—Tiene que haber una equivocación.
—Señorita Haggard, yo solo hago un diagnóstico previo —dijo, imprimiendo las órdenes médicas—. Aún debe esperar los resultados de los exámenes que le mandé.
—¿No puede haber otra causa?
—Desde mi punto de vista, no. Tiene gran parte de los síntomas de cancer de cuello uterino, además su historia clínica, dice que su madre y su abuela materna fallecieron por cancer de cuello uterino. Lo mejor es descartar —recibí los papeles sin dejar de mirarlo—. ¿Hace cuanto fue su última citología?
—La primera cuando a los 15 y la última hace como un año larguito.
—Ahí hay un problema. Mínimo debería ser cada 6 meses. Por ahora, solo espere a que llegue el día con los especialistas.
—Sí señor. Gracias.
Al salir del consultorio, sentí como el mundo se me caía encima. Si bien, no me había confirmado nada, sí me había despertado una inmensa duda y preocupación. En la sala de espera me detuvieron para llevarme al área de suturas y así coser la herida que tenía en brazo.
—No te muevas —dijo la enfermera al ponerme la inyección de anestesia local—. Creo que serán unos seis o siete puntos, así que tranquila.
Mientras ella lo hacía, yo solo pensaba en Samuel. ¿Qué se suponía que le dijera? ¿Cómo se lo iba a decir? ¿Qué diría él? No quería dejarlo solo, no podía pasarme nada, no ahora cuando las cosas iban tan bien entre nosotros dos.
Finalmente salí de la sala de emergencias con seis puntos. Caminaba cabizbaja hacia la salida principal mirando las fechas de los papeles que acababan de darme, uno de ellos tenía mi número de identificación equivocado, me viré para regresar cuando una mujer me detuvo abruptamente. Tenía una sonrisa amplia, ojos azabaches, el cabello largo de color castaño oscuro, entre 40 y 50 años, además estaba vestida con un pantalón y una camisa blancos. No la reconocí por más que reparé en ella al verla.
—¿La conozco? —pregunté al ver que no decía nada.
—Sí —sonrió—. Seguro no me recuerdas, pero a yo a ti sí, Laila. No olvides que las cosas no son lo que parecen ser —dijo antes de entregarme un trozo de papel—. Sigue haciendo lo que haces con tu vida, y sigue siendo igual de buena.
Continuó caminando sin decir más. Miré el papel, sorprendiéndome al ver que era mi recorte del periódico en el que había encontrado el anuncio de la convocatoria para trabajar con Sam Sly. Juraba haberlo botado tras entregar la pintura, pero en ese instante estaba en mis manos, con el círculo verde que había hecho con un marcador. Levanté la cabeza y no la vi, pero al girarme me choqué con un hombre que llevaba bata.
—Disculpe —murmuré, sin dejar de buscar con la mirada a la extraña mujer.
—¿Laila?
—¿Pablo? —lo miré llena de confusión, y sí, era él.— ¡Pablo!
—¿Qué haces acá? —preguntó envolviéndome entre sus brazos.— ¿Cómo estás? ¿Todo bien?
—No —dije en cuanto me soltó—. El médico dijo que parece que tengo cancer de cuello uterino —y al decir eso, las lágrimas comenzaron a salir.
—¡¿Qué?!
—Me ordenó una biopsia y una cita con el ginecólogo —me limpie las lágrimas con la mano, mientas Pablo tomaba los papeles.
—¿Por qué viniste? —levantó la mirada, sin devolverme las órdenes.
—He estado con mareos, vomitos, se me nubla la visión, sangro entre periodos, es más, me volví irregular. Él dice que tengo síntomas de cáncer de cuello uterino.

ESTÁS LEYENDO
Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)
RomanceCuando Laila Haggard, guiada por un sueño, conoce a Samuel Gross, descubre que éste no solo es el famoso escritor Sam Sly, sino que también es un poco diferente a ella; sin embargo, eso no es impedimento para que la atracción haga de las suyas y naz...