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Tan pronto como llegamos de la cafetería camino de lado a lado por mi oficina, cambiaré el color de las paredes por colores pastel, traeré algunas fotografías que quiero sobre mi escritorio y en la primera quincena iré a comprar algunos cuadros de algún artista local, también algunos floreros. Visualizo como quedará y la simple imaginación me hace sentir bien. Sonrío y me siento sobre mi silla continuando con el trabajo, tiempo después tocan a la puerta.

—Adelante —contesto desde mi lugar, el picaporte se gira y entra Florence.

—Hola señorita América —saluda, su voz es dulce, a penas y se escucha, le hago una seña con la mano para que entre.

—Sólo dime América, así, a secas, pasa y toma asiento por favor. —Sus mejillas se sonrojan y se adentra un poco más, se sienta frente a mí en una de las dos sillas que hay frente al escritorio algo recelosa, toma una fuerte y sonora bocanada de aire antes de volver a hablar. ¿Así lucía yo cuando hacía mis prácticas?

—Sólo pasaba para decirte que puedo ayudarte en lo que quieras, en lo que pueda señori... América. —Se corrige antes de volver a llamarme señorita.

—Gracias Florence, ¿qué edad tienes? —le pregunto.

—Tengo veintidós años, ¿y tú? —me pregunta ahora ella.

—Tengo veinte —contesto sorprendida, a esa edad de no haber sido prodigio y adelantada de grados yo también hubiera tenido las prácticas universitarias. Ahora en cambio soy más joven que ella.

—Con razón, lo digo por que de verdad te vez joven. Venía a decirte que te solicita el jefe en el piso treinta y tres. —Señala con su uña de acrílico y gel el piso de arriba—. Se muy formal, háblale de usted, tiene un temperamento de los mil demonios a pesar de ser joven, no le gusta que te sientes frente a él o hagas cualquier otra acción si él no te lo ordena. Por suerte sólo te va a hablar esta vez ya que no estamos en la misma área. Cuando yo lo conocí fue terriblemente incómodo, sólo te digo esto para que a ti no te pase lo mismo, si se porta grosero no lo tomes personal, es así con todo el mundo, incluso con los más importantes de cada zona, tú eres coordinadora pero él es el dueño así que tiene el ego por los cielos, con cuidado.

—Gracias Florence. Subiré en unos minutos, gracias de nuevo por lo dicho. —Veo la hora en mi reloj de mano, son casi las tres de la tarde, la jornada de hoy a terminado—. Nos vemos mañana, vale.

—Vale —dice poniéndose de pie, sale unos segundos después, retoco mi maquillaje y lo meto de nuevo en mi bolso. Salgo y cierro la puerta a mis espaldas, la puerta de la oficina de Derek también se abre.

—¿Ya te vas? —pregunta.

—Sí, subiré con el jefe y luego me iré a casa. —Le sonrío a forma de despedida.

—Nos vemos mañana... A menos que quieras que te lleve a tu casa —ofrece, sonríe revelando el hoyuelo de una de sus mejillas.

—No, gracias, está bien así, no te preocupes, no sé cuanto tiempo me llevará hablar con el jefe, por cierto ¿cómo se llama? —Siento mis mejillas arder de nuevo, sé que debí informarme más sobre la cotizada empresa, quien es el dueño, los accionistas, sus nombres, trayectorias y por demás. Me sentía tan cansada mental y físicamente que lo único que hice fue dormir y dormir después de pensar sobre lo que haría, ya tengo las ideas más claras pero no sé nada de la empresa.

—Se llama Dominic Winter —dice serio, la sonrisa se ha esfumado de su rostro. Lo observo mientras se recompone un poco, su mirada perdida regresa de nuevo a mi rostro, hacemos contacto visual y su mirada se recompone un poco más, carraspea para aclarar su voz—. Te acompaño, no es ninguna molestia, además nadie dura más de cinco minutos dentro de su oficina, ni siquiera su secretaria. —Asiento con la cabeza, tengo la sensación de que si me vuelvo negar, a decir que no, se molestará, y siendo el primer día de mi primer semana incorporada quiero ser lo más social y amable posible, y digamos que negándome no sería muy amable de mi parte. Tomamos el ascensor para el único piso faltante arriba. Por irse sólo faltaba Benjamín, un chico de unos treinta años, su piel morena combina con sus ojos negros, es más alto incluso que Carlos, él es pelirrojo, un pelirrojo naranja zanahoria, con la piel pálida y sus tupidas mejillas de pecas en tonos marrones.

Las puertas del elevador se abren de par en par, salimos y nos encontramos frente al escritorio de madera de cerezo, la mujer de traje gris alza su vista detrás de sus gafas cuadradas, su cabello negro está atado en una coleta alta que aliza su peinado con gel, se ve tan apretado su cabello que hasta a mí me da dolor de cuero cabelludo ajeno.

—Soy América Castañeda, la nueva coordinadora, me han solicitado subir a ver a Dominic Winter —digo, ella asiente con convencimiento.

—Claro, en unos cinco minutos estará disponible, pueden sentarse si gustan. —Nos señala el par de sillones de la esquina, justo en ese momento se abre la puerta de la oficina detrás de una chica de cabello púrpura, no se ve muy elegante envuelta en pantalones de cuero negros y un crop top que no deja mucho a la imaginación, digamos que no van con el estilo de los trabajadores que he conocido en el transcurso del día.

Leo el gafete de la secretaria de Dominic Winter para desviar mi mirada de la chica púrpura. Se llama Rouse y habla por teléfono. Segundos después mientras la chica gótica se adentra en el elevador Rouse me dirige de nuevo la palabra:

—Dice el señor Dominic que ya puede pasar. —Me sonríe amable.

¿Cómo será el dueño?
¿Alto o bajo?
¿Joven o viejo?
¿Moreno o rubio?

La tercer pregunta ya la sé por Florence, dijo que es joven, ¿pero qué tan joven? Para tener la presidencia de este imperio le cálculo aproximadamente no menos de cuarenta años. Toco con los nudillos la puerta antes de entrar sólo por precaución. Derek se ha quedado hablando con Rouse.

—Adelante. —La voz suena fuerte, casi familiar y reconocible, no puede ser que sea él, ¿la vida me odia de tal manera? Abro la puerta y antes de observar la estancia lo observo a él.

Es alto.
Es joven.
Es moreno.
Es él...

No sé si pasar, las palabras de Florence me resuenan en la mente como taladro martillando mi cerebro. Paso un trago de saliva amarga, me duele el corazón, el cuerpo, todo.

—Entre, cierre la puerta y sientese. —Sus ordenes me hacen temblar mas sin embargo hago lo que pide tal y como lo ordena. Se recarga sobre su silla y cruza sus manos sobre su regazo, es intimidante.

—¿Sabe hablar señorita Castañeda? —me pregunta con sarcasmo destilando en cada letra pronunciada.

—Sí, le agradezco el puesto de trabajo, la señorita Alexia me ha contado sobre su nueva idea en la contratación, gracias por el empleo. —Mi voz suena más débil de lo normal, casi no le soporto el contacto visual pero aún así lo hago.

—¿Por qué huiste? —me pregunta, mi pulso se acelera, quiero vomitar el corazón por la boca ahora mismo, me duele la cabeza, no sé que decir, este es un tema personal y simplemente no quiero hablarlo.

N/A.

Dominic en galería. *

Maravilloso accidente. (Completa) (En Físico) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora