Sábado 3 de Marzo del 2018.

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Con el pasar de los días se cumplieron los nueve meses de gestación, los bebés se encontraban saludables y en perfectas condiciones, se programó cesaría justo en la semana cuarenta.

América aún era menor de edad a lo que era responsabilidad de su madre decidir si era momento de desconectar a América y dejarla descansar de una buena vez dejando en la vida sólo el recuerdo a forma de anécdota que estuvo con sus hijos hasta el día de su nacimiento.

Prepararon el quirófano para hacer la cesárea, en la sala de espera de nuevo se encontraban todos reunidos, unos con los ojos llorosos, ojeras y fachas. Nadie se imaginaba que eso podría pasar, que América se perdería el momento de dar a luz a sus propios hijos.

El famoso modelo estaba sentado con las manos inquietas, había estado momentos junto a América, hablaba con ella a pesar de que había la posibilidad de que ella no lo escuchara, le contaba de sus viajes como modelo, cada aventura diferente depende al país donde se encontrara, le decía que luchara, que viviera, le prometió que estaría presente en el nacimiento de sus hijos, que estaría ahí para ella cuando ella pudiera despertar, que no se agobiara por nada. Robert no hablaba con nadie en la sala, él era una estrella de hollywood, se sentía como tal y lo demostraba al no entablar conversación con nadie, era superior a ellos, las palabras sólo salían con fluidez cuando estaba a solas en la habitación de América que con el paso de los días su vientre crecía más y más y aunque quizá nunca lo aceptara se sentía bien pasar tiempo con ella aunque América permaneciera inmóvil, no podía negar la conexión que tenía hacia la rubia, no era cariño, mucho menos amor ya que tales emociones crecen de poco a poco y con la comunicación continúa, conociendo internamente a la persona, algo que por las circunstancias distaba mucho de poder hacerlo.

El doctor Baker entró en la sala de espera dónde siempre se encontraba algún familiar esperando por buenas noticias sin perder nunca la fe.

—La operación ha sido un éxito, en unos minutos podrán irse turnado de dos en dos a los cuneros para conocer a los bebés.

—¿Qué han sido doctor? —preguntó Willmer con una emoción que ha Dominic lo hizo dudar de nuevo si eran sus hijos.

—Una hermosa niña y un lindo niño.

—América ha perdido la apuesta —contestó Willmer. Todos tenían pequeñas lágrimas de felicidad en sus ojos.

—¿Qué apuesta? —preguntó la madre de América.

—América apostó a que serían dos niños mientras yo dije que serían niña y niño, incluso mandé hacer la habitación de los bebés mitad azúl mitad rosa, no me equivoqué. —Todos soltaron un chillido de ternura excepto Robert y Dominic que fueron los únicos que pusieron los ojos en blanco exasperados. Fue Willmer y la madre de América los primeros que pasaron al cunero, la sangre de Dominic hervía de impotencia, el imbécil rubio conocería primero a sus hijos.

Cuando por fin pudo pasar junto a Robert le fue imposible no llorar al ver a los dos pequeños envueltos en unas sabanitas, la bebé tenía el poco cabello negro y piel rozada, se encontraba durmiendo por lo que no pudo ver el color de sus pequeños ojos mientras el bebé tenía sus ojos como platos observándolo, unos ojos verdes, un cabello rubio, su piel del tono de la leche, era como ver una replica de América en bebé y en niño, mientras la niña era su vivo reflejo de él mismo, no de Will.

—¿Por qué lloras? ¿Quieres mucho a tu ex empleada? —preguntó Robert arqueando una ceja no creyéndose ese cuento añejo.

—Lloro por alegría, soy el padre biólogo, son mis hijos. —Robert no lució sorprendido, pero tendría que estarlo. Una sonrisa se formó en los labios de Dominic, eran sus hijos, lo sintió en el pecho en cuanto los vio, eran hermosos, perfectos, eran su sangre, sólo suya, y la de América, claro, ya no temía a que los resultados de paternidad salieran a favor de Willmer, él era el padre y punto, así sería.

Maravilloso accidente. (Completa) (En Físico) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora