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Lo único malo de aquellos momentos era la pastillita azul. Los nervios en él no funcionaban de manera correcta, estaban prácticamente muertos y le impedían generar erecciones inmediatas, necesitaba un impulso para que pudiéramos jugar; sin embargo, el impulso tardaba entre 15 y 30 minutos en hacer efecto.

Había una parte buena y esa era que el juego previo duraba más. Aunque debíamos hacer una pausa, se veía compensado por la urgencia que me provocaba, y aquella noche no sería la excepción.

Miraba por la ventana cuando Samuel entró, me pidió que me sentara en el borde de la cama mientras se desabotonaba la camisa, en cuanto lo hice, se acercó a mí y comenzó a desnudarme de la cintura para abajo, procurando besar cada centímetro de mis piernas al hacerlo.

Me tomó por los muslos y me haló hacia él haciéndome caer de espaldas sobre la cama. Antes de que pudiera erguirme, lo sentí jugueteando allí abajo, mordía mi clítoris de una manera dolorosamente placentera, obligándome a jadear. Podía tener todo el aire del mundo pero Samuel no permitía que nada más aparte de él entrara.

Haló más mi cuerpo y empezó a masturbarme a la vez que besaba mi monte de venus, si lo que quería era que me viniera, lo iba a conseguir. Repentinamente metió sus manos tras mi espalda y me levantó llevándome hacia a él, puse mis manos tras su cuello y me senté en sus piernas. Aunque no podía distinguir cada parte de su rostro, mis labios me llevaron a los suyos por inercia. Tenía un sabor particular que se percibía aun más entre beso y beso. Sabía a mí... Solo a mí.

Me abrazó con una sola mano pegándome más a su pecho mientras ponía los frenos de la silla. Yo no pensaba moverme de ahí, quería todo de manera inmediata, y así fue, Samuel me quitó la camisa y el sostén para juguetear con mis pechos, al mismo tiempo que yo aflojaba su pantalón y bajaba un poco su calzoncillo.

Su miembro ya estaba duro y no lo pensé dos veces antes de introducirlo en mí. Me apoyé en las ruedas y comencé a subir y a bajar de una manera casi frenética. Él solo se reía escuchándome gemir, metiendo su rostro entre mis senos a la vez que yo le aruñaba la espalda. La necesidad de sentirlo era apoteósica, mi vientre se tensó, algo que pareció ser percibido por Samuel, pues me detuvo pegándome a su pelvis, obligándome a rozar nuestros sexos suavemente para desembocar en un orgasmo placentero que me dejó con las piernas encalambradas y el torso agotado.

Samuel me acercó a la cama; sin embargo, yo quería estar en sus brazos por siempre. Me acunó en su pecho por un largo rato, sin dejar de acariciarme la espalda y besarme la cabeza.

—¿Estás bien? —murmuró.

—Sí... Déjame aquí otro poco —susurré.

—No puedo, perdona —se excusó apoyando su cabeza en la mía—. Vamos a la cama y te abrazo un rato. ¿Si?

—¿Me vas a hacer apapachos? —musité en una voz completamente infantil.

—Sí, te voy a apapachar mucho.

Aquella noche había sido perfecta. Samuel se desvistió por completo para meterse conmigo bajo las mantas y sé que nos miramos en medio del silencio antes de que yo sucumbiera ante el sueño.

Abrí los ojos a las 5 de la mañana, Samuel seguía dormido y yo acababa de tener el sueño más extraño del mundo. Me paré desnuda y fui a la cocina tratando de recordar lo que había visto.

Nuestra habitación se había inundado de un color blanco, estaba sola y eso me aterraba, aun más cuando noté que un niño pequeño se asomaba tras el marco de la puerta, sonriendo como si estuviera apenado de dejarse ver. Era hermoso, de cabello negro y ojos verdes. De repente, una voz resonó haciendo eco al regañar al pequeño por estar allí; antes de irse, me dijo que nos veríamos pronto agitando la manito. El niño desapareció y yo me paré a buscarlo. Al salir, me encontré con Samuel, estaba sonriendo de una manera nunca antes vista, me llamó para que fuera a ver una sorpresa que decía tenerme, pero cuando caminé hacia él, desperté.

—Buenos días, hermosa —dijo Samuel apareciendo en el comedor.

—Buenos días —sonreí, saliendo de mi ensimismamiento.

—¡Madrugaste! —rió haciéndose a mi lado— ¿Estás bien?

—Sí, tenía sed —contesté mostrándole el vaso de agua que tenía en la mano.

Sonrió yendo a la cocina. Mientras preparaba su matutino vaso de agua con limón me comentó sobre un partido de baloncesto que tendría aquella tarde, acepté acompañarlo siempre y cuando no contratara a nadie para los servicios domésticos; ante tal proposición, él accedió llamar a la muchacha para cancelar la entrevista.

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¡Tenía muchas ganas de compartir este capítulo en especial!
Sé que es corto (777 palabras en total) pero espero que pronto puedan leer más ❤️ Gracias por su tiempo y apoyo.

Law

Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora