POV. America.

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Doctores se acercan a mí a toda prisa, el cuerpo me duele y hormiguea como si hubiera estado en esta posición por mucho tiempo, hacen salir al tatuado casi rubio a regañadientes.

—¿Cómo se siente? —me pregunta uno de los doctores.

—Me duele el cuerpo, la cabeza, la garganta la siento extraña, tengo mucha sed y no puedo respirar —le digo al doctor que se acerca y reclina la camilla dejándome semiacostada.

—Va a sentir una sensación extraña en la nariz, le retiraré la sonda nasogástrica pero no es nada de lo que preocuparse. —Asiento con la cabeza y luego ya no me muevo más cuando pone un papel sobre mi nariz y empieza a deslizar la sonda fuera de mi cuerpo, no es doloroso, pero me dan ganas de estornudar, cuando ha sacado la mangerilla completa de mi cuerpo puedo respirar mejor—. Vendrá una enfermera que le ayudará a atender su higiene personal para que podamos hacerle unas pruebas antes de permitir que su familia pase a verla. —El doctor sale y entra una enfermera que vergonzosamente me ayuda a limpiar mi cuerpo, ella se marcha y mandan a otra enfermera la cual se ve sorprendida al verme, ¿cómo he de lucir? Horrible, supongo. Llena un vaso de agua y me lo entrega, después de beber el líquido transparente me siento mucho mejor. Y entonces el doctor vuelve e inicia su interrogatorio. Me da pánico, no sé nada de mí, no sé ni siquiera mi nombre.

—¿Recuerda por qué está aquí?

—No, ¿por qué?

—¿Recuerdas tu edad?

—No.

—¿Fecha de nacimiento? ¿Familia? ¿Logros escolares?

—No doctor, le estoy diciendo que no recuerdo ni mi propio nombre, no sé quien soy, de donde vengo, no recuerdo nada, por suerte sé como se habla.

—¿Estás segura?

—Sí.

—Tu nombre es América Castañeda. —Asiento a como puedo con la cabeza—. Tenemos que hacerte unas pruebas antes de dejar pasar a tu familia, ¿estás lista?

—Sí. —Durante la hora y media siguiente me hacen pruebas para ver que tal están mis cinco sentidos, me hacen pruebas de la vista, el oído, el tacto, si puedo mover mis extremidades, me siento pesada, como si hubiera estado un elefante sobre mí por meses.

—No tienes nada porque te estreses ¿de acuerdo?, estás muy bien, el que sigas aquí en estos momentos es un verdadero milagro, irán pasando tus familiares de uno en uno, sé que la situación te resultará un poco extraña, no los recuerdas pero eso no quita que has crecido en compañía de estas personas que son tu familia, tus amigos y tu pareja. —¿Mi pareja?, de forma consciente pienso en el chico de los tatuajes, ¿será él mi pareja?, creo que es alguien en quien yo me fijaría, es muy apuesto.

—Gracias doctor, lo comprendo.

—Eres un milagro América, de verdad. —Sonríe y con esto dicho me sonríe y sale nuevamente de la habitación. La puerta se abre y entra una mujer, no tan mayor, sólo una mujer madura, rubia, con los ojos rojizos por las lágrimas, no digo nada, sólo espero a que hable. A paso lento se acerca a mí, me mira como si fuera algo irreal.

—¿Cómo te sientes mi vida? —pregunta.

—Bien, gracias —respondo, pero cambiaría eso por un: "Me siento mal. Me duele el cuerpo. Tengo hambre. Tengo cansancio pero no ganas de dormir".

—Nos han dicho los doctores que no recuerdas nada pero con el paso de los días quizá de los meses los recuerdos volverán a ti, así que no te preocupes.

—¿Usted es? —le pregunto.

—Soy tu madre. —Le sonrío a como puedo, quisiera decirle algo pero no tengo ni idea de que, no la siento cercana a mí, es mi madre pero no siento esa conexión madre-hija y espero por mi bien que mis recuerdos vuelvan pronto y así poder sentirme más familiarizada con las personas que en algún momento conocí.

—¿Cómo es qué estoy aquí?

—El doctor nos pidió de favor que respondiéramos a tus preguntas con mucho tacto, no quiero que te sientas mal.

—¿Y bien? —pregunto de nuevo, ¿tan difícil se les es responder una simple pregunta?

—Estás aquí por un choque automovilístico.

—¿El responsable está en prisión?

—No cariño, no hubo culpables, fue ocasionado por un atentado contra tu vida, los policías aún no descubren quien fue.

—¿Cuánto tiempo llevo aquí? —vuelvo a preguntar, ya que está aquí debo aprovechar para resolver mis dudas.

—Casi cuatro meses. —Suelto un chiflido de asombro.

—¿Qué? Wow, me tomé un buen descanso, y ¿qué edad tengo?

—En un mes cumples los veintiuno.

—Así que ya seré legal. —Sonrío, por fin una buena noticia.

—Sí. —El silencio que se forma es incómodo, ella, "mi madre" me sigue observando de cierta manera extraña, como si aún no lo creyera del todo.

—¿Algo más? —Arqueo una ceja interrogativa a lo que ella niega con la cabeza meciendo su cabello rubio en la acción.

—¿Puedo abrazarte antes de marcharme? —Casi me niego, me es una desconocida, pero es mi madre a lo que no tengo otra opción, abro mis manos y ella me envuelve en un abrazo, llora en mi hombro, quisiera sentir su dolor, pero no lo hago, sólo deslizo mi mano por su espalda para tratar, creo, inútilmente de reconfortarla un poco.

—Muchos no se han quedado después de pasar a verte, pero ya les hemos marcado a todos para que regresen. —Asiento con la cabeza aunque no entiendo nada en lo absoluto. Antes de marcharse me da una última mirada desde el umbral de la puerta, le sonrío para que termine de irse, eso es precisamente lo que hace y todo luce tan extraño.

La puerta tan pronto como se cierra se abre de vuelta. Entra un chico con tatuajes, no es el casi rubio de antes pero este tampoco está nada mal, con su mirada obscura al igual que su cabello y el color de tinta que baña su cuerpo.

—¿Y bien? ¿Tú quien eres? —pregunto harta de que no diga nada y se quede sólo ahí, parado frente a mí, frente a la camilla mirándome.

—Soy Dominic Winter. —Vaya, se presenta hasta con apellido y todo, eso me hace pensar que su apellido tiene poder.

—Sí, pero, ¿qué eres tú de mí? —Parece pensarlo, le da vueltas al asunto.

—No somos nada.

—¿Entonces qué haces aquí robándote el aire de la habitación?, vete y que entre alguien que me sea de mi interés y por completo que sí sea alguien que solía conocerme.

—Eres la madre de nuestros hijos.

—¡Hay no! Si es una broma te juro que... —No término de decir nada más, un anillo de compromiso reposa en mi dedo anular, con estupor lo saco de mi dedo y lo dejo aún lado en la cama lo más lejos posible de mí como si fuera algo tóxico, me niego rotundamente a pensar o creer que estoy prometida, quizá casada a mi corta edad. Me niego mil veces más, tal vez esas fueran acciones de la antigua América, no de esta que apenas va despertando del coma.

N/A.

Capítulo dedicado para AbigailRodriguez5 y Andro1999,
Mte

Gracias por leer.

Maravilloso accidente. (Completa) (En Físico) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora