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...

—¡¿Viagra?!

—Sí. Con eso logro que se me pare —respondió llevando el cigarro a su boca.

—¿Es por esto que me dijiste anoche que esperara?

—Ajá. Tengo suerte de que con una simple pastilla se pare... Bueno, aunque tú tuviste mucho que ver.

—No entiendo, perdona.

—Solo se para si me excito, la pastilla es una ayuda, así que felicitaciones.

—Gracias —sonreí tímidamente—. Perdona mi imprudencia anoche.

—También eres volátil, pero está bien. Aparte de los psicólogos de aquel entonces, nunca había hablado de esto con alguien. Felicidades por eso también.

—De igual forma lo siento. Lamento mucho lo que te ha pasado.

—Exacto, me ha pasado a mí, no a ti, así que no lo sientas —sonrió.

Me puse de pie y regresé a la cama, me senté frente a él y noté que su miembro continuaba de pie.

—¿Es... normal? —pregunté señalando su zona.

—Sí, estará así por las próximas dos horas, poco más calmado, pero ante cualquier estimulo se pondrá erecto. Una de las desventajas del viagra si quieres un rapidín —rió.

Reí con él y no pude evitar pensar en muchas de las cosas que había escuchado el día anterior. Su historia, principalmente, me tenía dando vueltas.

—¿Cómo era tu vida antes del accidente?

—Laila... —Samuel respiró profundo, recordándome que mi pregunta no era de su agrado—. Era como la de cualquier adolescente, jugaba fútbol y me gustaba la natación, también me gustaba comer mucha comida chatarra, pero ahora no puedo disfrutar de esos placeres tanto como antes, necesito más fibra y más horarios. Tenía novia, pero desapareció después de lo que pasó. Tenía planes. Iba a cine y a conciertos, también estaba aprendiendo a conducir. Algunas cosas se esfumaron y otras solo se modificaron.

—¿Qué planes tenías? —pregunté apoyando mi cabeza en una de mis rodillas.

—Entrar a la milicia, casarme con Día, tal vez tener hijos.

—¿Día era tu novia?

—Ella era mi novia, muy bien dicho. Ahora está casada con un ingeniero y tienen dos niños—suspiró.

—¿Aún la quieres?

—No, pero los recuerdos nunca desaparecen y algunas heridas tampoco.

—¿Tuviste novias después de ella?

—A los 18 pude salir del hospital casi que por completo, entré a la universidad y no tuve ni novia ni amigos. Me demoré un semestre más por una recaída renal pero ahora todo está bien. Mientras estudiaba escribí mis primeras novelas y la sin-fortuna de los personajes agradó mucho en la editorial. Me deshice de la pesada virginidad a los 25 con una compañera de la universidad y desde entonces he tenido muchas amigas con derechos... algunas como tú, otras como yo.

—¿Y nosotros qué somos? —le pregunté cubriéndome con la sabana.

—No lo sé —suspiró, tirando el cigarro al cenicero—. No nos conocemos y aparte de una coincidencia, confidencialidad y una noche de sexo casual en la primera cita, no tenemos nada. A esto me refería cuando te dije que no perdieras tu tiempo en mí. Yo no quiero una relación más allá de la física.

—¿Sabías que íbamos a tener sexo?

—¡No! ¡Jamás!, y nunca fue mi plan, menos cuando te vi entrar con tu timidez y tu torpeza. Eres diferente a lo que imaginaba. No deberías involucrarte con alguien como yo.

—¿Cuándo fue la última vez que estuviste con una de tus amigas?

—Hace un par de meses.

—¿Tienes planes de volverla a ver? ¿A ella o a alguna de las otras?

—No lo sé. Tal vez. El sexo es un ritual sagrado para mí.

—¿Solo el sexo?

—Laila, yo nunca sentiré lo que un hombre en la totalidad de sus capacidades sí, pero ese estímulo es muy relajante. Ser deseado y querido sin ser herido es una perfecta pieza que encaja para mí.

—Bien. ¿Y qué con el hombre de ayer que lucía enamorado y coqueto?

—Ese es mi yo con un poco de alcohol en la cabeza. Créeme que he tratado de darme una oportunidad muchas veces, y me encantaría ser así siempre, pero no puedo.

—Yo podría quererte, solo tendrías que dejarte.

—No, Laila. Lo siento. Vete.

—Yo sé que es tu casa, pero ¿podrías dejarme sola mientras me visto?

—Adelante, claro —dijo moviendo su silla—. Voy al baño, me avisas cuándo puedo salir.

Samuel se encerró en el cuarto que había en la habitación. Mientras tomaba mis pertenencias, vi un condón tirado y supe que era el que había usado conmigo. Me sentía sucia y usada, era claro que nada bueno podía quedar de una noche de copas y sexo casual. Me acomodé el cabello y, en cuanto estuve vestida, le dije a Samuel que ya podía salir. La puerta de cristal esmerilado se corrió y él salió de nuevo.

—¿Puedo ser una de tus amigas con derechos? —pregunté, aunque sabía que no era buena idea.

—No. Laila, no te hagas más daño, solo vete.

—¿Seré cuento de una sola noche?

—Me temo que sí.

—Buenos días —dije antes de dar media para salir de allí.

Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora