Ya había pasado un mes desde la muerte de nana Emma.
Aquella noche Samuel había vuelto a ser el mismo, solo necesitó un par de horas después de llegar a la capital para tranquilizarse. Aunque no hablamos, no lució molesto cuando me subí junto a él en su camioneta para regresar a su casa, seguidos por Jorge quien nos escoltó hasta el edificio donde hizo relevo con Diego.
Al llegar, me senté en el sofá de mi estudio pensando en todo lo que había ocurrido. Samuel tocó antes de entrar, algo que se me hizo extraño.
—Pasa...
—¿Te lastimé? —me preguntó tomando mis manos para verlas.
—No.
—Perdona mi comportamiento. No me siento... bien.
—Lo entiendo...
A la mañana siguiente podíamos ir a la sala de velación, pero Samuel solicitó que la cremaran de inmediato pues, a parte de él, no existían más dolientes. Mi familia llegó con Pablo al cementerio, donde Samuel se disculpó con ellos por lo ocurrido la noche anterior. Pasamos juntos unos días más en familia antes de que se fueran, aunque no quería, era inevitable por el trabajo de Robert.
—Sal de allí si sientes que no puedes con él —dijo mi hermana antes de irse.
—Lo haré.
Robert se despidió dándome un beso en la cabeza y halando a Paul que no quería soltarme. Había aceptado irme a vivir con Samuel, algo que él agradecía, pues no quería estar solo, algunos de sus guardaespaldas me ayudaron en la mudanza y Elsa me permitió poner en arriendo el departamento de papá, dejándome todo el dinero de cada mensualidad.
Mi relación con Samuel estaba estable, pero aún habían muchas cosas que me arrugaban el alma y el dolor que sentía por su estado seguía ahí. Aunque ya no era tan obvia, él seguía notándolo.
El mundo del arte me abría cada vez más las puertas, tenía muchos seguidores en Instagram y Facebook que solicitaban una exposición. Tras la revelación de Sam Sly, las ventas de los libros se dispararon y comenzaron a alabar a Samuel por ser un partidario de la lectura, reivindicando así sus funciones como ministro de educación, aunque muchos lo criticaban por la naturaleza de sus historias, él seguía escribiendo lo que se le pasaba por la cabeza.
El proyecto con Anayia iba de maravilla, ya habíamos terminado la fase uno, ahora solo debíamos esperar la digitalización y, con suerte, no tendría que rediseñar ninguna escena. Regresé al apartamento poco después de las 6 de la tarde. Dejé las llaves en el comedor y me fui a la oficina de Samuel a buscarlo, esperaba que ya hubiera llegado del ministerio, pues quería darle las buenas nuevas.
—¡Ya soy libre! —dije entrando a la oficina, pero me detuve en seco al ver al hombre con el que Samuel había estado en el bar—. Permiso —dije dando media vuelta para salir.
No era una situación cómoda para mí, así que me fui de allí como alma que lleva el diablo y me encerré en mi estudio. Recordé que Pablo ya había llegado a la ciudad, debía llamar a Robert para que me diera su número, me haría muy feliz verlo de nuevo; mientras esperaba por ello, podía dibujar la escena de la laguna.
Había comenzado a detallar los trazos cuando escuché voces provenientes del pasillo. Me acerqué con discreción a la puerta y escuché a aquel hombre hablando de mí.
—... del bar? ¿La contrataste como empleada?
—Es mi esposa, Miguel, no te refieras a ella así.
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Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)
RomanceCuando Laila Haggard, guiada por un sueño, conoce a Samuel Gross, descubre que éste no solo es el famoso escritor Sam Sly, sino que también es un poco diferente a ella; sin embargo, eso no es impedimento para que la atracción haga de las suyas y naz...