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El silencio se hizo incómodo, Samuel no dijo nada mientras Día lo miraba fijamente. Pasé junto a él y abrí la puerta del apartamento, era extraño porque era como si yo no estuviera allí.

—Hablen adentro —dije al entrar.

Ella me miró confundida antes de hacerlo, Samuel la siguió y yo solo me quedé de pie en la puerta como una idiota viéndolos. Cerré al reaccionar y vi a Día sentada en el sillón de la sala y Samuel un poco cerca de ella.

—¿Y Emma? —preguntó ella mirándome.

—Falleció —contestó él a lo que Día le devolvió una mirada, evidentemente sorprendida—. ¿Entonces?

—Me divorcié de Danilo, así que vine a verte. La verdad hace casi tres años que las cosas estaban mal entre nosotros...

—¿Y qué esperas que yo haga?

—Nada —rió nerviosa—. Solo quería saber si podríamos empezar desde donde quedamos.

—¿Qué? ¿Te refieres a lo del colegio?

—Sí. No tan de prisa, pero no estaría aquí si te hubiera olvidado.

—¿Tienes miedo de estar sola, acaso? —el tono de Samuel fue más que evidente— ¿Crees que soy un reemplazo?

—No —rió ella con desgana—. Él era tu reemplazo.

—Bueno, habría sido mejor si no te hubieras largado.

—No fue mi decisión —musitó—, y lo siento, pero no podía hacer nada.

—Excúsate tras ello si quieres, pero nunca volviste por mí.

—Me dolió mucho, pero mis papás no me lo permitieron. Ellos me casaron con Danilo. Yo no quería, pero era una buena alianza. Créeme.

—No, Día, no te creo. Hace cinco años no me dijiste eso, por el contrario, te ufanaste de estar felizmente casada y tener dos hijos con un ingeniero. Entonces, ¿por qué habría de creerte ahora?

—Pensé que podría olvidarte, pero no he podido.

—¡No mientas! —Día se sobresaltó— ¡No fuiste ni una sola vez a verme! ¡Ni una sola maldita vez! Ni una...

—¡Tenía miedo! —chilló.

—¿De mí? —Samuel abrió los ojos como platos.

—No sabía con qué me iba a encontrar, por eso nunca reuní el valor para verte. Además mi papá me lo prohibió, dijo que no me servirías de nada y me obligó a casarme con Danilo —la pobre estaba llorando de una manera incontrolable—. La vez que nos encontramos se me cayó el mundo encima, tenía muchas ganas de llorar, si no me hubieras hablado, me habría ido de allí.

—Bueno, habría sido mejor si no nos hubiéramos visto de nuevo.

—No digas eso, ¿o es que tú ya pudiste olvidarme?

—Hace mucho lo hice —contestó enseguida.

Día se soltó a llorar de nuevo y no pude evitar sentirme mal. Fui a la cocina y descargué mi bolso en el comedor para buscar algunas servilletas. Volví a la sala, acercándome con lentitud a ellos.

—Toma —dije acuclillándome frente a ella—. No miente —miré a Samuel quien se extrañó ante lo que acababa de hacer—. Ella fue al hospital a verte, pero no fue capaz de entrar, le dijo a nana Emma que volvería por ti. Supongo que lo está haciendo.

—¿Qué?

—Nana nunca te lo dijo porque no quería que te ilusionaras —mentí.

Día me miró con los ojos rojos y la respiración entrecortada. Creí que ese tipo de discusiones pertenecían a personas más jóvenes como yo, pero descubrí que estaba equivocada y que, entre más pasaba el tiempo, más dolía. Samuel nos contempló por unos minutos antes de dar su estocada final.

—Eso ya no importa —dijo mirándola—. Ya tengo a alguien en mi vida —posó su mirada en mí y Día lo siguió.

—¿Están... saliendo?

—De hecho, vivimos juntos —contestó.

—Lo siento —se disculpó ella mirándome—. No pensé...

—Está bien, no te preocupes —la interrumpí—. Creo que todos esperan que él esté con alguien como tú.

—O que esté soltero —dijo Samuel de mala gana—. Supongo que ya hablamos lo que teníamos que hablar, permiso.

Samuel se perdió por el pasillo que daba a su estudio y yo me quedé con Día. Me puse de pie y le ofrecí algo de tomar y ella aceptó una taza de té, al regresar me senté en el sofá.

—Perdona, no quería incomodarlos.

—Tranquila, no lo sabías. Lo importante es que ya aclararon muchas cosas del pasado. Disculpa por cómo te ha tratado.

—Nunca lo había visto así —susurró.

Nos quedamos en silencio mientras ella bebía el té. Los últimos meses habían sido una montaña de emociones y descubrimientos para mí, me abrumaba el estar conociendo tantas cosas e incluso pensé que debía ser horrible tener todo el conocimiento del mundo.

—Creo que debo irme —dijo al terminar, poniéndose de pie —. Gracias.

—No hay porqué —sonreí.

Acompañé a Día hasta la puerta, su visita era algo que no esperaba. Ex-mujeres por todo lado, ¿qué seguía? ¿ex-amigos? ¿ex-mascotas? Me giré apesadumbrada para encontrarme con Samuel mirándome de pies a cabeza.

—No había necesidad de que le pidieras disculpas por mí.

Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora