Domingo 15 de Abril del 2018.

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Ya dentro del cubículo regreso la llamada a Dominic, siendo aquí las seis de la tarde en San Diego serán las dos.

—¿Bueno? —respondo.

—América, me han pedido que te avise que si puedes venir a San Diego cuanto antes mejor, me lo ha pedido el papá de Willmer.

—¿Por qué iría tras el llamado de una persona que no conozco Dominic?

—No lo hagas por él, hazlo por Willmer.

—¿Por Willmer?

—Willmer ha muerto América. —Me quedo sin palabras, siento que es una mala broma, el aire me falta y un pequeño mareo me invade.

—Él me acaba de marcar, hace cinco minutos, eso que dices no puede ser cierto Dominic, no puede serlo. —Me recargo en la pared, la impresión me afecta.

—¿Te han marcado de su número?

—Sí.

—Entonces no fue suicidio.

—¿Willmer se quitó la vida?

—Es lo que parecía, no entiendo entonces porque alguien te ha estado hablando de su número telefónico, si te vuelven a marcar por ningún motivo contestes. —Recuerdo hace unos pares de horas atrás, el como colgué su llamada y no puedo evitar que me duela, sollozo en silencio, yo no soy la culpable de que esto esté pasando.

—No aseguro nada pero si puedo ir iré, te marco en quince minutos. —Limpio las lágrimas con mis manos temblorosas y finalizo la llamada. Salgo del cubículo, lavo mis manos y levanto la vista al espejo que me da mi reflejo.

—Eres una mala persona, eres cruel siendo nadie —susurro para la chica del espejo, los caudales de mis lágrimas marcan mis mejillas, con desprecio quito la vista de mi reflejo sintiéndome repudiada de lo que soy, trato de no desquiciar mi mente yendo de vuelta donde Jonh y Robert.

—¿Qué ha pasado? —me pregunta Robert cuando me siento a su lado, su pregunta ha llamado la atención de Jonh.

—Yo sé que vamos llegando recién, aún falta el evento de Córdoba, pero necesito regresar a San Diego.

—¿Es muy importante nena? —Toma mi rostro entre sus manos, su rostro irradia preocupación.

—Willmer ha muerto. —Reprimo las lágrimas, algo dentro de mí se quiebra, es empatía humana.

—Lo entiendo, pediré que el jet te lleve a San Diego, yo te alcanzo mañana en cuanto pueda, si no me quedo a la presentación de Córdoba tendré problemas legales, ve y yo te alcanzo. —Me abraza, no me importan los espectadores, me abrazo a su cuerpo con todas mis fuerzas.

—Gracias —le susurro al oído.

—De eso nada, no tienes de que agradecer, vamos, te acompaño. —Las lágrimas hacen de nuevo su aparición, las limpia con sus labios besando mis mejillas, siento las potentes miradas en mí, en nosotros, sus labios se detienen en mis labios, con espectadores o no correspondo a los movimientos de sus cálidos labios sobre los míos, cuando nos separamos me envuelve en sus brazos, la anfitriona arquea una ceja en nuestra dirección ya que nos acercamos a ella para disculparnos de nuestra marcha.

Cuando faltan cinco minutos para las siete de la tarde llegamos al jet, uno de los pilotos sube mis dos pequeñas maletas y la azafata sube antes de mí, me despido de Robert que está enfundado en una chaqueta de mezclilla con forro de lana.

—Te veo en San Diego —le digo porque en tan poco tiempo lo necesito, quizá sólo como amigo, no debería besarlo.

—Ahí estaré muñeca rubia. —Vuelve a abrazarme, no quiere dejarme ir, y yo no quiero dejarlo, sé que será un trauma, una tormenta eléctrica, un huracán combinado con un temblor, un tornado y mil desastres más a los que me enfrentaré en San Diego, lo presiento, lo sé.

Maravilloso accidente. (Completa) (En Físico) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora