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—Hola, Jorge —dije abriendo la puerta.

—Hola, señorita Laila —respondió con una sonrisa de lado a lado—. Estaba preocupado porque no vi movimiento en la mañana. ¿Todo está bien?

—No te preocupes, todo está bien. Laila y yo nos quedamos hasta tarde viendo una serie en Netflix.

—Entiendo. ¿Saldrán hoy?

—Esto... pues no lo sé. Tal vez no, o si mucho al restaurante cercano.

—Muy bien. Cualquier cosa, estoy abajo.

—Está bien, tú tranquilo —sonreí—. ¿Ya desayunó hoy? Si quiere puede pasar y desayunar con nosotras.

—No es por sacarle el cuerpo, pero ya son las 2 de la tarde —rió—. Y sí, desayuné en casa está mañana antes de recibir turno.

—Entiendo —reí—. Entonces acompáñenos a almorzar hoy.

—No creo que sea prudente.

—No se preocupe, tranquilo. Deje un poco el protocolo que Samuel no está y nadie lo está vigilando.

—Eso es lo que usted cree.

—Bueno, siendo así, acompáñenos y cuídeme de cerca.

—Aunque no lo sepa, siempre estamos cerca. Muy cerca.

—No sé si asustarme con eso —reí.

—Para nada.

—¿Entonces nos espera mientras despierto a Laila y nos arreglamos?

—Está bien señorita.

Después de cerrar la puerta, corrí a la habitación principal y levanté a Laila a las "patadas". Me miró confundida como si no recordará todo lo que habíamos hecho la noche anterior.

—¿Qué pasa?

—Son las dos de la tarde —contesté quitándome el short y la camiseta blanca de Samuel con que había dormido.

—Déjame dormir un poco más —rezongó tapándose con la almohada.

—¡Ni se te ocurra cerrar los ojos de nuevo, Harggord! —grité, quitándole la manta—. Párate que iremos a almorzar con Jorge.

—¿Quién es Jorge? —preguntó sentándose.

—El guardaespaldas de Samuel...

—Ah, verdad que estoy aquí. Se siente extraño dormir en la misma cama donde has tenido sexo con cosito.

—¿Con cosito?

—Bueno, con Samuel, el ministro, Sam Sly o como quieras llamarlo. En fin, ¿a qué lado duerme él?

—Donde dormí anoche.

—Uy, te hace falta, picarona.

—Cállate —reí—. Salgo y te metes al baño, ¿bien?

—Como digas, fastidio.

Entré al baño en medio de risas, pensando en que era verdad. Extrañaba demasiado a Samuel. Desplegué la silla en la que él solía sentarse para bañarse y dejé que el agua corriera como lluvia.

Una vez estuvimos "regias", salimos del edificio en busca de Jorge. Laila se sorprendió al ver que tenía otro guardaespaldas para mí sola; sin embargo, no pude evitar decirle que lo veía más como un amigo que un protector, porque a decir verdad, Jorge había sido realmente bueno conmigo en los últimos meses.

El plan era ir de nuevo al restaurante donde trabajaba Javier, pero Jorge insistió en que fuéramos a otro restaurante, y así fue. Mi mejor amiga y yo subimos al auto, con la radio a todo volumen, mientras Jorge se reía de las muecas que hacíamos al cantar.

Llegamos a un extraño restaurante de comida japonesa en el oriente de la ciudad. Laila y yo entramos en busca de una mesa, a la espera de Jorge, quien estaba dejando el auto en el estacionamiento. Mi teléfono comenzó a sonar repentinamente, por lo que dejé a Lai en la mesa para salir del lugar y contestar.

—¿Bueno?

—Hola —dijo esa voz al otro lado, quitándome la poca cordura que había logrado conservar hasta el momento y dejándome el corazón latiendo a mil por segundo—. ¿Estás ahí?

—¡Tú! —grité en medio de risas.

—Así es, yo. ¿Cómo estás?

—Demasiado feliz —contesté mordiéndome el labio.

—Sí me doy cuenta —y escucharlo reír tras esa frase, fue uno de los placeres más hermosos de mi vida—. ¿Qué tal todo?

—Súper. Vinimos a almorzar con Jorge a Umi y ha sido maravilloso. ¡Laila se va a casar!

—¿De... de verdad?

—¡Sí! Se le está cumpliendo su cuento de hadas —reí.

—Qué... bonito —escuché una risa vaga tras él—. Entonces te dejo ir.

—¿Ir? —me sentí confundida.

—Para que vayas a comer, tonta.

—Ah, ya entendí —dije en medio de risas—. Entonces voy a volver adentro.

—Está bien, cuídate.

—Tú igual —estaba a punto de colgar cuando escuché a Samuel llamándome.

—Laila...

—¿Dime? —pregunté al poner el teléfono en mi oreja.

—Te quiero demasiado.

—También te quiero muchísimo, Samuel —y tras eso, él fue quien colgó.

Guardé el teléfono en mi bolsillo y volví al restaurante. En la mesa, Jorge parecía incómodo mientras Laila le manoteaba en medio de carcajadas.

—Ajá, ¿y tú qué? —pregunté imitando el acento con el que ella hablaba.

—Nada, eso es. Jorge no dice nada sobre su anillo —miré la mano izquierda de él y vi un anillo plateado en su dedo anular, el cual había pasado desapercibido para mí—. Según dice, no está casado, no es viudo ni divorciado.

—¿Es sacerdote? —pregunté sentándome junto a ellos.

—Tampoco, señorita. Vamos a dejarlo en que es... simbólico.

Y con una mirada seria, esa conversación terminó. En cuanto terminamos nuestros ramen y rollitos de sushi, volvimos al carro en busca de un plan y que mejor que ir a cine. Los tres terminamos viendo Kung Fu Panda 3 en su última función y al salir pasamos por una tienda de novias en donde se nos ocurrió un excelente plan para el jueves...

Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora