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—Está bien, te acompañaré.

—Sé que le hemos dado los días libres a Keyla, pero no sé si hablarle y decirle que mañana esté con los niños un par de horas.

—Creo que ella necesita su buen descanso, trabajar las veinticuatro horas al día es agotador y más porque es así los siete días a la semana.

—Claro, que desconsiderada soy.

—Pero podríamos decirle a Alaska.

—¿Y tú crees que quiera? Me he portado como una perra con ella, bueno en realidad con todos.

—Lo único que Alaska quiere es recuperar a su mejor amiga.

—El problema es que esa chica ya no existe.

—Yo creo que sí, sólo que sigue escondida dentro de ti.

—No lo sé. —Me encojo de hombros, no sé si eso sea verdad. Mi celular suena, el nombre de Jonh resplandece en la pantalla—. Hola Jonh ¿qué tal Argentina?

—De maravilla, no tiene mucho que llegué pero estoy bien ¿te ha gustado mi regalo?

—Estoy fascinada, pero creo que es demasiado, más de lo que merezco Jonh.

—No, nada de eso, espero que cumplas muchos años más y por supuesto trabajando para la empresa.

—Gracias Jonh.

—No es nada, he movido algunos contactos en el trascurso del vuelo para darte una sorpresa y un poco de publicidad.

—¿De qué trata?

—¿Estás ocupada esta noche? —quito la vista de Dominic que me mira con cautela.

—No, no estaré ocupada.

—¡Perfecto! Tienen que presentarse en el bar «La Abadía» es tan famoso y único en su clase, diviertanse y hagan cosas que los fotógrafos amen capturar y los publicistas publicar.

—¿Tiene qué ir Robert conmigo?

—Obviamente sí, para que ambos tengan su nota, ¿oh quieres ir con alguien más?

—No, no, está bien.

—¡Okey! Pasa el recado a Robert.

—Claro, disfruta de tu estadía en la Argentina.

—Hasta pronto América.

—Hasta pronto Jonh.

—¿Quien es Jonh? —Tan pronto como cuelgo la pregunta por parte de un extraño Dominic me bombardea.

—Es mi mánager, tengo que irme.

—¿Ha dónde?

—Me salió un evento.

—¿Ah sí? —Arquea una ceja.

—¡Maldición! —exclamo.

—¿Ahora qué?

—¿Puedes llevarte a nuestros hijos? ¿Puedes cuidarlos?

—Claro que puedo, por deber y por amor. —Lo veo al rostro procesando sus palabras.

—Vale, gracias. Llama a Keyla o pídele de favor a Alaska, tengo aún un rato libre, quizá unas tres horas, podemos ir a tu casa y de ahí llamar a cualquiera de las dos chicas.

—Yo los puedo cuidar en lo que tú sales.

—Sí pero ¿y mañana? ¿quién los cuidara mañana por la mañana? Tenemos que buscar a alguien, antes de decidirlo tengo que llamar a Robert, voy al tocador para hacerlo desde ahí —digo poniéndome de pie.

Maravilloso accidente. (Completa) (En Físico) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora