lo que tanto me había forzado a no hacer.
—Lo sien...
—¿Por qué te excusas? No debes sentir nada. Es más, ni me pongas atención —me paré con brusquedad del sillón, generando un leve mareo que pude sobrellevar sin dejar evidencia—, últimamente ando rara. Es eso.
Di un pequeño paso zafándome de Samuel, pero él me tomó de nuevo la mano y me haló hacía sí, dejándome de espalda sobre sus piernas.
—Eres preciosa —susurró a mi oído, sin soltarme.
—No soy la última Coca-Cola del desierto —reí nerviosa, limpiando las lágrimas que aún corrían con mi mano libre.
—No es eso a lo que me refiero. No me conociste cuando caminaba. No viviste todo el proceso conmigo. No estabas ahí cuando todo pasó...
—No sigas —traté de liberarme, pero me apretó con más fuerza. Aquellas frases me estaban doliendo y no entendía por qué.
—Eras una bebé, Laila.
—Lo sé.
—Pero te duele más que a mí mismo. Eso es lo que te hace preciosa.
El llanto silencioso se desbordó de nuevo, pero él sabía que estaba llorando. Me abrazó acunándome contra su pecho. No entendía por qué me estaba convirtiendo en un ser tan sensible, cuando siempre me habían dicho que mi actitud dura era lo que más miedo daba.
—Sé que no suelo ser muy emotivo, pero no sabes cuánto me tranquiliza saber que te importo. Eres la única persona que me queda y no quiero verte triste. Por eso no cargues con el dolor. Déjamelo a mí, soy yo quien lo vive.
—¿Te duele?
—¿Crees que es una buena pregunta? —asentí sorbiendo por la nariz y recordé la charla que habíamos tenido en el campamento—. Sí, duele. Es... un poco difícil no poder hacer algunas cosas.
—Pero no estás solo, por eso déjame compartirlo contigo y así alivianar la carga.
—No —rió con desgana, limpiándome las lágrimas que aún corrían—. Me pesa más verte así, Laila. Eres tan valiosa, que me siento realmente afortunado porque a pesar de esto, me hayas escogido a mí.
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Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)
Любовные романыCuando Laila Haggard, guiada por un sueño, conoce a Samuel Gross, descubre que éste no solo es el famoso escritor Sam Sly, sino que también es un poco diferente a ella; sin embargo, eso no es impedimento para que la atracción haga de las suyas y naz...