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—Ya lo sabía —sonreí—. Se lo dijiste a Natalí esa noche que te besó.

—¿En serio? ¿Se lo dije?

—Sí, ¿no recuerdas?

—No mucho —suspiró con una curvatura avergonzada en los labios—, pero me alegra que lo...

Su teléfono comenzó a sonar. Me soltó para inclinarse hacia el lado derecho y sacar el celular del bolsillo izquierdo. Tenía razón, era engorroso guardarlo allí.

—Hola... Sí, de hecho ya estoy con ella... La veo bien... —sonrió mirándome.— Me quedé dormido aquí y por es no te llamé... Está bien, yo le digo... Gracias a ti por preocuparte... Bueno.

—¿Algo pasó? —pregunte en cuanto colgó.

—No —contestó, dejando su celular sobre la cama—. Era Lucile.

—¿Ella?

—Sí, la misma que dijo tantas barbaridades en casa —curvo sus labios ligeramente, tomando mi mano—. Quería saber si estabas bien y si aceptarías verla.

—¿Verla?

—Sí—rió de nuevo—. Le diré que dijiste que...

—No, no te preocupes. Dile que en cuanto pueda yo la llamo.

—¿Segura? —ni parecía seguro, claro que yo tampoco lo estaba.

—Sí, comple...

La puerta de la habitación se abrió de forma abrupta, dándole paso a mi hermana, acompañada de Pablo y una enfermera que no conocía. Samuel se giro para verlos, sabiendo que el ambiente estaba tenso en medio del cruce de miradas, en especial la de Elsa que ya me mostraba el reclamo que se venía.

—Hola... —sonreí nerviosa al ver a mi hermana acercarse.

—¿Hola? ¿Hola? —explotó cuando estuvo a mi lado.— Estás en embarazo y me entero porque casi te matas en un accidente automovilístico. ¡Y lo peor! Me lo dijo Pablo cuando ya estas finalizando el segundo trimestre, no tú.

—Calmate —murmuré, notando que estaba verdaderamente alterada.

—¿Qué me calme? Mi hermana menor se preña y ninguno de los tres me lo dice —con la mirada barrio la habitación para ver a Samuel y luego a Pablo.

—A mí ni me mires, Elsa. Tú más que nadie sabes que es la confidencialidad médico-paciente.

—No soy médico —reprochó molesta.

—¡Ay, por favor! Nos regimos por la misma ética profe...

—Ya, ya —los detuve—. Perdón... no quería decirlo hasta que Samuel no lo supiera.

—¿Y hace cuanto lo supo que hasta ahora me entero? —se burló— ¿Ayer o qué?

—De hecho yo me enteré hace unas horas —respondió él antes de que yo pudiera excusarme.

—¡Por Dios! —me miró llena de reproche.

—Pablo fue quien me lo dijo —agregó, hundiéndome aún más.

—Laila, ¿pero qué mosca te picó?

—Es una larga historia...

—¿Pueden dejarnos solas? —preguntó Elsa, volviéndose a Pablo y a la enfermera.

—Primero necesito monitorear a la paciente —dijo ella, pasando por detrás de mi hermana para hacerse a mi lado izquierdo y tomar la planilla que estaba sobre el monitor.

Todos guardamos silencio mientras ella revisaba mi muñeca, el suero que colgaba de la pared y las imágenes que mostraba uno de los monitores. Retiró la manta antes de pedirle a los demás que salieran de la habitación o miraran a otro lado; mi hermana salió al igual que Pablo, pero Samuel se quedó a mi lado y me tomó la mano con una ligera sonrisa. La enfermera levantó mi bata para descubrir mi pequeño vientre en los que habían adheridos cuatro parches con forma de cuadrado, al parecer no había problemas porque me cubrió de nuevo.

Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora