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Se dice que después de la tormenta llega la calma, pero esta calma fue efímera, fue la pausa para que la tormenta cogiera más fuerza y se convirtiera en huracán.

Desperté pasada las 9 de la mañana, no vi a Samuel por ningún lado por lo que me levanté preocupada, me envolví en la manta y fui a la habitación donde estaba mi maleta para ponerme algo de ropa. Salí a buscarlo y lo encontré en la cocina, en una mano tenía una taza de café y en la otra su celular.

—¿A qué hora te levantaste? —pregunté al entrar.

—Poco después de las 5 —contestó mirándome.

—¿Te levantas siempre a esa hora?

—Siempre —rió—. Preparé café.

—¿Cómo...

—Ahí en la alacena de abajo hay un frasco de Nescafé. Soy discapacitado, no incapaz —rió.

¿Qué había sido esa respuesta? Por lo visto no se había levantado de buenas pulgas. Me serví una taza y me dispuse a hacer el almuerzo decidida a no hablar más con Samuel, aunque él tampoco quiso hacerlo.

Mi familia regresó a las 11, Robert se fue con los niños y Samuel a la laguna, y yo me quedé con mi hermana hablando de lo acontecido la noche anterior. Extrañamente noté que estaba feliz con lo que había hecho por nosotros; sin embargo, al regresar de llamarlos para el almuerzo, me preguntó si había hecho algo que lo molestara. Ahí supe que no era la única que lo notaba.

Después del almuerzo fuimos a la laguna. Samuel y mi hermana se quedaron en el muelle con Sami, y Robert, Paul y yo, nos metimos a nadar. Estábamos entretenidos cuando llegó alguien montando a Stella, mi hermana se paró y le dio un abrazo mientras nosotros nos acercábamos a la orilla empujando el flotador de Paul.

—¡Laila! —dijo al verme— ¡Estas hermosa! ¡No te reconocí! —agregó abrazándome— Mis padres dijeron que estaban aquí.

¿Padres? Se separó de mí para saludar a Robert cuando caí en cuenta de quién era.

—¡Pablo! ¡Pablo!

Corrí hacía a su encuentro y él me levantó en sus brazos. Parecía una loca desquiciada, hacía mucho que no lo veía, lo mismo que no veía a Stella. Estaba muy cambiado, la ciudad le había sentado de maravilla, aunque sin perder su esencia a naturaleza.

—Aquí estoy, no me he ido —rió.

—Has cambiado demasiado —dije al volver al suelo—. Después de perder mi celular, no volví a tener contacto contigo.

—¿Y hace cuanto lo perdiste? ¿Un siglo? —todos soltamos la carcajada, su humor seguía intacto.

—Hace casi cuatro años. Cambié de número y nunca le pregunté a Robert por ti —contesté haciendo un mohín.

—Y él nunca me preguntó por ti —dijo mi cuñado en medio de risas.

—Uno no debe pensar en mujeres cuando está estudiando —rió tomándome por la cintura—. A propósito, Robert, ya que estás aquí, dale las gracias tu madre, en Julio me gradúo de la especialización.

—Mi mamá sí me comentó algo —contestó Robert—. ¿En qué te enfocaste?

—Gineco-obstetricia —contestó sonriente—. Ella dijo que si quería hacer algo más en estudios podía empezarlo, así que haré la licenciatura que dura 5 años.

—¡Maravilloso! Un médico más en la familia —dijo Robert abrazando a mi hermana.

—Robert, soy psicóloga, no médico.

—Es lo mismo, ¿no?

—¡No! —contestaron Pablo y Elsa al unísono.

Todos nos reímos, inclusive Paul que no sabía por qué. Abracé a Pablo con una dicha casi infantil. Robert y mi hermana se conocieron cuando en la primaria del Valle, decían ser novios (o eso me contaba ella). Cuando nos mudamos ellos se perdieron el rastro hasta que se reencontraron en la secundaria, él iba dos años adelante y ella tenía 15. Era el destino.

Muchas veces los padres de él invitaron a mi familia a la hacienda, así pude ver cómo cambiaba con el paso de los años. Pablo es el hijo de los administradores y era mi mejor amigo en la temporada de vacaciones. La última vez que lo vi tenía 14 años, mi padre acababa de morir y la crisis familiar estaba creciendo, por suerte Robert estuvo ahí y fue un polo a tierra para nosotros. Al siguiente año conocí a David y después de un tiempo nos hicimos novios por 7 largos años. Finalmente quedó en coma y sus padres lo desconectaron 11 meses después.

—Pablo, te presento a Samuel, el novio de Laila —dijo Robert.

¡Me había olvidado por completo de Samuel! Pablo se acercó a él y le dio la mano; aunque sonreía con Sami en sus piernas, supe que no estaba nada cómodo con lo que acababa de ocurrir. Elsa nos invitó a entrar a la casa de nuevo y así lo hicimos, bebiendo cerveza mientras rememorabamos lo que habíamos vivido una década antes.

—Y la vez de la babilla —recordó Pablo muerto de la risa.

—¿Una babilla? —preguntó Samuel extrañado, bebiendo su vaso de agua a fondo.

—Sí —contesté riendo—. Todos nos subimos en el viejo comedor y Robert tuvo que correr al jeep para que no lo alcanzara. La policía vino y se la llevó.

—Media 1,70 —agregó Robert, destapando otra botella.

—Sí. Laila estaba muerta del miedo —rió Pablo—. Fueron unas vacaciones geniales.

—Definitivamente —por vez primera, deseé regresar el tiempo, pensando en todo lo que podría haber cambiado.

Cuando cayó la noche, Robert ya había bebido una docena de cervezas, pero conociéndolo, aún no estaba ebrio. Antes de irse, Pablo me preguntó si quería montar a Stella, hacía mucho que no montaba un caballo, por lo que decliné la oferta; sin embargo, él se ofreció a llevarme en un pequeño paseo nocturno y eso era algo a lo que no me podía negar.

En cuanto estuve sobre Stella, boté mis sandalias al pasto, me agarré con fuerza de Pablo y arrancamos a todo galope por la hacienda. La brisa nocturna me erizaba la piel devolviéndome una sensación de libertad que había olvidado, pasamos cerca de la laguna y vi como la luna se posaba en ella amplificando la luz.

—¡Para! —le grité a Pablo, quien detuvo a Stella bruscamente.

—¿Qué pasó? —me preguntó al ver que me bajaba.

—Necesito conservar esto en mi memoria —murmuré.

—Estudiaste artes visuales —dijo haciéndose a mi lado—. Plásmalo y así no lo olvidarás nunca.

Lo miré con una sonrisa, él nunca cambiaría, seguiría siendo un hombre que gustaba de apoyar a los demás.

—Me mudaré a la capital en un mes para comenzar la carrera de obstetricia.

—Creí que eran planes por ahora.

—No. La mamá de Robert quiere que estudie más y ya que me brinda la oportunidad, debo aprovecharla. Me inscribí en la Universidad del Estado. Empiezo en Julio, mientras trabajaré en el Hospital Central como médico general.

—¿Estás contento con tu vida?

—Sí, mucho. Te dije que sería todo un profesional por ti... Pensé que me esperarías como lo habíamos prometido.

—Lo había olvidado, per...

—Está bien si eres feliz con ello —sonrió—. Yo buscaré cómo ser feliz.

Al regresar, me despedí de Pablo dándole un beso en la mejilla. Robert y Samuel hablaban en el comedor de afuera, pero se callaron al verme llegar. Supuse que Paul ya estaba dormido en la carpa y que mi hermana seguramente se había ido a dormir con Sami.

Caminé descalza y me senté en una silla en medio de ellos, miré a Samuel pero él retomó la conversación con Robert, ignorándome por completo. Frustrada subí los pies en mi silla y me abracé con fuerza. La verdad era que estaba muriendo del frío y necesitaba de su abrazo. 

Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora