Seguí a Santiago por donde iba, el avión ya estaba preparado para salir y solo faltábamos nosotros. Apuré el paso al ver que Favio nos esperaba en la entrada de embarque, me permitió entrar antes que Santiago, y por último, entró él.
El avión no era como los de las películas, era diferente, muy diferente. Contaba con pocos asientos, quizá unos 20 ubicados uno frente a otro, o de a dos frente a otros dos separados por una mesa, sin duda alguna, era muy lujoso.
Dentro, Santiago me presentó a Lussi, Betsabet, Brian y Michael, quienes eran nuestros encargados de publicidad, marketing y organización, además de ellos, estaba Armando quien sería el médico durante la travesía. En el avión habían auxiliares de vuelo que estaban al pendiente de nosotros, preguntándonos si queríamos algo o si estábamos conformes con las atenciones.
Durante la charla, me confundí bastante creyendo que venderían mis obras, pero el plan de marketing y publicidad era convencer a las personas de visitar Museo del Banco de la República.
—Yo tenía entendido que la entrada al museo era gratuita.
—Lo es —contestó Santiago, recibiendo una copa de vino rosa.
—¿Entonces? ¿Para qué quieren pedirle a las personas que vayan al museo?
—Es muy simple, señorita Haggard —contestó Brian—. Si las personas vienen a la capital, la demanda turística crece y hay retribución económica.
—¿Qué?
—Todo siempre será una estrategia monetaria, Laila —me sonrió Santiago.
Por el altavoz del avión, el piloto nos informó que debíamos ponernos en nuestros asientos, me iba sentar cerca a los demás pero Santiago me tomó la mano y me llevó a los últimos puestos, en una mesa con dos sillas.
—Es mejor por aquí atrás —sonrió, descargando la copa en la mesa—. Siéntate —me senté y él me ayudó a asegurar mi cinturón—. ¿Es la primera vez que vuelas?
—Sí —asentí nerviosa al escuchar el sonido de las turbinas.
—No te preocupes, no pasará nada —sonrió, sentándose frente a mí para asegurarse y tomar la copa de la mesa—. Ya vas a ver que en menos de lo que piensas, llegaremos a Leticia.
—¿Me dirás... c-cómo supiste de mi embarazo? —pregunté asustada, al sentir cómo el avión se levantaba, apreté con fuerza los reposabrazos sintiendo que mi corazón se desbocaba y se me habría un agujero negro en el estomago.
—Calma, Laila, no pasa nada —rió suavemente.
—Esto se siente muy extraño —murmuré, sintiéndome ansiosa, por la ventana se observaba cómo dejábamos el suelo, que se hacía más pequeño conforme nos elevábamos.
—Pronto te acostumbrarás —esbozó una sonrisa—. Ahora sí te cuento —lo miré llena de curiosidad, ya no me sentía tan extraña y toda mi atención estaba puesta en él—. Primero lo primero.
—¿Y eso es?
—Jorge es mi "esposo" —dijo, haciendo unas comillas en el aire. La media luna se amplió en su rostro, me sentía confundida, pero entendí que no estaba mintiendo—. Hace casi un mes vino a mi apartamento asustado porque lo habías metido en un lío y necesitaba una novia para presentarle a Samuel —se carcajeó, mostrándome que no estaba molesto con eso.
—¿Jorge? ¿Asustado? —no me imaginaba eso en él
—Sí —sonrió dulcemente como si lo recordara—, aunque no me creas, suele ser muy temeroso.
—¿Cuánto llevas con él?
—Tres años —contestó bebiendo lo que quedaba en la copa—. Cuando entré al ministerio conocí a Samuel y por medio de él conocí a Jorge, hubo una especie de conexión y a los meses ya andábamos juntos a la sombra de todos para que no hubieran problemas.
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Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)
RomanceCuando Laila Haggard, guiada por un sueño, conoce a Samuel Gross, descubre que éste no solo es el famoso escritor Sam Sly, sino que también es un poco diferente a ella; sin embargo, eso no es impedimento para que la atracción haga de las suyas y naz...