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Santiago se alegró en cuanto le di la noticia de que iría con él, Pablo me dejó en manos de Alfredo y Mauricio, quienes me llevaron de regreso al departamento. A pesar de que Samuel no estaba, los guardias rotativos seguían frente a la puerta principal, pasé luego de saludarlos y fui a mi habitación.

De acuerdo con las instrucciones de Santiago, saldríamos el próximo lunes primero de agosto y regresaríamos a principios de septiembre; decidí aquel resto de día organizar el departamento, si bien no podía barrer, nadie me prohibió usar una aspiradora.

Me apoderé de los utensilios de aseo sin usar los que olían fuertes, desde que Pablo había dicho lo de los dilusores, me cargaba un trauma hasta con el polvo de la calle. Con la música a todo volumen pude aspirar y la lavar la ropa de cama tanto de mi habitación como la de Samuel, limpié los baños principales por encima y recogí mis cosas para que solo fuera sacarlas en cuanto volviera.

Samuel no daba señales de vida, cuando lo llamé para ver cómo estaba no contestó. Jorge y Diego no sabían nada de él tampoco, pues parecía ser que en donde estaba, tenía otros guardaespaldas y conductores. El jueves fui a su ministerio para preguntar por él, agradecí tener mi guardaespaldas conmigo, ya que no me querían dejar entrar. Un vez subí al ultimo piso, me sorprendí al saber que muchos me reconocían, pero supe que al verme, comenzaron a hablar en medio de barullos.

—Lo único que sabemos es que no fue un viaje laboral —me dijo una joven que estaba sentada afuera de su oficina—, pidió excusarse por el mes de agosto y pospuso su agenda hasta mediados de septiembre.

—¿Y ni siquiera ha llamado para ver cómo va el trabajo aquí o algo? —pregunté preocupada la saber que no había salido por trabajo.

—No señora. Él solo se fue e hizo lo que ya le dije.

—¿Y no sabes a qué viaje se fue?

—No sabría decírselo, ellos informaron que viajarían al noroccidente del país y que tratarían de no demorarse. Pidieron que no los interrumpi...

—¿Ellos?

—Sí señora —contestó—. El ministro se fue con Natalí, su abogada—agregó en medio de una mueca.

—Entiendo...

—Usted es la esposa, ¿no ha hablado con él?

—No mucho —mentí—. No vaya a decirle que vine a buscarlo.

—Como usted diga.

El viernes me fui al centro de la ciudad para comprar una maleta grande de rodachines, sin pensarlo pasé frente a una sala de ventas de una constructora en la que estaban vendiendo apartamentos de 2, 3 y 4 habitaciones, y apartaestudios de 1 y 2 habitaciones. Me quedé afuera del container leyendo la publicidad que había en la valla a la vez que recapitulaba sobre el dinero que tenía en el banco, cuando me mudé con Samuel mi hermana se llevó unas pocas cosas de papá y yo vendí el resto a una tienda de segunda; con base en eso, pensé que no estaría mal tener mi casa propia, más con la venida de Ismael y su hermanito. Luego de meditarlo entré a ver la oferta, la vendedora me llevó a los apartamentos modelos mientras me contaba un poco acerca de la constructora y la planificación.

Era una propuesta realmente tentadora. Los edificios tendrían zona de juegos, salón comunal, gimnasio, zona verde y abrirían un jardín en la primera planta para niños de 14 a 36 meses; además de eso, los apartamentos contaban hasta con tres baños, fuera de una sala comedor, cocina integral, mirador, una o dos habitaciones y una alcoba principal bastante amplia. Con los apartarstudios el cuento era similar, si solo había una habitación, había un solo baño; si habían dos habitaciones, había un baño incluido en una y un segundo baño completo que estaba en el pasillo. Los precios variaban de acuerdo al espacio y a las necesidades del comprador.

Pensé que con el dinero que tenía en el banco, podía perfectamente comprar un apartamento de tres habitaciones, pero no me dejaría casi nada para amueblarlo; en cambio, si compraba un apartaestudio de dos habitaciones podría amueblarlo e incluso quedarme con un excedente. Las torres serían entregadas a mediados y finales de noviembre; según mis cálculos, los niños nacerían a principios de diciembre, así que era perfecto.

Seguí las indicaciones de la vendedora y llamé a Pablo para que me sirviera de testigo cuando firmara los documentos. Mientras él venía, fui con Alfredo y Mauricio al banco, no podían darme todo el dinero por la magnitud de la suma, pero podía retirar lo suficiente como para la cuota base y así, conforme pasarán los días, entregar el resto.

Cuando volví a la constructora, Pablo estaba allí, esperándome con su uniforme verde menta, no entendía porqué lo había llamado, pensaba que era una urgencia y había dejado su trabajo en manos de una compañera.

—Bueno, tienes razón —dijo en cuanto le conté el plan.

—¿Entonces me servirás de testigo?

—Claro —sonrió—, pero... ¿qué harás con Samuel?

—Nada. Creo que las cosas están muy claras —contesté tajante, sintiendo como se me apretaba el pecho.

—¿Y los bebés?

—No lo va a saber.

—¡¿Qué?! —me miró confundido.— Tiene derecho a saberlo, son sus hijos.

—No voy a dejar que me los quite o que pida algo peor.

—Ya no puede pedirte algo peor. Nuestro país regula el aborto clínico hasta las doce semanas y tú ya vas por encima del límite.

—Bueno, pero no quiero que me los quite...

—No entiendo. Primero no se lo dices porque no quieres que el hombre sufra, ahora no se lo dices porque no se te da la gana.

—Pablo, no lo va a saber. Deja ya el tema.

—¿Pero por qué?

—Porque no.

—Dame una razón válida, Laila —los ojos se me llenaron de lágrimas—. Laila, ¿por qué no? —insistió en tono suave.

—Él... —los goterones se deslizaron y me sentí estúpida por llorar en público.— Samuel se fue de viaje con una mujer.

—Debe ser trabajo.

—No es un viaje laboral —dije de inmediato—. Ayer fui a preguntar por él al ministerio y no saben qué están haciendo por allá. Esa mujer estuvo en la casa hace unas noches y lo besó, él estaba borracho, la detuvo y le dijo que me amaba, ¡pero aún así se largó con ella!

Pablo me abrazó con fuerza, durante esas horas previas había tratado de contener mis emociones y no pensar en ello, pero la verdad era que me dolía porque me había enamorado y lo estaba amando cuando él, seguramente, se estaba perdiendo entre los senos de otra mujer.

—Ven firmemos lo que necesitas y ya después hablaremos de esto —dijo tras besarme la frente.

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Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora