La tarde mejoró la situación. Después del almuerzo fuimos a jugar "fútbol", Samuel estuvo con Sami para que mi hermana también jugara, riendo lo suficiente como para olvidar lo ocurrido.
Pasadas las 3, llenamos una mesa de comestibles y sodas antes de meternos a la piscina. Robert la estaba pasando de maravilla con Paul en la parte para niños, Elsa tenía a Samanta en su pecho y la mojaba dulcemente, y Samuel estaba junto al jacuzzi viendo como nos divertíamos.
—Ven a nadar conmigo —le propuse al salir de la pileta—. Me dijiste que te gustaba.
—Laila, hace más de una década que no entro a una piscina —sonrió—. Aquí estoy bien.
—Por favor —me acuclillé frente a él—, ve y ponte una pantaloneta, ¿sí?
—Me toca bajarme de aquí —parecía avergonzado—, no quiero que llores de nuevo.
Lo miré fijamente, debía dejar de ser tan obvia. Un nudo se me hizo en el estómago, así que inhalé suavemente antes de que se me cristalizaran los ojos, le tomé ambas manos prometiéndole que no lo haría y que lo esperaría para meterme junto a él.
Un poco indeciso accedió a cambiarse, me envolví en mi toalla y como sabía que se iba a demorar, me senté en la mesa engullendo todo el tazón de papas onduladas con salsa rosada.
Samuel regresó de la nada con una bermuda blanca y su toalla en las piernas. Se acercó con timidez, como si le apenara estar semidesnudo, se veía indefenso y la edad le había bajado 16 años. Me desarropé y fui a su encuentro.
—¿Listo?
—Creo —rió nervioso.
—¿En dónde nos metemos? —pregunté caminando hacia la piscina.
—Donde esté más profundo.
Al acercarse a la pileta me entregó la toalla, se alejó un poco del borde y le puso los frenos a la silla, bajó sus piernas de los reposapiés y se estiró para apoyar su mano en el suelo. En ese momento noté una larga cicatriz vertical que señalaba donde estaba su columna, me tapé la boca y miré a Elsa, quien estaba pendiente de mis movimientos. Ella negó con la cabeza e hizo un ademán para que respirara, por prestarle atención no me di cuenta en que momento Samuel se metió. Miré a la orilla y ahí estaba él, apoyado en el borde sin dejar de sonreír, lucía feliz. Puse la toalla en la silla y me metí junto a él.
—¿Te gusta?
—Amo el agua, Laila, me encanta —curvo sus labios mostrándome esa perfecta sonrisa.
Era hermoso, no con lujuria sino con amor, me acerqué suavemente y lo besé despacito, me miró atónito por una fracción de segundos antes de sonreír de nuevo. Me hice tras de él y me subí a su espalda aprovechando que el agua me hacía más liviana.
—Me gustas mucho —susurré a su oído.
—Y tú me fascinas —rió—. Perdona lo de esta mañana, no debí presionarte.
—No pidas perdón, también fue mi culpa. No quiero que te sientas mal —dije besándole la mejilla.
—¿Hace 5 meses te imaginaste aquí?
—No. Yo solo venía por trabajo y mira como está todo —reí.
—Yo anhelaba que fueras más que eso.
—Lo sé —le besé el cuello suavemente a lo que él se estremeció—. Robert cree que me quieres—sonreí.
—Lo hago. La forma en que esto comenzó fue brusca. No nos conocíamos y terminamos teniendo sexo. Fue muy presuroso, pero llevaba mucho esperándote. Después de las discusiones no sabía que iba a pasar, mucho menos creí que acabaríamos así y, sin que eso me importe, te quería desde antes de conocerte —me quedé de una pieza, no sabía qué hacer así que solo lo miré—. Ya, me puse muy sentimental —agregó mirándome de reojo a lo que yo solo pude reír.
—Te quiero, Samuel. Te quiero...
—Dilo una vez más, por favor —murmuró.
—Te quiero, te quiero mucho, mucho, mucho...
Él solo sonrió como si aquello fuera música para sus oídos. Le besé el cuello varias veces, quería besarlo por completo, cada parte de su piel, lo quería tanto. Cuando me bajé de su espalda, notamos que mi familia ya no estaba, Samuel y yo nadamos hasta la parte bajita, atravesamos el pequeño murito y nos sentamos, dejando que el agua nos llegara hasta el pecho.
Pasaron varios minutos, hasta que me extrañé por no ver a nadie. Salí dejando a Samuel en la piscina y los busqué por la casa, en el comedor de la cocina encontré una nota con la letra de mi hermana en la que se leía:
—¿Qué pasó? ¿Todo bien? —me preguntó Samuel cuando me metí de nuevo en la piscina.
—Dímelo tú —respondí pasándole la nota. Después de leerla, me miró confundido—. Dejaron la casa solo para nosotros...
Me senté sobre él, acercándome lentamente a su rostro, pero antes de que yo hiciera algo, sus labios se fundieron con los míos y nuestras lenguas comenzaron a juguetear. Nos separamos jadeantes con ganas de más, miré hacia la cordillera y vi que la noche ya comenzaba a llegar.
—Hay cinco habitaciones libres, ¿no quieres usar alguna? —pregunté volviendo la mirada en él.
—Ganas no me faltan —sonrió picaronamente.
Dejé la silla cerca a Samuel y me adentré en la casa a toda prisa desnudándome en el camino. Me escondí en una de las siete habitaciones de la casa mientras Samuel gritaba mi nombre, caí en la cama a la espera de que apareciera, hasta que finalmente me encontró con una cara llena de asombro.
—Laila...
—¿No subes? —pregunté mordiéndome el labio.
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Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)
RomanceCuando Laila Haggard, guiada por un sueño, conoce a Samuel Gross, descubre que éste no solo es el famoso escritor Sam Sly, sino que también es un poco diferente a ella; sin embargo, eso no es impedimento para que la atracción haga de las suyas y naz...