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Jorge hizo milagros para llegar a tiempo al aeropuerto. Acompañé a Laila a la sala de embarcación donde tendría que esperar por hora y media. Esperé a que terminara su papeleo y la legalización de su tíquet, y en cuanto los tuvo en mano, la abrace con fuerza para dejarla ir.

Me dio mucha alegría verla después de tanto, aunque hubiese sido por pocos días. Volví al estacionamiento para regresar con Jorge al edificio.

—Muchas gracias por tu ayuda —dije desde el asiento trasero.

—No hay de qué señorita Laila —contestó con un amplía sonrisa que vi a través del retrovisor—. ¿Podría preguntarle algo?

—Claro —sonreí.

—¿Me responderá con la verdad? —preguntó posando la mirada por un breve segundo en el espejo.

—Sí señor, por supuesto.

—Bien, dígame: ¿no le gustó el vestido?

—Pues... —se me hizo un nudo en la garganta, era obvio que no sabía como explicarle aquellos sentimiento que ni yo entendía.— La verdad es que el vestido es hermoso, pero yo no usaré uno. No con Samuel.

—¿No con él?

—No creo que sea lo que él quiere...

—¿Y usted no?

—O sea, no digo que no. En sí, no me importa, pero creo que esos planes de tener una familia, casarse, no son algo que él ahora busca. Ya se rindió para hacerlo y dudo que quiera revivirlo. A veces luce tan confundido e indefenso como si fuera un niño. Y es por eso que no me hago ilusiones de que esos planes sean para nosotros. Creo que nos convertiremos en una relación marital de hecho y estaremos juntos sin tantos adornos. Supongo que por eso no me hago películas en la cabeza, además recién empezamos esto y es precipitado pensar en todo eso. Vamos... paso a paso —suspiré—. Ni yo me entiendo. Por ahora, lo único que quiero es verlo, abrazarlo, sentirlo, besarlo y dormir con él. Lo extraño demasiado.

—Bueno, me alegra decirle que hoy se le cumplirá su deseo.

Sonreí pensando en que era verdad, ya casi lo vería, faltaba poco. Llegamos al edificio a las once y media de la noche, Jorge aparcó el vehículo en el sótano, cerca al elevador para que yo no sufriera por el frío que hacía fuera.

—¿Irás a casa a descansar esta noche?

—Sí señorita. Mañana regreso en la mañana, mientras me ausento, el guardia que está afuera hará vigilancia.

—Está bien, entiendo —murmuré entrando al ascensor—. Muchas gracias por lo de hoy, Jorge.

—Con todo el gusto del mundo. Hasta mañana, señorita.

—Hasta mañana.

Al llegar al apartamento, prendí las luces de la sala de estar, los pasillos y la cocina. Tomé una lata de atún, una buena cantidad de mayonesa y paquete de galletas de soda antes de regresar a la sala para sentarme en el sofá, prendí el estéreo con el control remoto mientras disfrutaba de mi comida. Al terminar, puse la lata en la mesa de centro junto a la bolsita que aún contenía 2 galletas, la espera se me estaba haciendo eterna, tanto que me quedé dormida en el sofá sin mucho problema.

—Hola —escuché un susurro cerca a mi oreja. Abrí los ojos para encontrarme directamente con los suyos. Ahí estaba mi Samuel, con una sonrisa de lado a lado, viéndome dormir.

—Hola —murmuré detallándolo. Llevé mi mano a su rostro para asegurarme que era real, se me hacía raro verlo con esa barba descuidada de 5 días, pero era él, en verdad era él—. Eres tú.

—Claro que soy yo —sonrió—. Vamos a la cama.

Pero antes de que él pudiera hacer algo, acerqué mi rostro al suyo para besarlo. Sabía a nicotina, que si bien no me era agradable, me recalcaba que sí era él. Le mordí el labio inferior con agresividad, a lo que respondió con un gemido.

—Sabes a mayonesa —rió, tras pasarse la lengua por los labios.

—Y tú a cigarrillo.

—Estuve muy estresado hoy.

—Siempre que lo estás, fumas —sonreí poniéndome de pie—. ¿Cómo te terminó de ir?

—Te contaré eso mañana, por ahora solo quiero concentrarme en ti y olvidar el trabajo.

—¿En mí?

—Sí, en ti —me rodeó con sus brazos para sentarme en sus piernas—. ¿Vamos a la cama?

—Vamos...

Samuel condujo la silla de ruedas hasta la habitación principal, me senté en la cama para quedar frente a él, estaba extasiada con su presencia. Me acerqué a su cuerpo y comencé a desatar su corbata, a desabotonar su traje y su camisa; sin que lo esperara, me senté sobre sus piernas para besarle el cuello y morderle el lóbulo de la oreja.

—Te extrañé demasiado, amor —sentí su respiración golpear mi cuello mientras sus manos se colaban por la pretina de mi pantalón para agarrarme las nalgas.

—Y yo a ti, mi vida —susurré entre gemidos ahogados.

Se sentía realmente bien estar entre sus brazos y sus besos, sacó sus manos y me rodeó con fuerza, pegándome a él como si de ello dependiera su vida.

—Laila, te quiero demasiado —me apretó a él sin dejar lugar a un mínimos espacio—. Estas noches se me hicieron interminables, lo único que quería era despertar y verte junto a mí. No sabes cuando estaba anhelando por verte de nuevo.

—Lo único que yo quería era estar aquí de nuevo, en ti. Creí que hoy tendría que dormir sin ti otra vez. Gracias a Dios no fue así.

—Y espero que no lo sea de nuevo —dijo antes de besarme. En verdad lo quería, lo necesitaba. En ese momento era mi todo—. ¿Quieres hacerlo esta noche o quieres descansar?

—En verdad te quiero dentro, te necesito dentro... Necesito sentirme tuya.

—Ya eres mía, Laila. Solo mía —me besó apasionadamente, mordiéndome el labio, pero al separarnos, me pidió que me bajara para tomar su pastilla y quitarse la sonda que traía—. Perdón, odio tener que hacer esto —rió nervioso al volver con una botella de agua a la mitad.

—Oye, está bien. Lo está de verdad. Eso solo hace que las ganas se hagan más intensas.

—Te quiero.

—También te quiero, Samuel. No lo dudes.

No dijo más y fue al baño con una amplia sonrisa. Mientras lo esperaba, me despojé de todo lo que vestía, porque en cuanto saliera, no iba a perder ni un segundo de él.

—Vaya... —susurró al verme frente a él completamente desnuda.

—¿Qué sucede? —pregunté sentándome en sus piernas.

—Eres muy hermosa —contestó tomando mi cintura con sus manos.

Antes de poder decir más, lo besé mientras me acomodaba de tal forma que su miembro entrara y el ángulo me fuera placentero. Tenerlo dentro era una de las mejores sensaciones, era hermoso sentir como su cuerpo encajaba de manera perfecta con el mío, como nos convertíamos en uno solo, y aún más hermoso era ese sentimiento de amor que hacia cada vez más grande.

La locura desenfrenada terminó por dejarnos agotados, permitiendo que el paso del sueño fuera rápido y tranquilo. Me quedaba claro que después de esas eternas noches sin él, no había lugar en el que quisiera estar si no era a su lado.

Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora