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Por primera vez en su vida Robert se sentía culpable, nunca se había sentido de esa forma, mucho menos de algo que él no había hecho. Le agradeció a la recepcionista y tomando el elevador subieron hasta el sexto piso para posteriormente dirigirse a la sala de espera.

En la fría sala se encontraba Alaska, Harry, Oliver, Allie y Willmer, hace apenas unos minutos que los habían llamado. Alaska tenía los ojos rojos por el llanto, Oliver no podía creer que una de sus mejores amigas estuviera en un estado tan grave, el cuerpo de Willmer temblaba con sollozos que le eran imposibles controlar, el amor de su vida se estaba debatiendo entre la vida y la muerte y consigo al par de bebés que él estaba viendo crecer cada mes en el ultrasonido, había escuchado sus maravillosos y pequeños corazones latir, los quería, los amaba antes de nacer, no llevaban su sangre en las venas, pero ellos no se enterarían jamás de ese detalle, crecerían con un buen ejemplo, Will quería ser una buena figura paterna, les daría un hogar, una buena educación, amor, comprensión y todo eso él quería lograrlo de la mano de América siendo ya su esposo. La amaba más que a su propia vida, era lo mejor que él había conocido jamás, lo hacía querer ser mejor persona aunque le haya ocultado cosas, lo hizo por no meterla en ese mundo de demonios, ¿cómo él podría involucrar a su ángel rubio con personas que estaban hechas lo suficientemente mierda cómo para estar dentro de esos negocios criminales? Si América moría juró morir junto con ella. Su amor era tan fuerte, tan real, tan leal, muchos pensaríamos que hasta enfermo, Willmer estaba dispuesto a ir por ella hasta la muerte, quizá era el dolor el motivo que lo hacía pensar de esa manera.
Alaska observó como un par de hombres entraban en la sala, uno desconocido y otro conocido para el resto del mundo. ¿Qué hacía ahí el modelo sueco Robert Baker?

—¿Son familiares de la señorita Castañeda? —preguntó Robert provocando que Oliver y Willmer levantaran la mirada del suelo y la regresarán al super modelo.

—Sí —respondió Alaska, estaba sorprendida, le era extraño como su cuerpo estaba experimentando tantas emociones en un sólo día.

—Lo siento, sin ningún problema puedo hacerme responsable de los gastos del hospital y lo demás que sea necesario.

—¿Eso por qué? —le preguntó Alaska.

—Yo soy el chico que por accidente ella chocó conmigo. —Se dio cuenta Robert al decir aquello, que sí, había sido un accidente, uno muy trágico.

—Pues por el impacto parece que fue al revés —respondió Alaska poniéndose de pie hecha un fiera, podría ser muy guapo, adinerado y con fama mundial pero era su mejor amiga de la que se estaba hablando, la única chica que la soportaba como era.

—¿Cómo es qué no estás preso? —preguntó ahora Willmer poniéndose de pie, estaba molesto, el coraje casi hacía su cuerpo estallar, mentalmente se visualizó acabando con sus propias manos la vida del tatuado en escenarios nada lindos a la vista.

—Se han revisado las cámaras de locales cercanos además de las del gobierno que están por seguridad en cada semáforo donde se nota que Robert no fue el culpable del accidente, además hay testigos que abogan en prueba de la teoría que la señorita Castañeda se ha pasado un semáforo rojo al límite de velocidad permitida. —Will se pasó las manos por el cabello con frustración

Los doctores no habían dado mucha información, sólo que estaba inconsciente, grave por la zona de la cabeza en la que se había golpeado con fuerza contra el volante. Estaban esperando saber como se encontraba para poder avisar a su familia del accidente, dios quisiera que no pasara algo más que un susto de prevención.

Un par de oficiales entraron en la sala, eso no le preocupaba a Will, tenía suerte que la policía no tuviera fotos suyas, ni siquiera de su propio padre que lo conocían por su pseudónimo, así que la coincidencia de apellidos le restaba importancia.

—¿Familiares de América Castañeda?

—Sí, somos nosotros —respondió Oliver.

—Les traemos un informe. Se ha dejado en libertad al conductor "B" por no tener culpabilidad en el accidente, el automóvil de la señorita Castañeda se ha llevado a revisión ya que tenemos la ligera sospecha de que el automóvil ha sido saboteado, cuando tengamos más información les avisarémos, por ahora les deseamos que la joven se mejore pronto.

—Gracias oficiales —contestó de forma educada Alaska. Apenas se habían marchado el par de uniformados policías cuando entró en la estancia uno de los doctores que estaban atendiendo en emergencias y alto riesgo a América.

Robert no daba crédito a lo que estaba viendo, era su padre, entre los miles de doctores que trabajan en el enorme hospital era él el que atendía a la rubia.

—Les traigo noticias, no buenas como me gustarían que fueran, América tras el choque y el golpe sufrió hipoxia que es la falta de oxigeno a las células, además de hipercapnia que es la cantidad elevada de CO2 en la sangre provocando que no pueda despertar por el momento, es lo más conocido como el estado de coma, cuando la hinchazón baje puede que despierte, sino es así no hay día exacto para que reaccione, pueden ser días, meses, años... ¿Está el padre de los bebés presente? —preguntó el doctor con la mirada interrogativa en dirección de los tres chicos —ya que Jonh había bajado a la cafetería—,y además uno de ellos era su hijo, tenían tan poca comunicación que no le sorprendería saber que era él el padre de los hijos de la rubia.

—Soy yo —respondió Willmer, era una mentira que se estaba creyendo de una manera tan intensa como si fuera un mitómano.

—Los bebés han corrido milagrosamente con demasiada suerte, están en perfectas condiciones, muy sanos, aun así los tendremos en supervisión. Vendré en un par de horas para avisarles si es que hay mejoras.

—Gracias doctor —agradeció Willmer con el alma destrozada, no daba crédito a lo que sus oídos habían escuchado, se estaba muriendo todo en su interior. Recordó la primera vez que la vio, una niña de diecisiete años mientras el estaba por cumplir los veinte.

América caminaba por el campus un día normal de clases con un libro de ciencia ficción en sus manos buscando un lugar fresco para leer, quizá debajo de la sombra de un árbol. Will la miró, era la chica más joven de la universidad, tenía la edad de cualquier chica asistiendo al instituto, no a la universidad a lo que la hacía más inteligente e interesante, muchos veinteañeros la miraban con sonrisas esperando conquistarla mientras ella posó sus ojos verdes en el chico de alma sucia, de pasado y presente con demonios, con futuro en las sombras y tinieblas. Él siendo egoísta fue tras la chica rubia, se presentó mientras leía el nombre del libro que llevaba en sus manos para leerlo después, luego buscarla y así tener algún tema de conversación con ella. Esa tarde antes de ir a terapia contra la drogadicción por primera vez, no estaba muy convencido de ir, pero conocer a América lo alentó para su gran sorpresa, así que compró Divergente en una pequeña librería y comenzó a leerlo acabándolo en tiempo récord, se vio yendo de vuelta a la librería para comprar los tres libros restantes, no sólo para impresionar a América, esa lectura lo había envuelto.

Con el paso del tiempo se le fue haciendo imposible no enamorarse de su buena alma y su personalidad caritativa, para su buena suerte el amor era correspondido, era verdadero, no como el que creyó tener con Rebeca. Se acostumbró a tenerla cerca todo el tiempo, todos los que la conocían lo hacían, y ahora Will simplemente no podía imaginarse una vida sin su rubia.

Willmer tomó la valentía de la que tanto solía presumir y marcó a la familia de América, los padres de la rubia corrieron a tomar el primer vuelo desdé New York. Alicia, la madre de América estaba con el corazón partido por la mitad, ¿cómo era posible que su hija no parara nunca de sufrir? Su padre se encontraba en shock y le dolía el pecho, aún eran jóvenes, ambos rondando los cuarenta y dos años, pero la situación los ponía con preocupación extrema.

N/A.

Capítulo dedicado a : LiSsLove181  MarthaEly

Mte

Gracias por leer.

Maravilloso accidente. (Completa) (En Físico) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora