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—¿Qué pasa doctor? —le pregunto con el corazón en la boca.

—Se alcanza a ver un tercer bebé, aún no puedo decirles el sexo porque son muy pequeños, demasiado pequeños —responde. Todavía no puedo procesar que sean dos bebés los que vienen en camino cuando ya me está diciendo que son tres. Un hueco se forma en la boca de mi estómago. Pienso que no podré con un bebé y ahora tres. Quiero llorar por días y ni siquiera sé si es de tristeza o de alegría.

—Felicidades papás.

—Gracias doctor Lombardi —responde Will. El doctor me tiende un toallita para que limpie mi estómago, sale de la habitación para que me ponga de nuevo mi ropa. Así lo hago, con la cabeza y mis pensamientos por las nubes, estoy aterrada, ¿podré ser una madre ejemplar de tres personas? Y no sólo eso, ¿podré darles todo lo qué necesiten? No tienen por que pasar carencias, ni de ropa, comida, colegio, sobre todo amor, ¿yo podré darles todo eso? Esos seres indefensos no pidieron venir a este mundo, pero ahí vienen en paquete de tres, me tengo que esforzar por lograrlo. Mi familia no es tan adinerada como la de Will, pero nunca me faltó nada y siempre tuve de todo en abundancia, inclusive mis padres se ofrecieron a pagarme lo que no podía cubrir yo sola en la universidad, como la vivienda y la alimentación, me negué porque intente hacerlo por mi propia cuenta, con esfuerzo y a duras penas y ahora con orgullo lo logré. Puedo con esto y con mil batallas más.

—¿Estás bien? —me pregunta deslizando sus pulgares por mis mejillas limpiando mis lágrimas a su paso. Creo que yo debería estar preguntándole aquello, no él a mí.

—Sí. —Asiento con la cabeza, como es mi costumbre hacerlo—. ¿Y tú?

—Estoy bien si tú lo estás. —Me dedica una hermosa sonrisa que aligera el momento y la tensión de mis hombros. La puerta se abre y da paso al doctor que trae algunos frascos de pastillas en sus manos. Nos sentamos de nuevo frente al reluciente escritorio a petición del doctor.

—Esta es la dieta que debe llevar, recuerde que los bebés no nacen con cara de los antojos que no se pueda llegar a comer. Estas pastillas son vitaminas para usted, no afectan a los bebés, y el ácido fólico para que los bebés puedan desarrollarse sin ningún problema. También puede practicar yoga o natación, claro, sin hacer muchos esfuerzos para que esté relajada, no se estrese demasiado, inclusive en la escuela o en el ámbito laboral, es importante que no se lleve disgustos y que no la hagan enojar, eso perjudica a los bebés porque no es por alarmar su estado de salud pero un embarazo múltiple siempre es de alto riesgo por lo que también tendrá que tomar estos otros medicamentos —dice el doctor esto ultimo en dirección de Will, si él supiera que Will es un pan de Dios. El doctor me entrega las vitaminas, el ácido fólico junto a los demás medicamentos y el papel que contiene mi dieta. Y sobre los disgustos en la escuela no hay problema ya que me encuentro graduada, pero meramente lo veo difícil en el ámbito laboral.

—Me encargaré de ello doctor, ¿algo más qué sea de importancia? —le pregunta Will.

—Eso es todo por ahora, vuelvan en un mes para la revisión mensual, si se siente mal tráigala de inmediato, recuerde joven que su novia no le dará un hijo, sino tres, debe valorarla y respetarla por eso. —Podría desmayarme con sólo repetir ese comentario de nuevo en mi mente que se reproduce una y otra vez como si mi cerebro fuera un reproductor automático, mentalmente me doy de topes contra la pared.

—Gracias por el concejo doctor, eso hago, la valoro y la respeto, nos vemos en un mes. —Nos ponemos de pie, el doctor nos acompaña a la puerta. A nuestras espaldas se escucha su voz llamando a la siguiente paciente.

Caminamos de nuevo hacia el flamante auto de Will, abre de nuevo la puerta para mí, lo veo rodear el auto y subirse en el asiento del piloto.

—Déjame leer la dieta —me pide con voz baja, sé que a él también le cuesta procesar lo ocurrido de allá dentro. Tanto y más que a mí. Se la paso sin rechistar y observo como la lee en silencio.

—Cocinaré para ti, iremos primero al supermercado, quería llevarte a comer pero prefiero hacerlo yo para tener más seguridad de la calidad de los alimentos ¿te parece bien la idea? —Su peculiar sonrisa está pintada de nuevo en su rostro. Si esto es un sueño, por favor que despierte más allá de un mes atrás. Frunzo el ceño ante mi anterior pensamiento, y mentalmente lo retiro, hace un poco más de un mes atrás «ellos» no existían, y ahora, por un segundo, por un instante, no cambiaría lo sucedido, porque ahora los tengo a ellos, son míos, nadie me los quitará, son mis hijos, son mis bebés, son mis semillas de naranja.

—Me parece estupendo. —Le sonrío de vuelta. Me regresa la hoja que en letras pequeñas mantiene los nombres de cada receta que tengo que comer durante todo este mes.

—¿Cuál de todas eligirás? —Enciende su auto con la vista en el parabrisas pero atento a mi respuesta.

—Pasta italiana con espárragos salteados.

—Buena elección —responde girando el volante a la derecha en dirección al supermercado más cercano de mi departamento.

Después de dar una vuelta sin encontrar zona donde aparcar, le digo que se estacione en un plaza de exclusividad para embarazadas, tenemos que aprovechar los beneficios de que estoy en cinta. Todo me recuerda al estado en el que me encuentro, en el carrito de fierro y llantitas del supermercado sólo hay un lugar para llevar un niño mientras escoges tus productos que comprarás, ¿cómo sentaré yo ahí a tres? Tendré que turnarlos o quizá turnarlas cuando haga la despensa, al menos que Will me acompañe y me ayude con los otros dos. Y luego la cajera que nos atiende también está embarazada con una enorme pansa de por lo menos ocho meses, la mía será a ese tiempo más grade, mucho más grande, un estómago multiplicado por tres.

Cuando por fin llegamos al departamento los pies me duelen a centenares. Will se va directo a la cocina para comenzar a cocinar, por mi parte tomo una ducha y me tiro en el sofá a ver un poco de televisión. El olor que proviene de la cocina es exquisito, huele a manjares ya que cocina el mejor chef de la ciudad, y para mí, el mejor chef del mundo entero. Como era de esperarse terminé mi ración de comida en un instante, inclusive Will me dejó tomar una segunda ración de comida advirtiéndome que no sería así siempre, le doy la razón.

Ha decidido quedarse hasta entrada la noche, Oli y Alaska no están en el departamento, somos jóvenes de vidas ocupadas como todas las personas normales y como a ellos nada se los impide seguro están festejando el día.

Me duermo profundamente sobre mi cómoda cama, con el brazo derecho de Will de almohada, y su cuerpo lo abrazo como si fuera mi oso de felpa Bubú de la infancia, en estos momentos es lo único que me gustaría estar haciendo en un cuatro de julio, dormir junto a Will, por suerte eso pasa.

N/A.

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Maravilloso accidente. (Completa) (En Físico) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora