14

9.7K 657 35
                                    


El día 89 también era el día internacional de la mujer, faltaban 24 horas para terminar mi primer contrato me sentía tan dichosa, mi vida había dado un giro de 180 grados. Aquel día, al llegar al estudio, me encontré con un gran ramo de rosas blancas, traía una tarjetita en la que se leía:

 Aquel día, al llegar al estudio, me encontré con un gran ramo de rosas blancas, traía una tarjetita en la que se leía:

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me enamoré de ese incentivo. Terminé los detalles de las pinturas finales y llamé a Martina para darle las buenas nuevas, ella apareció con un el encargado de pasar los dibujos del papel al mundo digital. Tuvimos una breve reunión y después de que él revisó todos los diseños para ver si eran aptos, se despidieron.

-Están hermosas tus flores, Laila -dijo Martina antes de irse.

-Muchas gracias -reí-, hace mucho no recibía flores en este día. No pensé que la editorial fuera tan amable.

-¿La editorial? -se volvió a mí, algo confundida.

-Sí -dije tomando la tarjeta.

-No es de la editorial -dijo después de leerla-, esta es la letra de Samuel.

-¿Samuel?

-Sí, Laila, creo que las flores las compró él -Martina sonrió picaronamente y salió de mi estudio.

En cuanto se fueron, fui a buscar a Samuel a su oficina. Estaba fumando, algo que ya me era habitual; tenía el cabello alborotado, la barba descuidada, las gafas puestas y el torso desnudo.

-Gracias por las flores -dije al acercarme a su escritorio.

-¿Qué? -preguntó levantando la vista.

-Martina acaba de irse, me dijo que la letra de la tarjeta es suya.

Samuel sonrió y se concentró de nuevo en su computador. Llevaba varios días encerrado, al parecer no solo trabaja con la editorial, sino que también andaba en otras cosas.

-Ya se han llevado todas las pinturas, mañana se vence el contrato. Voy a recoger mis cosas y supongo que lo veré de nuevo en los próximos meses. Dejaré la llave en el escritorio.

Samuel ni se inmutó. Di media vuelta y caminé hacia la puerta, quería que me llamara, no importaba cuanto lo detestara, estaba prendada a él. De repente, recordé lo que nana Emma me había dicho, tomé el pomo y lo apreté con fuerza antes de hablarle.

-Cuéntame sobre tus sueños...

-¿Ah?

-La señora Emma me dijo que le preguntara sobre sus sueños -dije regresando.

-¿Y tú quieres saber sobre ellos?

-Sí, quisiera.

-Mira -Samuel buscó algo en un cajón y cuando encontró lo que buscaba, lo observó brevemente, antes de ponerlo sobre el escritorio.

Me acerqué llena de curiosidad. Era una fotografía, la tomé y me sorprendí al ver que la mujer retratada era idéntica a mí. Llevaba un largo y acampanado vestido, la mirada seria y el cabello suelto. Miré a Samuel extrañada, ¿cómo era posible?

-Es mi tatarabuela, es su foto post-mortem -dijo-. Hace casi dos años soñé contigo, venías a entregarme la pintura de la portada. Escribí un libro sobre un hombre que soñó con la mujer perfecta, aunque la buscó por todo el mundo, no la encontró, por eso va al lugar de la pintura y se suicida al interior de la casa. Esa es la razón por la que fue escogida tu obra, porque era la única que encajaba en un 100% con la descripción. Cuando Martina la vio me preguntó si la había mandado a hacer.

Reí nerviosa, yo había soñado algo similar. En mis sueños veía la pintura y debía entregarla en la dirección de Samuel, pero no era un edificio, era la casa que había dibujado. La recreé y semanas después encontré la dirección en un periódico viejo, el plazo para entrega se vencía aquel día en que todo comenzó. En ese instante pensé que el sueño había sido una señal.

La pieza era un lugar calmado, el primer plano era de un gran sauce y un lago custodiado por dos cisnes, uno totalmente blanco y otro con algunas plumas negras. El segundo plano constaba de una pequeña casa campestre, con techo de paja y paredes blancas, por ultimo habían montañas perdidas en un cielo gris.

-Las pinturas que hiciste retratan la misma historia, pero con enfoque juvenil. Aquí no habrá muerte.

-Yo... yo lo sabía -su expresión se tornó confundida-. Yo soñé que traía esta pintura y se la entregaba a un hombre sin rostro, era usted, por eso le dije lo del personaje; pero...

-¿Pero? -me instigó.

-Caminaba. Usted caminaba y me llevaba a una habitación blanca, dejaba la pintura en una esquina y... teníamos relaciones. No sé por qué siento que era un presagio -respondí caminando hacia la ventana de la oficina-. Por eso le dije que no se le podía dar un alma a lo que no puede tenerla.

-Y también dijiste que, si nunca hubieras traído la pintura, no me habrías conocido. Sé que soy un mal recuerdo para ti -rió con desgana.

-Sí lo es -dije mirándolo-. Si solo hubiera sido trabajo, no tendría una memoria tan sucia de usted.

-Admite que todo se precipitó cuando dejaste caer los tacones -sonrió.

Recordé la escena y me sonrojé. Irremediablemente terminé riendo.

-¿Me está echando la culpa? -traté de lucir molesta.

-No, para nada -replicó de inmediato acercándose a mí-. Laila, desde el instante en que te soñé, quedé perdidamente enamorado...

Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora