Martes 8 de mayo del 2018.

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Subo los lentes de sol al inicio de mi cabeza; lo sé, es muy temprano para usarlos pero la luz del jet me provocó dolor de cabeza, uno de los factores del porque me encierro así, en mi mundo, en mis pensamientos, y a ello le sumamos que estamos tocando el piso de California, de San Diego, haciendo que mi dolor de cabeza brinque a ser migraña.

Robert sostiene con firmeza mi mano, mientras Jonh se acerca a nosotros.

—¡Chicos! Hay una horda de fans, sean amables, América ¿Qué pasó con esa sonrisa? ¡A sonreír! Den firmas, fotos, ¡pero con motivación! Tienen hasta el lunes para descansar, el martes tenemos que estar de vuelta en New York, ¡así que a disfrutar! —Jonh suena muy energético y feliz al hablar, sinceramente no he prestado mucho atención a lo que ha dicho, sólo me he imaginado a mí misma poniéndole cinta adhesiva a su boca.

—Ya vete Jonh, por favor, no eres nuestro padre, somos adultos ya, sabemos lo que hacemos y debemos hacer, por unos pocos días libres no haremos que el mundo se prenda en llamas —La voz de Robert suena ligeramente burlona, pero a pesar de todo sé que aprecia a Jonh.

—Lo siento muchachos, es la costumbre. —Se encoge de hombros restándole importancia.

Tan pronto como nos acercamos a la barra de aluminio que casi es dobla por la muchedumbre de chicas -y también chicos- en algunos carteles leo mi nombre, pero sobre todo y en realidad un poco más de la mitad de ellos se lee el nombre del chico sueco de mi lado que les dirige a todas una sonrisa matadora, de esas de revista, que hace que las bragas de las chicas caigan al piso y los chicos lo miren con envidia por que saben jodidamente que no pueden superarlo, incansable para el resto den mundo, pero no para mí. Me sorprende en sobremanera escuchar palabras de chicas diciendo que tan bonita soy, lo carismática que parezco ser y los buenos deseos de personas que no conozco pero ellas sí me conocen a mí.

Nuestra seguridad privada y la propia del aeropuerto nos respaldan, la misma que nos guía a nuestro automóvil después de haber terminado la sección de autógrafos.
Reclino mi asiento y bajo la ventanilla para sentir el aire más de cerca, la mano derecha de Robert se encuentra en mi rodilla izquierda y su mano izquierda al control del volante.

—Relajate muñeca, estás a salvo, estamos bien —su voz suele tranquilizarme en cualquier momento fuera de San Diego, dentro de este parece que sus palabras son pronunciadas pero no tienen ningún tipo de significado, quisiera creerle, pero no puedo, cada que estoy aquí el destino me golpea con guante rojo—. ¿Así qué cuál es el plan de hoy? —me pregunta cuando no he respondido a su anterior comentario motivador.

—Conduce donde Dominic, iremos por Sofia y Damon, lo único que quiero es ternelos cerca, han pasado muchos días desde la última vez que los vi, sé que seguirán siendo pequeños, pero hay veces que pienso en que no quiero pasar un año o más tiempo lejos, y si llega a suceder no puedo ni imaginar lo que se sentirá cuando regrese y ni siquiera me recuerden como su madre.

—Nunca tardarás un año, no como modelo por lo menos, nuestras giras no son como la de los cantantes que pueden ser por años, dos o inclusive tres o a veces hasta más, pero no nosotros, siempre que quieras volver podrás hacerlo.

—He firmado por cinco años Robert.

—¿Y eso para ti es poco o mucho?

—Normal, supongo... Sólo no quiero perder mucho tiempo con mis hijos, sé que lo haré, madre a medias, a momentos.

—Es así con todas las madres y padres que son artistas, podrás llevarlo.

—Eso espero —susurro, cierro los ojos por un momento. Todo viene a mi mente que está exhausta y agobiada.

»Mi cuerpo temblaba en los brazos de Willmer, no estaba alucinando aunque lo pareciera, era real, de carne y hueso, mis lágrimas mojaban su camisa pero a él no parecía importarle, me sostenía para no caer de lleno al piso, una de sus manos jugaba con con mi cabello a la vez que me apretada a su cuerpo.

—No eres real —susurré al vacío.

—Lo soy —contestó.

—Pues no te creo. —Me aparté de él como si el cuerpo me quemara, poco después la palma de mi mano de verdad me escocía, por la velocidad y fuerza que utilicé para abofetear su rostro.

—¿Ahora ya me crees? —preguntó sobándose la mejilla que se comenzaba a poner roja a causa del golpe. Al ver mi mano marcada en su blanca piel casi le pedí una disculpa, cosa que no hice, pero debí haber hecho, porque ante todo no debí pegarle, ni por impulso ni por nada.

—¿Cómo es posible?, vengo de tu funeral.

—En realidad vienes del hospital. —Fruncí el ceño en su dirección.

—¿Y cómo es qué lo sabes?

—Dominic me lo ha dicho, todo esto, incluido el funeral fue para ponerte a salvo, nuestro plan casi se va a la borda, me ha contado que casi te hiere de nuevo, lo siento mucho. —Me recargué en una de las paredes pertenecientes a la mitad rosa de la habitación deslizándome en esta misma hasta llegar al piso.

—¿Dominic siempre lo supo?

—Sí, fue idea de ambos llevar a cabo éste plan.

—¿Y por qué nadie me lo dijo?

—No queríamos que te alarmaras.

—¿Qué no me qué? Son un par de idiotas, eso es lo que son, ¿quién más lo sabía?

—Alaska, Harry y Oliver, claro que este último no estuvo de acuerdo, por eso mismo no asistió.

—¿Y Robert? —pregunté con temor a la respuesta, de haber escuchado una respuesta afirmativa mi corazón se hubiera quebrado a la mitad, por fortuna o buena suerte eso no pasó.

—No, él no sabe nada. —Escuché la amargura de su voz, lo pasé por alto y permanecimos unos momentos en silencio, me encontraba sacando mis propias conclusiones.

—¿Qué es lo bueno que se sacaría de este estúpido plan? —le pregunté.

—Tu seguridad, la de tus hijos, la de todos.

—¿Por qué simplemente no me lo contaron? Me dolió escuchar a Alaska culparme, sufrí cuando Dominic me contó los detalles de tu muerte. ¡Demonios, y todo era una farsa!

N/A.

Capitulo dedicado a: ariaacostatun
2/38
Mte
Gracias por leer.

Maravilloso accidente. (Completa) (En Físico) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora