Desperté confundida, miré a mi alrededor y noté que Samuel no estaba, busqué mi ropa interior y me puse la camisa blanca que él traía la noche anterior. Salí del cuarto y fui a su estudio, pero no estaba allí, cuando volvía al pasillo, escuché la puerta abrirse, debía ser él. Fui a su encuentro, pero lo que hallé fue totalmente diferente.
-¿Te gusta? -me detuve al escuchar la voz de una mujer-. Lo he comprado especialmente para ti.
-Lucile...
¿Lucile? Me asomé de manera discreta y vi a una mujer frente a él, iba en una silla de ruedas eléctrica, tenía su gabán abierto de par en par para mostrarle su lencería fucsia. También llevaba unas botas punta de aguja que le llegaban hasta la rodilla y el cabello húmedo.
-¿Samuel? -pregunté saliendo al pasillo.
-¿Quién es ella? -preguntó la otra mujer, cerrando el gabán de inmediato.
-Mi novia. No es lo que piensas -dijo volviéndose a mí.
-¿Tú novia? Que buen chiste -rió burlescamente.
-¡Lucile!
-Tú me dijiste que no querías relaciones serias -por lo visto, ella estaba muy indignada.
-Uno cambia de opiniones. Por favor, vete.
-Es una niña ¿Hace cuánto la conoces? -reprochó señalándome- ¿10 años? En ese entonces seguramente iba a la primaria.
-Lucile, ahora no por favor. Sal de mi casa.
-¡Ja! Está bien, me voy, pero cuando las cosas con ella acaben, no me busques. Ambos sabemos que los niñatos buscan nuevas emociones y, cuando se cansan, se van. Lo hará más pronto de lo que crees, porque tú no sabes qué es una relación y ella apenas comien...
-¡Largo! -le grité poniéndome frente a Samuel.
-Ay Samu -rió-, trata de ser un buen pasatiempo mientras dure, no olvides que otros pueden darle ciertas cosas que nosotros no.
-¡Lárgate! -repetí.
-Recuerda que el que duerme con niños, mojado se levanta -dijo retrocediendo su silla.
En cuanto estuvo fuera, azoté la puerta y miré a Samuel, quien parecía ensimismado. Me puse en cuclillas frente a él esperando que dijera algo, pero no lo hizo.
-¿Todo bien? -pregunté tomándole la mano.
-Todo bien, Laila -me sonrió con una completa naturalidad, que pensé por un momento que nada había pasado.
Soltó mi mano y retrocedió su silla para ir a la cocina, lo seguí sin saber cómo entablar una conversación. Él sacó una botella de agua de la nevera, iba a salir, pero yo le impedí el paso, cruzamos nuestras miradas y él pareció comprender que debíamos hablarlo.
-¿Qué quieres preguntar? -se rindió, aunque su tono no era de mi agrado.
-¿Por qué te noto extraño?
-Laila -me miró dubitativo-, no quiero hablar de ello, por favor. Sabes que no quiero mentirte.
-Dímelo, con la verdad o nos quedaremos aquí todo el día.
-¿Recuerdas lo que hablamos de la lástima? -asentí-, bueno, es lo que estoy sintiendo ahora. Por favor, cero preguntas.
¿Lástima? ¿De qué o por qué? El timbre del departamento sonó en ese instante. Miré a Samuel y le pregunté si quizá la mujer había vuelto, ante ello, él fue a abrir. Tomé una manzana del frutero de la cocina y me senté en el sofá de la sala, subí mis pies y esperé que regresara. Apareció con una caja de cartón sobre sus piernas, se ubicó frente a mí para descargar el paquete en la pequeña mesa de centro.
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Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)
Roman d'amourCuando Laila Haggard, guiada por un sueño, conoce a Samuel Gross, descubre que éste no solo es el famoso escritor Sam Sly, sino que también es un poco diferente a ella; sin embargo, eso no es impedimento para que la atracción haga de las suyas y naz...