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Ya dentro del Pub nadie nos presta atención, las personas del lugar son lo suficiente adineradas para no sentirse tentadas a pedirle un autógrafo a Robert.

—Espera aquí. —Asiento con la cabeza en su dirección, en la pista chicos bailan a como pueden música electrónica estadounidense, cambiando radicalmente de genero comienza a sonar la canción que le he comentado a Robert en el auto.

—¿Me permites esta pieza? —tiene una mano doblada hacia atrás, con la derecha hace una reverencia inclinándose hacia el frente.

—¿La has ido a pedir para mí? —me bajo del banco alto, tomo su mano.

—Claro que sí, y mi premio es bailar contigo. —Le sonrío, antes de que la canción termine vamos a la pista donde los argentinos cantan la canción con alegría y bailan en medio de la euforia, al parecer es la canción latina del momento. Siento sus manos por todo mi cuerpo con confianza mientras nos movemos al ritmo de la música, vuelta tras vuelta nuestros cuerpos entran en calor y se tornan sudorosos, volvemos a nuestro reservado de la esquina canciones bailables después.

—¿Cómo se llama esta bebida?

—Fernet, es de las bebidas más populares aquí en la Argentina, eso sin contar el mate, mañana pediré en servicio a la habitación para que lo pruebes, si podemos y el tiempo nos lo permite te llevaré a un restaurante a comer asados argentinos, son una cosa espectacular acompañados de esta bebida. —Mese el liquido obscuro con hielo de su vaso—. Si no ya será para la próxima vez que vengamos. —La seguridad en su voz me da seguridad también a mí misma, dijo la próxima vez.

Un dolor de cabeza me atraviesa y un recuerdo viene a mi mente: Estoy en los baños de lo que parece ser un instituto, tengo una navaja en las manos y me hago cortes en los brazos, me quedo ahí viendo la sangre escapar, mientras susurro que ya no puede lastimarme, no puede salir de su agujero para jugar con su muñeca favorita.

—Robert —le hablo, él deja de hablar de lo que sea que me estuviera platicando, llevo una mano a mi cabeza.

—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?

—Un poco, creo que recordé algo, me duele la cabeza.

—Ven vamos, hemos tenido suficiente por hoy. —Tomados de la mano salimos del pub, el dolor de cabeza me sigue martillando el cerebro, intuyo que es por la música alta. Ya en el auto recuesto el asiento para tener una postura más cómoda y cierro los ojos para relajarme, Robert guarda silencio, mentalmente se lo agradezco a pesar que me encanta su voz.

—Llegamos América. —Me mueve del brazo, abro los ojos de inmediato.

—No venía dormida. —Me sonríe.

—Lo sé, te observe dormir en el avión —responde bajando del auto, lo rodea y abre la puerta para mí, normalmente yo abro la puerta por mi propia cuenta, tengo manos y sin ninguna complicación puedo hacerlo como cualquier otra mujer en el mundo, pero quiero sentirme cuidada, siento cierta nostalgia después de ese recuerdo. Mientras subimos en el ascensor observo mis brazos, no tengo ninguna marca a lo que me deja en duda si de verdad pasó lo que vi en la pequeña visión.

—Te veo un poco ausente.

—Es sólo que me duele un poco la cabeza.

—Entra a tu habitación, ya vuelvo con algunos analgésicos para que te sientas mejor.

—Gracias, eres un amor. —Cierro la puerta mientras él entra a su habitación, me quito la ropa y me pongo un camisón de seda para dormir, prendo mi celular, lo primero que hago es marcar a Dominic sin leer los mensajes de la bandeja de entrada WhatsApp.

Maravilloso accidente. (Completa) (En Físico) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora