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Camino más tomando valor. Siguen viendo en mi dirección sin poder creerlo.

—Soy Florence. —Mese su cabello rubio, parece entusiasmada además de que he acertado en adivinar que la mitad rubia mitad castaña es la practicante.

—Mucho gusto Florence. —Estrechamos las manos a modo de presentación. El resto de mi ahora equipo se ha puesto de pie y nos presentamos de igual manera. Ana la pelirroja me ve recelosa en todo momento, le dedico una sonrisa que ojalá le haga ver que no soy alguien a quién temer.

—¿Qué es tanto alboroto? —Esa voz me recorre tan dentro de mi columna vertebral que siento que me desmayaré, él no puede ser. Los chicos me tapan mi campo visual pero segundos después se giran hacia él, que está parado en el umbral de la puerta de su oficina, su ceño se frunce al verme, paso un trago de saliva amarga.

—Soy América Castañeda, la nueva coordinadora. —Su mirada me recorre de pies a cabeza y ese simple hecho me parece familiar, tal vez porque es el mismo color de ojos que los míos, un verdiazul mar, un verdiazul aguamarina sin igual. Pero lo que realmente me altera es su voz, es como si tuviera el timbre más el acento de alguien que mi mente recuerda, ¿pero de quién?—. Mucho gusto —termino a forma de presentación.

—Soy Derek jefe de proyectos tecnológicos. —Cambia su postura seria y por fin se permite sonreír, es como si todas las cuerdas que tenía tensas en mi cuerpo se relajaran en el acto—. Ven, voy a mostrarte tu oficina. —Señala la puerta contigua de donde él se encuentra.

—Los veo en un rato chicos —digo pasando a su lado dirigiéndome hacia nuestro jefe de área. Abre la puerta de madera pulida para mí, murmuro un bajo gracias y cruzo el umbral adentrándome en la oficina. Decir que quedo asombrada sería poco. El piso es gris, tiene estantes repletos de libros y no creo que estén ahí nada más por adorno, sobre el elegante e intimidante escritorio hay una placa plateada en la que se lee: Coordinadora: América Castañeda Sainz. No creo que en tan poco tiempo se haya organizado esto para mí, algo me dice que antes de que siquiera haya contestado al teléfono ellos ya sabían que iba a aceptar el trabajo, incluso si ya hubiera encontrado uno lo hubiera dejado por este.

—Y bien, ¿te gusta? —su voz de nuevo me eriza la piel, es entonces cuando recuerdo que no estoy sola aquí.

—Sí... sí me gusta —respondo observando la alfombra persa rosada de la esquina que tiene sobre esta una mesa ratonera de vidrio cortado con tres a simple vista cómodas sillas luciendo además acolchonadas sin ninguna mota ni pelusa sobre la superficie. La pared a su lado tiene unas cortinas de bambú que quizá abriré más tarde para darle un poco de luz a la estancia.

—Espero que hagamos buen equipo. Si tienes dudas no dudes en preguntarme, me dijo que eras joven, no pensé que demasiado, ¿cuántos años tienes? ¿19?

—Gracias. Tengo veinte recién, disculpe, ¿quién le dijo que era joven?

—Háblame de tú que yo lo haré contigo. —Sonríe—. Me lo dijo Alexia.

—Tú tampoco eres mayor. —Siento el calor subir por mi cuerpo deteniéndose en mis mejillas que parecerán bajo su mirada unas redondas manzanas—. Sí, ya he conocido a la señora Alexia —agrego. Su traje azúl oscuro hecho a la medida promete guardar un cuerpazo de entrenador personal ¿qué más esconderá debajo de este?

—Tengo treinta y tres años aunque no los aparente. —Sonríe orgulloso dejando al descubierto sus dientes blancos y otros hoyuelos familiares. Camino apretujada dentro de mi falda tubo hasta detrás del escritorio con su atenta mirada encima. Su cabello rubio es del mismo tono que el mío, es como si estuviera frente a un espejo, pero claro que él es hombre y yo mujer, aún así, ignorando nuestro evidente parecido siento que hay algo más, ¿qué será?

Maravilloso accidente. (Completa) (En Físico) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora