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Octubre fue el mes de las brujas... literalmente.

Gracias a todo lo acontecido en la madrugada del sábado, se desencadenaron bastantes eventos desafortunados en un efecto casi que domino.

Aquella tarde aún sentía que todo había sido un mal sueño y que me encontraba en una burbuja irreal; sin embargo, Francisco siempre nos tuvo al tanto recordándonos que Anna ya no estaría, incluso cuando el cuerpo de su esposa fue trasladado al hospital central. Fuera de eso, aún traía el dolor latente en mi mejilla gracias a la pesada mano de Annie.

Mi mejor amiga llegó pasadas las dos para buscarme. Había olvidado por completo la cita que teníamos en la tienda de novias. Tras contarle todos los sucesos de la noche anterior y recalcarle el porqué de la herida que resaltaba en mi cara, ella me pidió que me quedara en casa, alegando que seguramente estaba cansada física y emocionalmente; sin embargo, entendía que aquello era muy importante para ella, así que me arreglé y la acompañé a cumplir su agenda.

Hablamos de todo un poco, pero nos fue inevitable no centrarnos en el parto de Anna y su triste desenlace. Mi mejor amiga aún no podía creer lo que había ocurrido y me dio a entender que yo no era la única con temor al embarazo.

—No quiero pasar por lo mismo —dijo cuando íbamos hacia la tienda, en el auto conducido por Ramiro—, quiero abortar.

—¿Qué? —pegué el grito en el cielo cubriéndome el vientre.— Pero ¿qué es lo que dices?

—No sé si vaya a ser una buena madre o si mi matrimonio con Mario dure, pero tampoco quisiera arriesgar mi vida por la estúpida fantasía de tener una familia...

Suspiré entendiendo que eran sus decisiones y su cuerpo, yo solo estaba allí para aconsejar y apoyar lo que considerara; de igual manera, nosotras siempre habíamos sido testarudas y nunca nos fue posible cambiar la mentalidad de la otra, supongo que pensar tan diferente era lo que lograba mantenernos unidas.

—Solo diré lo que pienso. Si no crees en tu matrimonio, no deberías casarte —me encogí de hombros ignorando la mirada de reproché que tenía—. Fuera de eso, recuerdo que cuando me llamaste, me preguntaste si no estaba feliz por ti, y es obvio que lo estoy, pero la pregunta es si tú estás feliz. Si no es así, aún estas a tiempo para detener el embarazo, hasta las doce semanas me dijo Pablo. Lo único que yo te pido, es que lo pienses bien, no sea que el día de mañana te arrepientas y te culpes por lo que hiciste. No importa lo que elijas, sabes que aquí estoy y te voy a apoyar en eso —suspiré cuando aparcábamos en el sótano del centro comercial.

—Si pudieras devolver el tiempo, ¿tú... tú lo harías? —preguntó con voz trémula.

—¿Abortar? —levanté la cabeza para mirarla mientras me quitaba el cinturón. Ella asintió haciendo lo mismo. — No, ni de chiste —reí—. Cuando estábamos en la universidad, solía decirte que no me imaginaba teniendo hijos y que solo me enfocaría en mi carrera y David.

—Es cierto, pero David ya no está y ahora estás embarazada.

—Lo sé, por eso mismo, no cambiaría nada —sonreí al tiempo que Ramiro se bajaba para abrir mi puerta—. Es una experiencia que Samuel quería vivir y que yo he tratado de disfrutar, no es sencillo —admití sin moverme—, pero... es maravilloso sentir a quienes crecen dentro de ti, y pensar que luego estarán por la casa corriendo.

—¿No tienes miedo?

—Obvio sí, más ahora, en especial porque quiero disfrutar de mi propia familia, pero también porque no quiero dejar a Samuel. Siendo honesta, me aterra pensarlo y que, quizá, él no pueda solo y se frustre.

—No sé qué hacer —murmuró.

—Pensar es una buena opción, pero piensa más en ti que en lo que digan los demás —contesté bajándome.

Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora