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—Lo siento, no te recuerdo, pero quizá sí te conozca, me llamo América Castañeda.

—¿Pero cómo es qué estás aquí?, tu madre firmó para que te desconectaran y...

—¿Mi madre firmó para qué? —Robert le da una miradita donde claramente puedo ver que le pone un alto a las palabras del tal Oliver—. ¿Mi madre había firmado para qué me desconectaran? ¿Así de pocas posibilidades de vivir tenía?, es decir, ni que hubiera llevado años en coma, sólo eran meses. ¿Es esto verdad? ¿Cómo una madre puede hacer eso? Pero entonces antes de juzgar a las demás personas debería juzgarme a mí misma, ni siquiera he conocido a mis hijos, ¿o hijas?, ¿cuántos son?, ¿dos?, ¿tres?, ¿cuatro?

El par de chicos que me observan asombrados (uno más que el otro) parece que Oliver aún no procesa del todo que estoy aquí, no hace más de ocho horas que desperté del coma.

—¿Qué soy yo de ti Oliver?, ¿tu amiga?

—Soy tu mejor amigo. —Asiento con la cabeza.

—¿Conoces a Dominic?

—Sí, es el hermano de mi pareja, Dominic era tu jefe.

—¿Tienes su número?

—No.

—¿No puedes marcarle a tu novia y qué te pase el número de su hermano?

—Se llama Derek, es hombre. —Abro los ojos y la boca a la par, estoy asombrada, ¿Oliver es gay?, bueno, no me culpen porque me asombre, no aparenta serlo. Nota mental número uno: No juzgar a las personas sin conocerlas, y tampoco aunque sí lo haga.

—Bueno, en ese caso ¿no puedes marcarle y qué te lo pase él?

—Sí, claro, ya vuelvo, iré a ver a Camila que está también que no se la cree. —Oliver da media vuelta y con paso rápido se dirige a no sé donde.

—Lo siento Robert, sé que esto no es lo que esperabas, pero no conozco a mis hijos, no quiero ser mala madre, quiero estar con ellos, no con Dominic, pero sí con mis hijos, debo de estar para ellos después de que no he podido estar por lo del coma, pero ahora que puedo, quiero y necesito hacerlo, recuperar el tiempo perdido, ¿los conoces?

—Descuida, lo comprendo, sí los conozco, es una niña y un niño, hermosos bebés por cierto, tienes razón en querer verlos y querer ser buena madre, por experiencia propia lo digo, no porque sea padre, sino porque de pequeño no tuve amor familiar, sólo eran juguetes, niñeras, más grande sólo era dinero, el cual ocupé para llegar a la cima del modelaje donde me encuentro, una vez un psicólogo me dijo que elegí esta profesión porque quiero llamar la atención de la gente para sentirme seguro y reconfortado, ¿sabes qué pasó después de eso? —Susurro un suave "no" para que prosiga—. Jamás volví a ver un psicólogo, son sabios, me hacen ver cosas que no quiero, que son verdaderas, no estoy listo, pero cuando lo esté América, me verás yendo de nuevo en busca de un psicólogo por mi propia cuenta, pero ese día no es hoy. Tengo recentimiento hacia mi padre, no tenemos buena comunicación, tampoco con mi madre y eso es algo que no supero, no quiero que eso les pase a tus hijos, que crezcan sin ti, así que si es necesario te obligaré a hacerlo, a estar siempre para ellos.

—No será necesario que me obligues Robert, quiero hacerlo. —Tomo sus manos por encima de la mesa cuando de vuelta llega Oliver.

En la pantalla de marcación rápida ya está ingresado un número, le agradezco, presiono el botón verde de realizar la llamada. Al primer pitido contesta.

—¿Bueno? —su voz se escucha desesperada.

—¿Dominic? —pronuncio.

—¡¿América, dónde estás?!

—¿Puedes venir por mí?

—Claro que sí pero dime dónde estás —su voz es rápida.

—En un restaurante llamado The Fault. ¿Lo conoces?

—Sí, soy el dueño, espérame ahí, no te nuevas que ya llego. —La llamada se corta sin darme tiempo a contestar.

—Iré a la entrada para que sea más rápido, ¿me acompañas? —le pregunto a Robert.

—Claro, vamos. —Nos ponemos de pie, Robert deja una generosa propina sobre la mesa aún cuando no hemos ordenado nada.

—Gracias Oliver, fue un gusto conocerte de nuevo. —Le tiendo su teléfono celular, la frase suena graciosa.

—No es nada, puedes volver a casa cuando quieras, hablaremos más tarde, aún no me la creo. —Abanica sus ojos para no llorar—. ¿Puedo abrazarte? —Sus ojos se cristalizan por su petición, no digo nada, abro las manos, en unos segundos está rodeándome y yo a él, su cuerpo se sacude por los sollozos involuntarios que da, le acaricio la espalda de arriaba a bajo, mientras le digo al oído que me encuentro bien.

—Hablaremos después, sé que hay mucho de lo que debemos hablar, por ahora es momento de conocer a mis hijos. —Limpio sus lágrimas, siento miradas curiosas sobre nosotros pero no le tomo mucha importancia.

—Lo sé, anda y ve a ver tus semillas de naranja.

—¿Mis semillas de naranja? —pregunto.

—Solías decirle así a tus bebés cuando estabas embarazada, no me creó que no recuerdes nada y el como es que estás aquí.

—Pues terminalo de creer porque es verdad, que curiosa y graciosa la forma en que los llamaba, tal parece era una chica boba —Suelto una risa y despidiéndome una vez más de Oliver ahora sí me dirijo con Robert a la entrada del restaurante.

—No tengo número de teléfono para contactarnos de nuevo pero sé que ya encontrarás la manera.

—Si es para llegar hasta ti, por supuesto. —Siento mis mejillas arder, formo un puño con mi mano y lo golpeo otra vez pero ahora en el brazo contrario.

—Ya te había dicho lo de los hematomas chica salvaje —dice sobando el área afectada que se ha puesto tan roja como seguro yo tengo las mejillas.

Una camioneta Jeep hermosa negra Rubicón para frente a nosotros al borde de la banqueta, de esta se baja Dominic luciendo intimidante, rodea la camioneta y se acerca a nosotros deteniéndose a unos dos metros.

—Hasta luego —le digo a Robert dándole un pequeño abrazo.

—Me saludas al par de semillas de naranja.

—Por su puesto. —Golpeo su brazo una última vez antes de caminar en dirección a Dominic. Abre la puerta para mí, subo a la preciosidad sin meditar palabra, él hace lo mismo pero no por mucho tiempo.

—¿Por qué hueles a ropa de hombre?

—Creo que es porque esta chaqueta es de hombre. —Señalo la chaqueta que llevo amarrada a la cintura, la chaqueta de Robert.

—¿Es de Roberto?

—Se llama Robert no Roberto.

—Me da lo mismo como se llame, ¿es de él?

—Sí, es de él, ¿sino dé quién más?

—¿Por qué tienes las mejillas rojas?, espera... —Frena la camioneta provocando un chirrido de parte de las llantas contra el pavimento bastante molesto para mi oído, toca mi cabello—. ¿Dónde y con quién te has duchado? —Con esa pregunta es como si él mismo dejara caer una colilla de cigarro en el bosque, un encendedor en la gasolina, una chispa en la dinamita, un cerillo en alcohol, es decir: me prende en llamas.

—¿Podrías callarte y llevarme a ver a mis hijos? No eres nadie para exigirme respuestas.

N/A.

Capitulo dedicado para Amayithax_belen y CamilaRoa93

Mte

Maravilloso accidente. (Completa) (En Físico) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora