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Comienzo a bajar, peldaño por peldaño de unas escaleras que están llenas de jarrones con las flores que serán mi compañía en esta declaración.

—Si te preguntas por que tantas rosas te diré lo siguiente: Las blancas son por nuestros hijos, lo más puro e inocente que compartimos —empiezo—, las verdes por que a pesar de todo no hemos perdido la empezaran el uno en el otro. —Trato de recordar las palabra y significados de las rosas depende el color—. Las azules por que a pesar de que la mayoría del tiempo me paso gritando o en berrinches, la verdad es que cuando estás cerca me siento tranquila. Las amarillas porque además de lo que iniciemos quiero que seas mi amigo, las color rosas son por que tenemos que respetarnos mutuamente, las de color lila por que quiero ser tu seducción y tu deseo. —He terminando de bajar, camino a él para ayudarle con Damon ya que estaba cargando a ambos él solo—. Las rojas por que eres al único que quiero amar Dominic, y por último las naranjas, que son la muestra de nuestro próximo triunfo.

Saco la caja de cristal con la argolla y la dejo a su vista, observo su reacción, lleva una de sus manos —la que está libre, les recuerdo que aún se encuentra cargando a Sofia— y sorprendentemente, en mi posición más que sorprendente; saca de su bolsillo una caja de terciopelo Azúl aguamarina, el color de mis ojos y también de los de Damon, además mi color favorito que ahora está a la par del negro por los ojos y cabello de las dos personas hermosas frente a mí, Dominic y Sofia.

Abrimos la caja al mismo tiempo para revelar las sortijas de matrimonio.

—Cásate conmigo y démosle a nuestros hijos una familia de verdad —pronunciamos al unísono, sonreímos de las misma manera e incluso nuestros hijos sonríen entre nuestras manos, como si supieran lo que hablamos.

—¿Te quieres casar conmigo? —nos preguntamos con perfecta sincronía.

—Sí quiero —respondemos. Él es el primero en colocarme el anillo, perfecto y hermoso, en forma de gota de agua un diamante azul aguamarina se hace notar con destellos que iluminan mi vista y mi vida, lo detalles son asimétricos y perfectos, el resto de la argolla es de lo que parece ser oro blanco, será como la linterna para mi oscuridad, y cada vez que lo vea espero que la cordura se mantenga en lo razonable, por lo menos la poca que aún conservo.

Luego es mi turno, tomo la argolla del diamante negro y lo pongo en el dedo anular de su mano izquierda.

—Al parecer hemos elegido el tono de nuestros ojos para los anillos —comento—, y eso no es lo más loco Dominic. Estamos sólo a cuatro horas de Las Vegas ¿te quieres casar hoy mismo conmigo?  —Primeramente boquea como pez sin oxigeno—. Si no quieres podemos hacerlo convencional con preparativos y todas esas cosas.

—¿Es en cerio? ¿Hoy mismo? ¿Y en las vegas?

—Yo no lo veo tan descabellado, quizá sólo un poco, pero lo haría, eso se debe ha que estoy más loca que el sombrerero de Alicia en el país de las maravillas.

—Quiero casarme contigo América, quiero ser tu acompañante de locuras y aventuras, si esta es la primera para ambos de tal magnitud definitivamente quiero hacerlo.

—Bien, ¿la pañalera ya tiene todo listo?

—Está en el carro, tiene todo lo indispensable.

—Entonces vamos, nos casamos tipo Elvis y justo después cenamos y volvemos aquí, eso sí, yo manejo de ida y tú de regreso.

—Perfecto. —Así sin más cerramos la puerta a nuestras espaldas, es entonces cuando veo encima del Audi de Dominic un gigantesco oso de felpa.

—Sobre todo América, feliz día de las madres, sé que fue ayer, pero te agradeceré cada día por ser la madre de mis cuatro hijos.

—¿Cuatro hijos? —pregunto.

—Sí América, quiero tener dos hijos más. —Lo veo directamente a los ojos—. Contigo —finaliza.

—Pero primero tenemos que practicar —digo a broma, suelta una carcajada, por mi parte mi lado monja señorita recatada se acaba de suicidar por mi anterior cometario.

—Pero mira que con ellos no hemos practicado y ve que chulos nos han salido —dice siguiéndome la broma, no puedo evitar reír con él.

Después de asegurar a nuestros hijos en su sillitas y Dominic se queda con ellos a su lado, mi oso gigantesco aún está sentado y amarrado al techo. Prendo el auto y en el GPS pongo la dirección a un poco más de cuatro horas. Al pasar por la caseta de seguridad los guardias parecidos a rambo nos despiden de los más alegres.

—¿De verdad haremos esto? —escucho preguntar a Dominic, momentáneamente dirijo mi vista al espejo retrovisor donde conecto con los ojos grafito de Dominic.

—Absolutamente —respondo tomando la interestatal de vía rápida.

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Mte
Gracias por leer.

Maravilloso accidente. (Completa) (En Físico) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora