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Esa noche nos despedimos de Francisco luego de que nos informara que, el lunes en la mañana, entregarían el cuerpo de Anna más el dictamen del médico forense y que, probablemente, el martes fuera el día del entierro.

Regresé agotada a casa, por lo que dormí profundamente, olvidando todo lo que había pasado, para disfrutar del calor de Samuel y su presencia.

El domingo decidimos no salir a cenar, las situaciones no se prestaban para ello y Elsa tenía los ánimos por el suelo. Robert propuso que les ayudaramos a organizar las cosas que tenían en el departamento que llevarian a la nueva casa que le habían asignado, todo esto con la idea de tener a mi hermana entretenida en algo más.

Para el día lunes, él regresó al trabajo, pero dadas circunstancias, pidió permiso para hacerse con el camión de la mudanza mientras mi hermana seguía en el departamento con nosotros y los niños.

Luego del desayuno, fuimos sorprendidos por Jennifer. Con todo lo que había pasado, me había olvidado por completo que tenía terapias que atender.

Para aquella cita le pedí que las hicieramos sin Samuel, pues necesitaba hablar con alguien de mis dudas y temores sobre el parto sin preocuparlo, o tratar el tema cortando los lazos emocionales. Con plena confianza, le conté el caos de la madrugada del sábado. Me sentí segura al ver que estaba muy atenta a todo lo que decía, al tiempo que hacíamos un poco de yoga para cerrar, actividad que no se me daba para nada, pues eso para conservar la atención en algo, me costaba demasiado.

-Trata de no preocuparte, Laila -me había dicho cuando recogía la colchoneta del suelo-. El estrés solo hará que te bloquees para cuándo llegué el parto.

-Tengo miedo -suspiré-. Me preocupa irme y que Samuel no pueda solo con esto. Tal vez lo estoy subestimando, pero... más que perderme la oportunidad de disfrutar a mi familiar, me da miedo por él.

-Nada te va a pasar, Lai -me sonrió con ternura, poniendo su mano en mi hombro-. Ya vas a ver que más pronto que tarde, tendré que venir a cerrar ciclo contigo para que empieces una nueva etapa.

Asentía agradecida de que me escuchara, porque en verdad era algo que necesitaba.

En la tarde, supimos que a Anna la velarían a cajón cerrado porque, con la mayor fortaleza que pudo y sin que le preguntáramos, Francisco dijo que el cuerpo ya llevaba tres días sin preparación, por lo que ella no se vería igual.

Siguiendo las recomendaciones que él nos dio en la llamada, me quedé en casa el martes, cuidando a mis sobrinos, mientras mi hermana y Samuel iban a la funeraria para acompañarlo. Al parecer Eva se había quedado con una de las sobrinas de Francisco, permitiéndole ir a la sala de velación y tener un tiempo para despedirse de su esposa.

Samuel me tuvo informada de todo, sin perder detalle en cómo estaba nuestro amigo y mi hermana, quien se veía muy afectada por la repentina partida de su amiga.

En casa todo estuvo de lo más calmado. Paul me ayudó a cuidar de su hermanita, a la espera de que su madre volviera, provocándome una que otra risa al ver las actitudes que tomaba. No solo actuaba como un niño grande, sino que también se concentraba en los movimientos que habían dentro de mi vientre como si se tratara de todo señor.

-¡Paul, se están moviendo!

Salí de la cocina hacia la sala, donde mis sobrinos jugaban con bloques gigantes de armatodo mientras veían una versión japonesa de los cuentos de los hermanos Grimm.

-¡Yo quiero tocar, tía Laila! -dijo viniendo a mí.

Me agaché con cuidado, siguiendo los consejos de mi terapeuta, y permití que Paul pusiera mi mano sobre mi vientre.

Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora