Salí del baño de mi estudio marcando en el calendario de mi celular el inicio de mi periodo, Samuel me preguntó si quería comer y de inmediato respondí que no, me era imposible comer cuando me llegaba la regla así que me metí en la cama molesta. Mi menstruación estaba loca, en marzo me había llegado dos veces antes de la fecha indicada, después eso, supuse que me volvería a finales de abril, pero apenas íbamos en el día 3 y ya estaba haciendo caos de nuevo.
—¿Qué pasó? —preguntó Samuel al entrar— Llegaste directo al baño, ¿te sientes bien?
—Vino Andrés —contesté haciendo pucheros.
—¿Andrés? —se acercó y noté como fruncía el ceño— ¿Cuál Andrés?
—El que llega cada mes —reí.
—¿Cada mes?... Ah tu periodo —sonrió como si le hubieran quitado un peso de encima—. ¿No me dijiste que te llegaría en mayo?
—No, a fines de abril, pero mira —y la molestia volvió—. Mañana debo ir a comprar más toallas, no me dejes olvidar.
—¿Quieres que te preparé un té caliente de canela? —preguntó acariciándome el vientre.
—Ñu, ñu tendo cólicos —lo malo de mi regla era que me convertía en una mujercita mimada—. Tomaré una ducha.
—Tómala de una vez, yo espero.
—¿Te ibas a bañar?
—Claro, estoy sudado y sé que no te gusta —contestó sacando una manta gruesa del armario.
—Me gusta cuando estas sudando por oootra cosa —bromeé.
—¡Laila! —rió— Es ilegal que me tientes en estas circunstancias. Ve a bañarte.
—Báñate conmigo...
—No, ya sabes que políticas hay al respecto —contestó de inmediato.
—¿Y si vas y yo entro despuesito?... Hemos hecho muchas cosas juntitos menos ducharnos...
—¿El jacuzzi no cuenta?
—Tal vez... pero no.
—¿Al fin qué? ¿Sí o no? —preguntó cerrando el armario.
—¡Ñu! —ataqué abrazándolo por la espalda, a lo que él rió sorprendido— Dale, ven y bañémonos junticos, apagamos la luz si quieres. ¿Sí?
—Me perturbas cuando te llega el periodo —murmuró levantando la cabeza para mirarme—, parece que el universo fuera color rosa.
—En realidad todo es color rojo —reí.
—Está bien —rió—, vamos por tu ducha.
Lo besé y me alejé para comenzar a desvestirme. Samuel descargó la manta en la cama y se quitó la camiseta. Nunca lo había visto vestirse, mucho menos desnudarse completamente, así que salí de la habitación sutilmente y fui a mi estudio con la excusa de buscar una liga para el cabello.
Me paré frente al espejo de mi baño tratando de recordarme qué debía y qué no debía hacer. Recogí mi cabello con la liga y me saqué el leggin negro quedando solo en tanga.
—¡Laila, ven! —gritó Samuel sacándome de mis pensamientos.
—¡Voy! —corrí a la habitación y entré al baño.
—Apaga las luces menos la de la ducha —dijo sentado en la silla que colgaba de la pared regulando el agua que caía.
Hice lo que me pidió y me quité la tanga para entrar junto a él. No llevaba ni un segundo allí cuando Samuel me tomó en sus brazos y me sentó sobre él.
—¿Es lo que querías? —preguntó abrazándome con fuerza.
—Sí —murmuré—. Quiero todo contigo.
—Sabes, estos meses junto a ti han sido muy...
—¿Muy?
—¿Felices? —rió por lo bajo—. Es como si le hubieras dado a mi vida el toque que le faltaba.
Lo miré por encima del hombro mientras el agua tibia caía como si fuera lluvia. Nos besamos dulcemente haciendo que el tiempo pareciera inexistente, un instante que quería conservar para siempre; sin embargo, nada es eterno y tuve que ponerme de pie.
Salí de la ducha envolviéndome en una toalla y tomando otra para secarme el pelo, Samuel seguía sentado, recostado contra la pared sin dejar de observarme.
—¿Piensas quedarte ahí toda la noche? —pregunté soltándome el cabello.
—¿No vas a salir? —se enderezó confuso.
—No, me voy a secar. Ve haciendo lo mismo para que vayamos a la cama —contesté dándole la espalda—. ¿A qué hora es la cita de mañana?
—A las 10:30 —escuché como movía la silla de ruedas y supe que estábamos haciendo un pequeño avance ante mi problema de aceptación—, pero debo llegar a las 10 como la vez pasada.
—¿Harás algo antes de la cita o debes ir a algún lado?
—No voy a salir, pero debo solicitar algunos documentos que aún no me han llegado del Magdalena, ¿por?
—No, solo quería saber —contesté recostándome contra la pared del baño sin girarme—. ¿Quieres que te acompañe a la cita de mañana?
—Te lo agradecería. Si no llevó a alguien, Anna no leerá los resultados de las placas de este mes.
—¿Por qué?
—Son políticas de la clínica. Insisten es que es necesario que el titular vaya con acompañante por si las noticias son malas. Hay personas que van y se encuentran con que su enfermedad ha avanzado, con que no hay arreglo, con más cirugías. Yo pasé por todo eso y ya llegué al punto de estancamiento donde es muy poco probable que la situación empeore.
—¿Y... si empeora?
—No lo sé. Nunca lo había pensado —de repente me vi sentada en sus piernas y no pude evitar emitir un chillido.
—¡Tienes que dejar de hacer eso! —reí— ¡Tu silla es muy silenciosa!
—¿Te quedarías conmigo? —susurró.
—¿Qué? —pregunté confundida.
—Si la situación empeora, ¿te quedarías conmigo?
—No quiero que empeore...
—¿Lo harías?
—Sí, pero no quiero que empeore.
—Con eso me sobra y me basta —musitó, culminando aquella charla con un sutil beso en mi cuello.
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Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)
Любовные романыCuando Laila Haggard, guiada por un sueño, conoce a Samuel Gross, descubre que éste no solo es el famoso escritor Sam Sly, sino que también es un poco diferente a ella; sin embargo, eso no es impedimento para que la atracción haga de las suyas y naz...