Un movimiento brusco sobre la cama me alertó. Escuché a Samuel respirando agitadamente, cosa que me preocupó y me hizo correr al interruptor para encender la luz.
—¿Estás bien? —pregunté al verlo sentado, apoyándose en sus brazos.
—No lo sé.
—¿Qué? —volví a la cama y me senté junto a él, acariciándole la espalda— ¿Te duele algo?
—No. Es... es diferente.
Nunca lo había visto así y para empeorar las cosas, no decía nada más. Aproveché el espacio que había entre su cuerpo y la cabecera de la cama, para hacerme tras él.
—Ven aquí —susurré rodeándole el torso con mis brazos y halándolo para que quedara entre mis piernas. Samuel se recostó en mi pecho, aún sonaba agitado, por lo que le acaricié el cabello tratando de tranquilizarlo—. Te quiero —susurré minutos después—. ¿Estás mejor?
—¿Peso mucho? —respondió evadiendo el tema.
—Un po...
—Lo sé, soy un peso medio muerto —río nervioso, acariciando mi mano que estaba sobre su pecho.
—No digas eso. Así estás bien, así estoy bien.
Nos quedamos en esa posición por mucho tiempo, pero me sentía bien de tenerlo ahí, delante de mí. Aunque no le fuera sencillo o no pudiera, Samuel siempre parecía estar detrás de mí, pendiente de que no diera un paso en falso e hiciera el oso de nuevo; o como si esperara con los brazos abiertos para acunarme y decirme que todo estaba bien. Se sentía bien protegerlo, que me mostrara ese lado frágil a mí. Solo a mí.
—Desde el accidente de mis papás, me recetaron medicación para dormir. Cuando... cuando pasó esto, la formula la volvieron más agresiva al punto que los primeros meses parecía sedado, las pesadillas habían empeorado y no lograba sacarme de la cabeza la cara de Lucas, cubierta de sangre y aprisionada por las latas de los autos —me apretó la mano con fuerza y supe que no le era nada fácil contarme eso—. No sé si fue la medicación o mi mente la que hizo y deshizo conmigo, pero luego de dejar las pastillas, no volví a tener pesadillas, aunque también desaparecieron los sueños.
—¿Ha-hace cuánto las dejaste?
—Casi 8 años. Cuando asumí el ministerio, supe que el país no necesitaba alguien con problemas emocionales y de dependencia. Así que desde eso, no volví a soñar hasta hace dos años...
—Que soñaste conmigo.
—Sí, después de eso, no volvió hasta ahora.
—¿Ahora?
Samuel se revolvió tratando de acomodarse. Se alejó de mí, estirándose hacia el frente y poniendo sus manos sobre sus rodillas. La intriga me estaba matando, por lo que me moví de donde estaba, para quedar frente a él en medio de la cama.
—¿Y bien?
—Te juro que casi no recuerdo la voz de mi mamá, pero ella me habló. Era ella. Eso es lo que me da miedo.
—¿Qué dijo?
—Eso es lo que no entiendo.
—Los sueños no son para entender, son para interpretar. ¿Qué escuchaste?
—Me escuchó cuando te pedí, ahora él te ha escuchado a ti, y el agradecimiento será Ismael, y esta buena nueva será melodiosa como la alondra.
—Eso suena a pasaje bíblico —reí nerviosa.
—Si nana Emma estuviera, sabría qué decir.
Me quedé en silencio sabiendo que era cierto. El mundo religioso no había sido inculcando en mi familia o no que yo recordara; por parte de Samuel, al parecer, ocurrió lo mismo.
Nos quedamos despiertos hasta que llegó el día, tratando de encajar el rompecabezas, pero carecía de sentido. Preparé el desayuno pasadas las 7 de la mañana y comenzamos a prepararnos para que cuando la noche llegara, no nos cogiera desprevenidos.
Samuel salió de casa antes del mediodía para ir a un almuerzo con otros ministros, mientras yo me quedé en casa comiendo un alpinito de fresa antes de partir a la peluquería.
En el transcurso del día me sentí increíblemente bien, nada de lo que había comido en los últimos días me había producido nauseas, por el contrario, me noté bastante hambrienta, pero conociendo mis antecedentes previos, no quería arriesgarme y vomitar todo, así que me dediqué a comer pequeñas porciones de fruta.
A las 6 de la tarde regresé de la peluquería y descubrí que Samuel aún no había vuelto. Me puse el vestido que Laila eligió a ojo, temerosa de que no fuera mi tipo. A esas horas de la noche ya no podría encontrar nada que usar, cosa que me tenía en vilo rogando a los cielos que me sirviera.
—Estás divina —me sorprendió Samuel al entrar a la habitación, con el saco de su traje en sus piernas.
—Hola, no te escuche entrar —reí sentándome en la cama para ponerme las sandalias punta de aguja que mi mejor amiga me había obsequiado para mi cumpleaños 22.
—Creí que no alcanzaría a venir para cambiarme —rió, sacándose la corbata—. Me gusta ese vestido —dijo cuando me puse de pie.
—Laila agarró esto de la sala antes de que cerraran y se nos hiciera más tarde —carcajeé yendo al baño para mirarme en el gran espejo—. Ni me lo media noche porque ella que se fue y tú que llegas.
—Bueno, debo admitir que Laila tiene un excelente ojo —Samuel entró al baño rumbo a la ducha—. Me voy a bañar rápidamente, ya salgo.
—Está bien. ¿Te cierro la puerta?
—No —rió vagamente—, no creo que sea necesario. Trato de no demorarme.
—Vale. Te quiero.
Salí de allí rumbo a mi estudio. Era curioso que, a pesar de vivir juntos, mis cosas no estuvieran en "nuestra habitación" o en "nuestro baño"; aunque cuando lo pensé bien, entendí que indirectamente trataba de respetar el espacio que Samuel siempre había tenido, porque él lo necesitaba más que yo.
Me maquillé en mi estudio y esperé pacientemente a que Samuel estuviera listo, para encontrarme con la desagradable sorpresa de que no iríamos en el mismo auto.
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Buenas, buenas. ¿Me extrañaron?
Lamento no haber publicado antes, pero noviembre no fue mi mejor mes en este año. Mi salud, mis emociones, mi universidad, mi vida: todo está hecho un caos.
Disculpen los retrasos, créanme que llegué al punto de decir que no iba a publicar más, luego alguien me hizo caer en cuenta que con ustedes yo soy muy feliz, y eso me motivó a seguir.
Con fortuna, para esta nueva semana, tendrán nuevo capítulo. No olviden votar y comentar (en especial comentar, me hacen el día).
Con amor,
Law Cuervo
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Las Pruebas Del Amor (Sin corregir)
Roman d'amourCuando Laila Haggard, guiada por un sueño, conoce a Samuel Gross, descubre que éste no solo es el famoso escritor Sam Sly, sino que también es un poco diferente a ella; sin embargo, eso no es impedimento para que la atracción haga de las suyas y naz...