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Los minutos pasan y siento que me desmayaré en cualquier momento, la pintura de mis uñas que era un tono perla la he que quitado con mis dientes, no sé porque me las sigo pintando si siempre hago lo mismo, no duro más allá de un par de horas con el barniz encima.

—Calma América.

—No hables por favor, quiero silencio, siento que la cabeza me estallará, sólo abrázame. —Su barbilla está en mi hombro, sus brazos en mi cintura, mi pulso se torna un poco más normal. Permanecimos así hasta que un suave carraspeo nos hace separarnos lentamente y en mi sentir con pesar.

—He logrado que pasen a ver a su familiar en una sala de interrogación, estaré detrás del vidrio unilateral por si noto algún mal movimiento de parte del recluso. Dominic no te separes mucho de tu chica por si debes protegerla unos segundos antes de que yo entre e interfiera, estarán cara a cara con este tipo, traten de mantener la compostura, ambos, ¿entendido?

—Sí —respondemos al unísono.

—Bien, en ese caso síganme, es por aquí. —Hacemos lo que nos pide caminando por detrás de él hacia el lugar donde sea que se encuentre la sala de interrogación que ha mencionado. Entramos por un pasillo de paredes grises, el ruido junto a las voces de fuera se mitigan y mis tacones contra las baldosas hacen más ruido con cada paso que doy de lo que lo hacían momento antes.

—Entra tú primero Dominic, yo veré desde aquí. —Le ordena su tío.

—¿Podrá escuchar? —le pregunto un tanto recelosa, no me importaría con cualquier otro oficial, pero este es el tío de Dominic, y mi secreto tiene que ser revelado por mí, no para los que escuchan por casualidad, o en su caso, por deber.

—No América, pero si veo que hace un mínimo movimiento intervendré, todas formas a él ya lo puse en advertencia.

—Gracias. —Dominic abre la puerta con determinación mientras me hago pequeña y las inseguridades me invaden la piel.

Camino paso por paso dentro de la habitación de paredes grises, la puerta se cierra con un rechinido, mi vista recae en el sujeto que se encuentra sentado en una silla de madera y sus brazos están cruzados sobre la mesa enfrente de sí y como en las típicas películas una lámpara baja desde el techo y da directo en su cuerpo, iluminando a la persona que encarna mis peores y más dolorosas pesadillas.

—Pensé que sería mamá, que vendría un día después del diez de mayo desde España sólo para decirme que tan decepcionada está de mí, eso no me sorprendería, pero verte a ti sí me sorprende, y mucho.

—¿Sabes quién soy? —le pregunto, mi voz suena más fuerte y segura de lo que me siento en realidad.

—¿Estás bromeando? Claro que te recuerdo ¿cómo olvidaría a mi muñeca favorita? Que da la casualidad que fue la misma que abrió la boca y por ello me encuentro aquí.

—Te encuentras aquí no por mi culpa, te encuentras aquí por las consecuencias de tus actos —respondo de inmediato.

—¿Ha que has venido América? —cuestiona, antes de que pueda responder gira su cabeza hacia Dominic—. ¿Y tú quién eres? No creo que seas Taylor, ni tampoco Zac, ellos eran rubios, unos tontos rubios, casi iguales de tontos de lo que eras tú —dice esto último para mí.

—Realmente Johan no me importa lo que digas de mí.

—¿Entonces por qué estás aquí?

—Porque he venido ha decirte que te perdono.

—¿Y quién ha dicho que yo quiero tu perdón?

—No lo hago por ti, lo hago por mí, necesito perdonar a la persona que más daño me hizo para poder entender que lo que me hacías hacer no era culpa mía y así también pueda perdonar de verdad a las demás personas que les quiero brindar mi perdón, tu eres la primera.

—El que me perdones no me hará salir de este lugar.

—En eso tienes razón, te perdono pero sigues mereciendo estar en este lugar y en la forma en la que te encuentras.

—Qué me perdones no borrará de tu memoria el recuerdo de las cosas que te "obligué" hacer. —Hace las comillas con sus dedos. Tomo la mano de Dominic que da por impulso un paso en su dirección, las venas de su cuello están marcadas y sus manos están hechas puños.

—Te perdono porque es mi decisión hacerlo.

—¿Te estás tirando ha este chico? Me caía mejor Willmer.

—¿De qué estás hablando? —Mi ceño está fruncido.

—¿Harás que no sabes América? Willmer pagó para que mi estadía aquí fuera una mierda, sólo lo vi una vez, dijo que rogara al cielo que no tuvieras una crisis pronto porque volvería y me mataría, no volvió en mucho tiempo, eso fue hace unos meses a lo que deduje que no volviste a tener una crisis o el tipo te había dejado, ¿cuál de las dos?

—No he vuelto a tener una crisis.

—¿Entonces sigues saliendo con el hijo del Jefe?

—Tú no sabes nada.

—Yo sé mucho, muñeca.

—No, tú no sabes nada y donde abras la boca... —Dominic aprieta con sutileza mi mano para que las palabras no terminen de salir de mi boca.

—¿Acaso me estás amenazando?

—Sólo es un aviso.

—Me vale una mierda tu aviso América. —Quita su vista de mí y la regresa a Dominic nuevamente—. Si eres su nuevo novio y por eso Willmer no ha venido date cuenta que eres un gran imbécil, ¿ves como lo defiende?, sabes a quien ella elegiría.

—Dominic no...

—No te preocupes Meri, lo que diga la escoria enfrente de nosotros no me importa.

—Deberías creerme e importarte, pero es tu problema si quieres ser la marioneta de la situación.

—Dominic no ha venido aquí para que le envenenes la cabeza Johan. He dicho que te perdono, eso es todo.

—El perdón es para las personas que se sienten arrepentidos, y yo no puedo sentirme de esa manera América, porque lo disfrute..., y mucho, como ninguno de los dos lo imaginan —la respuesta me toma por sorpresa que no me doy cuenta como tan deprisa Dominic le ha asentado un par de golpes en el rostro que lo hacen sangrar de la nariz y la boca, tan pronto como ha iniciado la pelea son separados por el tío de Dominic.

29/38.

Mte

Gracias por leer.

Maravilloso accidente. (Completa) (En Físico) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora