Doce.

503 28 3
                                    

Estaba explorando la casa e intenté salirme pero todo tenía candado, los balcones tenían rejas con candados también, así que era imposible salir de aquí.

Fui al cuarto de Sebastián y me puse a ver la tele, obvio le puse seguro a la puerta, no quería que esos idiotas me fueran a hacer algo.

Me quedé dormida por varios minutos, desperté y vi que estaban tocando la puerta. Sebastián me dijo que no abriera y así lo haría.

-Abre, soy yo. -Escuché la voz de Sebastián del otro lado.

Suspiré aliviada y fui a abrir la puerta, él tenía una arma en la mano, yo me quité de la puerta y lo dejé pasar, dejó la arma en un cajón donde le puso candado.

-No veas dónde guardo mis cosas, no quiero que vuelvas a intentar suicidarte. -Una sonrisa se formó en sus labios.

No sé qué pensaba cuando hice eso.

-No lo haré. -se me salió una risa nerviosa.

Sebastián se adentró en el baño y minutos después se escuchó la agua de la regadera caer, se estaba bañando.

Yo volví a acostarme en la cama y prendí el televisor, estaba una serie que se llamaba The Vampire Diaries me llamó la atención y la dejé, después de varios minutos Sebastián salió con su pantalón pero sin playera, yo solo veía.

-Disfrutas la vista, eh. -Mis mejillas se pusieron rojas y sólo me voltee a otro lado. -Veo que me has echo caso.

-¿Por qué? -volví a verlo.

-Dejaste la habitación cerrada, como te lo dije.

-No me iba a quedar tranquila hasta que llegarás, tus amigos suelen darme un poco más de miedo que tú.

-¿Sí? ¿Por qué? El único que da miedo en esta casa soy yo, querida. -Sonrió.

-Ya lo veo, pero para mí dan más ellos, o tal vez sólo el ojos verdes que entró a la habitación cuando yo estaba sola. -Alcé los hombros levemente.

-Juanpa.

-¿Qué? -Fruncí el ceño.

-Así se llama, Juanpa.

-Creo que el único que no me da miedo es Mario. -Miré al suelo.

- No quiero que te acerques a ese idiota. -Se le borró la sonrisa.

-¿Por qué? Es el único que no me da miedo y me ha hablado sin insultarme. -Bufé.

-Ya oiste, ¿o te portarás mal?

-No... -Susurré.

Él estaba buscando unas cosas en la cajonera y yo sólo estaba en la cama viendo la tv.

-¿Ya comiste? -Preguntó sin verme.

-No.

-¿Tienes hambre?

-Muy poca.

-¿Qué quieres comer?

-Esa pregunta no debería existir, cuando tenemos hambre lo que sea es bueno, ¿no? -Reí.

-Tienes razón, pediré tacos, ¿te gustan?

-Sí.

-Ahora vengo.

Se fue de la habitación y yo me quedé ahí.

Agarré un vaso que estaba en la cajonera y tomé agua mientras veía la televisión, salió un vampiro de repente haciéndome dar un pequeño salto y derramé el agua encima mío, se tiró un poco de agua en la cama, tenía que limpiar esto antes de que llegara Sebastián, no quería hacerlo enojar.

Quité las sábanas y busqué otras limpias en las cajoneras, la puse en la cama y quedó como estaba antes. Ahora era mi turno de cambiarme la playera.

Saqué una del closet y quité la mía, la playera la tire en el piso y cogí la otra.

-¿Quién dijo que la ropa se ponía en el piso? -Se escuchó la voz de Sebastián.

Abrí los ojos como plato y me quede quieta, no voltearía a donde él estaba, era mejor que viera mi espalda y no mi pecho. Claro que tenía sujetador pero para mí era casi lo mismo.

-¿Te han comido la lengua los ratones? -Se burló.

Yo seguía sin decir nada y sin moverme, ¿Qué mierda? Él no se iba a salir, estaría muy estúpida si pensaba eso.

-¿Uh? -una vez más, volvió a hablar.

Okey, él no se iría hasta que yo le contestara. Tenía que hacerlo, no todo el día íbamos a estar así.

-¿Qué quieres? -Hablé sin verlo.

-Uy, más tranquila por favor. -Rió.

-Me estoy cambiando.

-¿Eso qué? Cuando se habla con alguien se mira a los ojos.

Yo no dije nada, no pensaba en voltear, era muy vergonzoso estar frente a él así como me encontraba en este momento. Lo único que podía hacer ahora era ponerme la playera que tenía en mis manos, con la cual me estaba tapando también mi pecho.

-Mirame. -Dijo serio.

Con mis manos sudadas y escalofríos en mi cuerpo sostuve fuertemente la playera que tapaba mi pecho, esta no debía caer en ningún momento, ni siquiera si estaba nerviosa.

Voltee hacia él, pero no lo miré a los ojos.

-A los ojos. -Terminó.

Levanté mi mirada hacia sus ojos color marrón que ya me estaban viendo, eso hizo que me pusiera mas nerviosa.

-Necesito cambiarme. -Susurré.

-Hazlo, nadie te detiene. -Sonrió.

-No lo haré enfrente de ti. -Negué con la cabeza.

-Tienes bonitos pechos, no sé por qué te los tapas.

Me sonrrojé, pero seguía sin mirarlo a los ojos.

-Quiero cambiarme sin que me veas.

Empecé a caminar para ir al baño pero no llegué muy lejos, Sebastián me jaló del brazo.

-No, cambiate enfrente de mí, se te debe quitar la vergüenza.

Sólo lo miré, ¿en serio me pedía que hiciera esto? Soy la persona mas penosa de todo el mundo.

-Hazlo. -extendió las manos hacia mí.

Me moví rápido y en un abrir y cerrar de ojos me puse la playera que tenía en mis manos.

-Ya vez, nada te costaba.

Solo asentí y me senté en la cama.

Secuestrada •S.V.•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora