La noche de ese sábado recibí un correo insípido con simples instrucciones:
Había en total 17 escenas, y eran realmente básicas. Dibujé los bosquejos entre esa noche y el día domingo. El lunes fui de nuevo, sintiéndome realmente avergonzada; la señora Emma me recibió y me dirigí a la oficina de Samuel y entré de manera abrupta.
-Buenos días, me gustaría que viera los bosquejos -dije poniendo mi folio en su escritorio.
No hubo respuesta, ni siquiera me miró. Insistí de nuevo mientras lo detallaba: estaba fumando, llevaba unas gafas en las que se reflejaba la pantalla de su laptop, se le veía la barba creciente, usaba una camiseta ceñida al cuerpo e iba despeinado.
-Samuel, discúlpeme por lo del sábado -dije al final-. Si no me dice nada, no sabré sobre qué trabajar.
Levantó el rostro y se quitó las gafas, tenía unas ojeras marcadas bajo los ojos, al parecer no había dormido bien; apagó el cigarrillo en el cenicero y regresó su vista a mí.
-Solo limítese a dibujar lo que sea que haya traído -su voz era neutra-. Martina vendrá cada viernes a revisar. Por favor retírese -agregó poniéndose las gafas y volviendo al computador.
A partir ese día, muy pocas veces vi a Samuel. La señora Emma me había dado una llave para que entrara y saliera de allí cuando quisiera, así que muchas noches me quedé a dormir, ella cuidaba de mí de una manera casi maternal. La sala de la casa se había vuelto mi lugar favorito para trabajar, a veces salía al balcón y contemplaba la ciudad, era bellísima.
Un par de veces me topé con él allí, siempre que sucedía iba en traje lo que significaba que se iría con varios hombres igual de elegantes. Antes de irse me miraba fijamente como si quisiera decir algo, aunque algunas veces cruzamos miradas que lo hacían sonreír, nunca dijo nada. Por segunda vez en mi vida, algo extraño me estaba pasando.
Los viernes me encontraba con Martina y solo estuvimos juntos los tres en la primera reunión, desde entonces solo éramos las dos, ella hablaba sobre los cambios requeridos e insistía en conversarme de la maravillosa persona que era él. Y no se equivocaba, en muchas ocasiones me dejó detalles en el estudio, pero casi nunca me dirigía la palabra y, cuando menguaba mi irá hacia él, se ponía distante de nuevo.
Pasé año nuevo trabajando y aquella tarde Samuel me invitó a cenar con la señora Emma al igual que durante la noche de navidad; pese a eso, no interactuamos mucho más allá del "Feliz Año". Aquellos tres meses fueron los más difíciles de mi vida, pero no todo era malo. Nana Emma se había convertido en mi mejor y única compañía, cuando ya la conocí mejor, supe que era un amor de persona. Me acompañaba en los días de lluvia y preparaba deliciosos bocadillos para satisfacer mis antojos y evocar nuevas ideas al dibujar.
-No sé cómo has podido vivir tanto tiempo con él. ¿Así de horribles eran sus padres? -le dije mientras almorzábamos.
-Él no era así, Laila. Era un joven asombroso, pero después del accidente cambió, se volvió más cerrado.
-Bueno..., no debió haber sido algo muy agradable.
-¡Para nada!, pero lo que más le dolió fue que Día lo dejara.
-Es horrible, no puedo creer que ella lo haya abandonado por eso -dije pesando que, si yo hubiese sido ella, nunca me habría alejado de él.
-No, ella no quería abandonarlo, sino que cuando hay dinero de por medio, posición social e intereses públicos, eso importa. Día no quería dejarlo, sus padres la obligaron. Ella vino al hospital pero no fue capaz de entrar, me prometió que regresaría para estar con él; sin embargo, nunca volvimos a saber de ella.
-Está casada con un ingeniero, tienen dos hijos -murmuré pensativa.
-¿Cómo sabes eso? -preguntó nana Emma.
-Él me lo dijo el día que nos conocimos -respondí recordando aquella conversación-. Creo que nunca supo la verdad.
-Nunca me dijo que volvió a saber de ella, pero así está bien. Por lo menos sé que eso le enseño a crecer y que ahora está enamorado.
-¿Samuel? ¿Enamorado? -nana Emma asintió- No puede ser posible, un hombre enamorado no se comporta así.
-No lo estoy excusando, Laila, pero la chica que él quiere no la puede tocar.
-¿Es Día? -pregunté sintiéndome celosa- ¿Es porque está casada que no la puede tocar?
-No, no es Día. Si algún día vuelve a hablarte, pregúntale por sus sueños -respondió sonriente.
-No lo creo. Dudo que le interesen los míos o que me vuelva a hablar.
-Inténtalo tú. Los hombres pueden ser más inseguros que las mujeres -respondió.
A finales de febrero, me enteré que ella tenía cáncer en etapa terminal, los médicos solo le daban dos meses de vida, Samuel no sabía nada y me pidió que nunca se lo dijera. Oficialmente, se quedaría solo.
Mi mayor apoyo fue mi mejor amiga, nunca le conté lo previo a mi contrato, era algo que debía desaparecer de la faz de la tierra; pero no pude evitar confesar que todo se me revolcaba por dentro cuando lo veía.
-Estás enamorada -dijo cierta vez que hablamos.
-No, él es malo -le respondí camino a casa.
-No creo que lo sea, si te deja dulces, es porque trata de enamorarte.
-No exageres.
-Si es tan cerrado como dices, puede ser que sea tímido... o que quiera darte celos.
"Si lo conocieras tanto como yo", pensé.
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Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)
RomanceCuando Laila Haggard, guiada por un sueño, conoce a Samuel Gross, descubre que éste no solo es el famoso escritor Sam Sly, sino que también es un poco diferente a ella; sin embargo, eso no es impedimento para que la atracción haga de las suyas y naz...