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Después de la ducha me cepillo los dientes y me observo en el espejo, un escalofrío me recorre la columna vertebral, «no soy una niña» pero aún así me atemoriza las noches, los espacios reducidos, los recuerdos. Suelto un suspiro, muy pronto todo se aclarará, sólo necesito llegar a New York.

—Muñeca, ese color se te ve estupendo.

—Acepto que me he puesto este color para combinar con tu playera —confirmo.
Mi vestido suelto de tul azul celeste combina con su camisa y por ese simple motivo lo he hecho, además de que va genial con el clima, los colores claros siempre serán más frescos.

—Siempre tan atenta, a la moda y sobre todo siempre tan sexy. —Ignoro su comentario evitando que vea la sonrisita nerviosa que se ha formado en mi rostro, estoy en el dilema ¿y ahora qué haré?

Tomando en mis manos a la panda y él al unicornio bajamos al estacionamiento y posteriormente de dictarle la dirección y haberla puesta en el GPS el automóvil emprende la marcha sonando boys de Charli xcx.

—Muñeca, no hay plaza de aparcamiento fuera, pídele la clave para pasar al estacionamiento privado.

—Ya me la ha enviado con anterioridad, creo que sabía que esto podía pasar. —Saco mi celular y le doy la clave, después de decirla a el gorila de seguridad nos deja pasar. Posteriormente de aparcar en una de las plazas correspondientes para Oli nos bajamos con bebés en brazos mientras Robert se ofrece a llevar la pañalera por mí.

—Dijo que es el piso 13, interior 13.

—Piso 13, interior 13 —susurra marcando el número en los botones del elevador—. Suena como titulo de película de terror.

—¿Pero qué dices? —Me río ligeramente de lo que ha dicho—. Si el lugar está hermoso. —Y no lo digo para defender eso del "como para título de película de terror", simplemente es la verdad, todo está en caoba y colores brillantes, hay palmeras por doquier, podría jurar que lugar que pisamos lugar que huele a flores, frutas y cítricos, cuando las puertas del elevador se abren la realidad es que no me sorprende ver las paredes de tono amarillo canario y además creo que tampoco me sorprendería ver a las personas pasearse en bermudas, sandalias y playeras hawaianas, el estilo es tanto que hasta se me antoja tomar una piña colada con una corona floral en el cuello y cabeza y bailar al hula hula dance. Además el ambiente te relaja y ya no se ve tan raro caminar por los pasillos con mis bebés vestidos a la ciencia ficción y al estilo animales en extinción, y no del tipo animal print, ese estilo también es cool.

Divagando en mi mente como sólo yo sé hacerlo cuando menos me doy cuenta ya estamos fuera de la puerta que dice ser el departamento 13. Levanto mis nudillos y toco a la puerta, esta se abre de manera inmediata y mi chico de sonrisa linda me sonríe, las ligas de sus braquets son azules y van a la perfección con su rostro masculino pero a la vez afeminado.

—¡Feliz cumpleaños neoyorquina! —Exclama, su vista me ve con adoración y podría apostar el mundo entero a que lo veo de la misma manera, ahora que lo he empezado a recordar el lazo se ha hecho más grande, el lazo de la amistad y del reconocimiento, y sobre todo el lazo del cariño, de aquel que le he tenido toda la vida, desde pequeños—. ¡Por dios y trajiste al par de bebés californianos!  —Antes de siquiera abrazarme ya tiene envuelto en sus brazos al unicornio.

—Gracias —susurro, por su parte Robert se mantiene en silencio.

—Pasen, he preparado la cena, he cocinado tu comida favorita, o por lo menos la que lo era. —No tengo idea de lo que ha preparado, por que la verdad no creo que sea pizza.

—Veamos mi chef sexy ¿qué has preparado? —le pregunto.

—¡Más bien que no he preparado! —exclama en mi dirección, después de ver momentáneamente a Robert frunce el ceño—. Robert ponte cómodo, puedes dejar la pañalera en uno de esos sillones. —Señala la sala con los sillones de cuero blanco, todo se ve nuevo, es decir, es nuevo, lo deduzco y lo puedo percibir por el olor a productos y cosas nuevas, y aún de esta manera se percibe ligeramente el olor de orquídeas hawaianas. Robert deja la pañalera en un sillón para después caminar a mi lado siguiendo a Oli que nos lleva hasta el comedor quedando ambos asombrados.

—¿Y qué tal? —pregunta.

—Bueno, pues es ¡wow! Demasiada comida —digo.

—Opino lo mismo —coincide conmigo Robert.

—Leí en internet que aveces los sabores pueden ayudar a traer de regreso los recuerdos, por ello mismo he preparado cada cosa que alguna vez probamos por las calles de New York.

—Te lo agradezco mucho Oli. ¿Cómo se llama cada platillo?

—Este primero es Lobster Roll, en el instituto lo comprabas todo el tiempo, te encantaba la langosta y su sabor fuerte. Este otro es Steakhause carne estadounidense que sólo los verdaderos neoyorquinos saben apreciar cuando está bien hecho. Pierogi que en realidad son raviolis rellenos y aunque son de origen polaco los preparaba tu mamá cada viernes para la cena donde ninguno de los dos no los perdíamos y siempre tuvimos la sospecha que los compraba ya hechos en Greenpoint y aunque nunca lo comprobamos yo aún tengo mis sospechas, y mira, tus favoritos entre los favoritos, Mac and Cheese, para la vista de otros mortales serán simples macarrones con queso, para los neoyorquinos es como nuestra filosofía de vida. Por otro lado esta sopa creo que te agradará porque fue la sopa que preparó para ti tu padre el día que cumpliste 14, se llama Ramen y cuando simplemente tu padre no podía prepararla o no tenía tiempo obligábamos a Zac que nos llevara a Manhattan para comerla en algún local. —Ni Robert ni yo hacemos interrupciones, lo que dice Oli lo voy analizando e imaginando—, y por último tu tarta favorita y hoy la de cumpleaños, Red Velvet.

—¿De qué sabor es la tarta? Se ve de maravilla, y es... ¡Hermosa! —digo como niña pequeña y con la boca hecha agua.

—Su color rojo intenso te puede engañar, su sabor es mantequilla y chocolate blanco —responde Oli con una sonrisa y claramente halagado.

12/38.

Mte

Gracias por leer.

Maravilloso accidente. (Completa) (En Físico) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora